viernes, 26 de octubre de 2012

DOMINGO XXX ORDINARIO Ciclo B Evangelio Marcos 10,46-52



“Jesús le preguntó:
¿Qué quieres que te haga?
El ciego respondió:
-Maestro, que yo vea-”
Seguimos profundizando el Evangelio de Marcos. Algunos “destellos de luz”, para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
Introducción
La historia de Bartimeo en el itinerario formativo de Marcos sobre “el seguimiento de Jesús por el camino de la Cruz” llega al punto de que es posible decir “sí” al llamado de Jesús.
Con este relato concluye la sección sobre la formación del discípulo en la subida a Jerusalén. A partir de Bartimeo, el evangelista elabora una preciosa catequesis que educa en el “itinerario interno de la fe”. 
La dinámica de la fe es la esencia del discipulado, sólo la adhesión total al Maestro, hace posible el seguimiento y la radicalidad. Para vergüenza de todos los anteriores, este hombre ciego y pobre se convierte en modelo del que sabe responder al llamado de Jesús: “¡Ánimo, levántate, te llama!” (10,49), pasando del estar “sentado a la orilla del camino” (10,46) al “seguirlo por el camino” (10,52).
Con la pedagogía de la espiral veamos la riqueza de este maravilloso relato.
  1. El Contexto.
Marcos en la sección sobre el discipulado en la subida a Jerusalén (8,27-10,52), enmarca dos curaciones de ciegos:
1º En la curación del ciego de Betsaida (8,22-26), enseña que el “ver” se logra procesualmente y gracias la ayuda de Jesús. Inmediatamente después ocurre la confesión de fe de Pedro, quien manifiesta con pocas palabras lo que ha visto y comprendido de la persona de Jesús.
2º La curación del ciego de Jericó (10,42-46), llamado Bartimeo, con la cual se concluye la subida a Jerusalén y la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Bartimeo, como Pedro, hace una confesión de fe en el mesianismo de Jesús y lo sigue por el camino.
La curación de Bartimeo ocurre después que Jesús ha dicho que ha venido a servir (10,45). Jesús presta un servicio concreto, contraponiéndose al grupo de discípulos que niegan el servicio intentando deshacerse del ciego que se les ha vuelto incómodo.
  1. Esquema del texto.
La narración es un itinerario de fe, con tres partes muy claras:
1º Descripción de la situación: el ciego “sentado” la vera del camino (10,46)
2º El camino de Bartimeo hasta Jesús (10,47-50)
3º El camino de Bartimeo junto con Jesús (10,51-52)
Bartimeo se convierte en un nuevo discípulo, el último que Jesús llama antes de entrar en la fase final de su ministerio. Veamos los detalles:
1º La descripción de la situación: el ciego “sentado” la vera del camino:
Llegan a Jericó”: En vísperas de su entrada a Jerusalén, y teniendo en vista la pascua dolorosa que se aproxima, Jesús pasó la noche como peregrino en la ciudad de Jericó, la “ciudad de las palmeras”, muy próxima al río Jordán y al Mar Muerto.
A Jesús lo acompañan “sus discípulos” y “una gran muchedumbre”. Están a punto de coronar la meta de su peregrinación a Jerusalén para celebrar la Pascua hebrea.
De repente, a la orilla del camino, aparece Bartimeo, ciego y mendigo, en el lugar por el que deben pasar los peregrinos. En esta época del año la gente es más generosa y el ciego espera captar más limosnas. Él conoce la estrategia para lograrlo, por eso está allí en su “lugar de trabajo”.
El nombre del ciego es “Bartimeo”, que significa “hijo de Timeo”. En los primeros relatos de vocación: los llamados por Jesús al discipulado tienen nombre propio; en los milagros, al menos en el Evangelio de Marcos, nunca se da el nombre, excepto en este caso.
Ninguna otra persona curada en el Evangelio ha sido descrita con tanto detalle como ésta. Una vez más notamos: esto ocurre habitualmente con las personas que van a ser llamadas al discipulado (ver 1,16-20; 2,14).
2º El camino de Bartimeo hasta Jesús (10,47-50)
La rutina del mendigo se rompe, y para siempre, cuando se entera que muy cerca de él pasa Jesús. Se viven los siguientes momentos para el encuentro:
  1. La escucha.
El camino de fe de Bartimeo comienza con el “oír”. Él se toma en serio el anuncio. Es todo lo contrario de los otros discípulos a quienes Jesús reprendió diciéndoles: “¿Aún no comprendéis ni entendéis?... ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?” (8,17).
Aplicando la Parábola del Sembrador, vemos lo que sucede con el ciego: aunque la semilla cae al borde del camino él se hace buena tierra que sabe oír. La “escucha” lo desacomoda, Bartimeo no permanece como el discípulo inmóvil que sabe todo sobre Dios pero no da pasos significativos en la vida.
El relato dice que el encuentro con Jesús cambia radicalmente la vida de Bartimeo, de la ceguera pasa a la visión y de la marginalidad en el camino pasa a ser su activo peregrino. Cada detalle del proceso de aproximación está cargado de significado y se va armando como una síntesis de las lecciones fundamentales del discipulado en el Evangelio.
  1. El grito de fe.
Brota el grito de ayuda que ni los discípulos se habían atrevido a pronunciar. Los discípulos han pasado por serias dificultades, no comprenden la cruz, pero no piden ayuda sino que regañan o ignoran al Señor. En contraposición Jesús había propuesto el modelo del padre de familia que hace “la oración de la fe” (ver 9,24.28).
El clamor del ciego aumenta gradualmente, no sólo en la intensidad de la voz (10,48: “pero él gritaba mucho más”) sino en la invocación de Jesús.
Bartimeo clama misericordia. Su plegaria recuerda la oración penitencial del Salmo 51, “Miserere” y la promesa mesiánica de Isaías 35,2-5: 
“Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes.
Decid a los de corazón intranquilo:
„¡Animo, no temáis! Mirad que vuestro Dios viene vengador;
es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
y las orejas de los sordos se abrirán...”.
A la invocación de Jesús de Nazareth”, el ciego agrega dos títulos:
1º “Hijo de David”, es decir que lo reconoce como el Mesías, y
2º “Rabbunni” (mi Maestro), signo de aprecio, de relación estrecha de comunión y de confianza.
Si Pedro había reconocido a Jesús como “Cristo” (El Mesías), el ciego Bartimeo lo confiesa como “Hijo de David”, un título con valor mesiánico.
  1. La superación de obstáculos.
Bartimeo enfrenta obstáculos. Además de sus dos primeras limitaciones, su ceguera y su pobreza, es reprimido para que se calle (10,48). Es visto como uno que no tiene valor para los demás, como el niño que perturba la dignidad del Maestro (10,13). Es imagen del que entra el Reino despojado y   abandonado con absoluta confianza en la presencia y la palabra de Jesús.
El despojo es todavía más radical cuando hace dos gestos:
1º “Arroja el manto”: el manto es el mayor bien de un pobre, lo único que le queda (Éxodo 22,25-26), es su cobija para la noche, su abrigo para el frío, su recipiente para la limosna. Es la imagen viva del que “lo deja todo para seguir a Jesús”.
2º “Da un salto y viene donde Jesús”: su salto (¡inaudito para un ciego!) es un gesto de confianza total, expresión de apoyo en la palabra de Jesús.
El ciego logra su objetivo: Jesús, se detiene ante él y lo ha llama. Jesús no pasa indiferente ante el mendigo del camino sino que se interesa por él.
3º El camino de Bartimeo junto con Jesús (10,51-52)
Comienza el diálogo directo entre Jesús y Bartimeo. El encuentro personal inicia con una pregunta: ¿Qué quieres que te haga?”, esto nos recuerda la pregunta dirigida a Santiago y Juan: “¿Qué quieren que haga por vosotros?”.
La respuesta de Bartimeo es distinta a la de los discípulos, éstos querían poder, éste pide ver”. Esta es la petición más apropiada para un discípulo.
La fe es dejar “actuar” a Jesús, es la apertura total a la salvación por la vía que Él como Maestro e Hijo de Dios viene señalando y a la que los discípulos le han puesto resistencia. 
A diferencia de otros milagros, en esta ocasión no hay ningún contacto físico, es suficiente la palabra de Jesús para el ciego vea
.
Curiosamente, entre todos los que Jesús ha curado a lo largo de su ministerio, este es el único que inicia un camino de seguimiento: le seguía por el camino”. Jesús tiene un nuevo discípulo, quien ha recibido el don de la vista y se caracteriza por su fe.
Las palabras de Jesús contienen:
Ø  un envío,
Ø  una declaración de salvación,
Ø  una exaltación de su fe.
En la recuperación de la vista de Bartimeo se explica la fuerza salvífica de la fe. La fe que lo ha “salvado” tiene siete características, es una fe que:
parte del reconocimiento radical de la necesidad de Jesús,
clama humildemente ayuda,
va creciendo progresivamente en la relación con Jesús,
supera los obstáculos,
impulsa al abandono absoluto en las manos de Jesús,
clarifica los propios motivos y
lleva a decisiones radicales y valientes (“arrojar la capa”, “dar un salto”, decidir “ver”) que se convierten en seguimiento real al Maestro.
La fe se hace seguimiento. Bartimeo escoge finalmente el camino de la Cruz. Así concluye la escuela de discipulado en el camino a Jerusalén: la confesión de fe de Pedro al inicio del camino (ver 8,27-30), se concreta al final con un gesto orientado a la aceptación de la Cruz, la de un Hijo de David exaltado por el camino de la humillación.
  1. Lecciones del llamado al último de los discípulos: Bartimeo
La historia del ciego Bartimeo  relata un caso exitoso de discipulado. Lo fue precisamente porque:
Ø  Partió del reconocimiento de sus límites más profundos, particularmente de su pecado: “Se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”.
Ø  Jesús lo llama.
Ø  Deja lo único que tiene en medio de su pobreza: el manto en el que recoge la limosna.
Ø  Acoge el “hacer” de Jesús como un acto concreto de fe: “Tu fe te ha salvado”.
Ø  Entra en la ruta del camino de la cruz sin más “peros”: “al instante... le siguió por el camino”.
Bartimeo, que lo necesitaba todo, deja una profunda lección: mucho hay que hacer en la vida, pero la comunión con Jesús es lo único necesaria.
El relato, por tanto, trata de algo más que de la simple curación de un ciego: vemos que los temas tratados en los pasajes anteriores aquí son retomados:
1º La identidad de Jesús.
Pedro confesó la fe en Jesús como “el Cristo”; Bartimeo es el primero en llamar a Jesús “Hijo de David”. En el texto que sigue, la entrada triunfal en Jerusalén, este mesianismo será proclamado con fuerza.
2º El camino de la salvación.
Al principio Jesús enseñó el camino hacia la vida, hacia la salvación. Ahora Bartimeo afirma que la fe lo salvó y lo condujo hacia la salvación.
3º La necesidad de la fe.
En el exorcismo del joven poseído, Jesús afirmó que era necesaria la fe para estar en comunión con el poder salvador de Dios. Ahora le dice a Bartimeo: “Tu fe te ha salvado”.
4º El servicio al pequeño y marginado.
Los discípulos impedían a los niños acercarse a Jesús. Ahora es el ciego Bartimeo quien experimenta la misma dificultad. En ambos casos Jesús no acepta esta actitud, su misión es el servicio; pues bien, esto mismo deben hacer los discípulos: acoger y servir a todos sin excepción.
5º Los encuentros con Jesús en el camino.
El rico fue al encuentro de Jesús en el camino (10,17). Ahora es Bartimeo quien va a al encuentro con Jesús en el camino (10,46). El rico es llamado por Jesús al seguimiento y dice que no. El ciego no es llamado explícitamente y sin embargo sigue a Jesús.
6º Jesús escucha las peticiones pero no responde de la misma manera.
Dos discípulos hicieron una solicitud a Jesús, pero su petición fue rechazada. Ahora es Bartimeo quien hace una solicitud a Jesús y él le responde positivamente. Ya sabemos qué es lo que un discípulo debe pedir y qué no. Jesús siempre escucha; notemos que en ambos casos la pregunta de Jesús es la misma: “¿Qué quieres que haga por ti?”.
En el camino hacia Jerusalén, los discípulos han mostrado su dificultad para comprender a Jesús y su camino. Al llegar al final del camino, Bartimeo, se convierte en modelo de discípulo de Jesús: es modelo de una persona de fe; él pide lo que todo discípulo debe pedir: “VER”; viendo, emprende la ruta del seguimiento hasta Jerusalén, el lugar donde ocurrirá el evento de la Cruz, una Cruz que conduce a la plenitud de vida.
El verdadero discípulo es aquel que ve con los ojos de Jesús y, de esta manera, comparte decididamente su camino misionero hasta el fin.
  1. Para vivir nuestro discipulado.
El discipulado cristiano comienza por una llamada personal de Dios, por eso para caminar con y desde Jesús, tenemos que:
  • Escuchar la llamada de Dios: Los apóstoles escuchan la llamada de Jesús dentro de su vida, situaciones y trabajo ordinarios; la llamada de Dios es gratuita, no supone necesariamente méritos previos; es una forma de amor y de preferencia, Marcos 3,13 dice que “llamó a los que quiso”.
  • Estar con Él: La llamada de Jesús es para entregarnos a él y seguirlo por la fe y el amor. Jesús no llama sólo a una tarea, una causa o una realización personal; llama a relacionarnos con su persona. “Jesús instituyó a los Doce para que estuvieran con él” (Mc 3,14). Se trata de “estar” con Jesús, de participar con su vida e intimidad, y de seguirlo a todas partes, como nuestro estilo y proyecto de vida.
  • Vivir como Él: Implica aprender de Jesús todo y asumir su estilo de vida, hacer un continuo proceso de configuración con Él. Asumimos sus sentimientos, sus actitudes y nos asemejamos en todo a Jesús de tal forma que nos convertimos cada día en sus imágenes vivas. Jesús quiere que nosotros seamos signos permanentes de su presencia y de su amor. Esa es la condición para que podamos ser testigos suyos. El, como el más comprensivo de los amigos, sabe ayudarnos para que asumamos su vida nueva y la vivamos en nosotros (Jn 6,67-69).
  • Ir con Él: La llamada es “para enviarlos a predicar”: de esta comunión de vida con el Maestro nace la exigencia de ser sus testigos y de compartir su mensaje. Los discípulos prolongan la acción del Señor, lo testimonian eficazmente en el mundo (Mt 28,16-20).
  • Ir en su nombre y con su poder. Ir enviados por Él. Él nos acompaña y tenemos que darnos y dar a Jesús. Por ello, es necesario entrar en comunión con Jesús antes de ir hacia nuestros hermanos. Así podemos ir con su poder y Él hará que nuestra palabra sencilla o nuestro servicio tenga mucho fruto.
  • Dar la vida con Él y como Él: Como Jesús, el misionero no busca ser servido sino servir. Por ello, cada día con mayor valentía apostólica, hemos de dar la vida sirviendo a los demás en el cumplimiento de nuestra misión. El ideal y la meta es la de ayudar a Jesús para que su Reino crezca en nosotros y en el mundo. Hay que estar dispuestos a todo, con la fuerza el Espíritu Santo y el dar la vida, con Jesús, como Él por Él, será la garantía para que tenga fruto nuestra misión. El grano de trigo si se siembra y muere de mucho fruto (Jn 12,24).
Que el Señor siga bendiciéndonos.
¡Señor, haz mi corazón semejante al tuyo! 

P. Marco Bayas O. CM

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