miércoles, 26 de diciembre de 2012

SALUDO DE AÑO NUEVO - 2013





A ustedes, a quienes Dios conoció de antemano
y eligió y santificó por el Espíritu
para obedecer a Cristo Jesús
y santificarse por su sangre.
(1 Pedro 1,2)
 Quito, diciembre 24 de 2012

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, sea siempre con nosotros.

Hermanos y Hermanas en Cristo.

Quien suscribe, a ustedes elegidos para esta hermosa tarea de compartir la Buena Nueva, desde el corazón y la experiencia orante de María, en este su instrumento y areópago, la Radio.

Luego de saludarles y desearles bendiciones, a vísperas de iniciar un nuevo año, permítanme realizar unas breves reflexiones a modo de oración:

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este año 2012 quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.

Gracias, Señor, por la paz, por la alegría, por la unidad de mis hermanos; por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron; por esa mano oportuna que me levantó; por esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron; por esos oídos que me escucharon; por ese corazón que tanta amistad, cariño y amor me dio.

Gracias, Señor, por el “éxito” que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la comunidad y momentos alegres que me descansaron.

Gracias, Señor… me cuesta decírtelo... por la enfermedad, por el fracaso, por la desilusión, por el engaño, por la injusticia sufrida, por la soledad, por el fallecimiento del ser querido. Tú sabes, Señor, ¡cuán difícil fue aceptarlo…!

Gracias, Señor, por la fe que me has dado en Ti y en la humanidad. Por esa fe que se tambaleó, pero que Tú nunca dejaste de fortalecer, cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo me hizo caminar en el sendero de la verdad, a pesar de la oscuridad.
Gracias, Señor, por todo cuanto me diste en el año que termina: por los días de sol y los nublados tristes, por las tardes tranquilas y las noches oscuras.

Gracias, Señor, por la salud y por la enfermedad, por las penas y las alegrías; por todo lo que me prestaste y luego me pediste.

Gracias, Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga, por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce. Por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de tantas almas buenas.

Gracias, Señor, por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes, por las dificultades y las lágrimas, por todo lo que me acercó a Ti.

Gracias, Señor, por haberme conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento.

Gracias, Señor, por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

Pero también, Señor, hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que, cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de Ti.

Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.

¿Qué me traerá el año que empieza? ¡Lo que Tú quieras Señor!
Te pido Fe para mirarte en todo, Esperanza para no desfallecer y Caridad para amarte cada día más y para hacer que te amen los que me rodean.

Dame Paciencia y Humildad, Desprendimiento y Generosidad. Dame, Señor lo que Tú sabes que me conviene y yo no sé pedir.

¡Que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas y que me halle siempre dispuesto a hacer tu santa voluntad!

¡Derrama, Señor, tus gracias sobre todos los que amo y concede tu paz al mundo entero!

Por último, Señor, ayúdanos a que el año 2013, con la ayuda de tu gracia iluminemos el mundo con:

La luz del AMOR. No se puede vivir sin amor, hemos sido creadas por amor y para amar. Amar es darse hasta el olvido de una misma. Amar exige esfuerzo, renuncia y superación.

La luz de la COMPRENSIÓN. Comprender requiere el ejercicio de la paciencia repetida. Comprensión que llevará a la acogida incondicional y al perdón auténtico.

La luz del  SERVICIO. Sólo la generosidad lleva al servicio. Ayúdame a servir con amabilidad, delicadeza, cordialidad y gratuidad.

La luz de la AUDACIA APOSTÓLICA. De los Santos y Santas que nos han dejado en herencia. La de arriesgar por el bien de todos lo que sea necesario.

La luz de la GRATITUD. Apreciar todo lo que recibimos, empezando por los pequeños detalles. La capacidad de valorar lo positivo y descubrir los dones de la Providencia.

La luz de la ALEGRIA. La que nace de un corazón que ama mucho al Señor y nada ni nadie nos puede arrebatar. Hemos de irradiarla y contagiarla a nuestro alrededor siempre, ya que la santidad salesiana consiste en “estar siempre alegres”.

La luz de la PAZ. Ser instrumentos de paz, no ser motivos de discordia ni conflictos. Sembrar la paz. “Dichosos los hacedores de paz porque serán llamados hijos de Dios”.

La luz de la ESPERANZA. Aunque haya dificultades debemos confiar en que el sol volverá a brillar. Podemos esperar siempre un futuro mejor porque Dios guía la historia.

La luz de la RESPONSABILIDAD. La construcción del Reino nos pide hacer todo lo posible con nuestra razón y nuestras fuerzas.

La luz de la HUMILDAD. La humildad es andar en verdad. Se manifiesta en actuar sin pretensiones ni arrogancia.

La luz de la FE. Luz que alumbra nuestros corazones, que ayuda a ver la realidad desde la mirada de Dios, que nos impulsa a buscar su voluntad y realizarla como María.

La luz de la PERSEVERANCIA. Es el gran secreto del triunfo. Si somos constantes alcanzaremos la meta. Paso a paso se recorre un gran camino. Cuando no puedan ser grandes serán pequeños, pero siempre en dirección hacia la meta que es Cristo.

Termino esta reflexión-oración con la fórmula de Bendición Irlandesa:
Que los caminos se abran a tu encuentro,
que el sol brille sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
que el viento sople siempre a tu espalda.
Que guardes en tu corazón con gratitud
el recuerdo precioso
de las cosas buenas de la vida.
Que todo don de Dios crezca en ti
y te ayude a llevar la alegría
a los corazones de cuantos amas.
Que tus ojos reflejen un brillo de amistad,
gracioso y generoso como el sol,
que sale entre las nubes
y calienta el mar tranquilo.
Que la fuerza de Dios te mantenga firme,
que los ojos de Dios te miren,
que los oídos de Dios te oigan,
que la Palabra de Dios te hable,
que la mano de Dios te proteja,
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
otro te tenga, y nos tenga a todos,
en la palma de su mano.

Bendiciones abundantes en el Año Nuevo.
“Cuando Cristo entró en nuestro mundo, no vino a iluminar nuestros diciembres, vino a transformar nuestras vidas”
P. Marco Bayas O. CM

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