sábado, 12 de enero de 2013

DOMINGO BAUTISMO DEL SEÑOR (CICLO C) Evangelio: Lucas 3,15-16.21-22



SOLEMNIDAD

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego»«Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto»

Lucas 3,15-16.21-22: En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.»

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
  1. Primera aproximación al texto.
El bautismo de Jesús es una nueva Epifanía, es decir; una manifestación  de Dios que se revela por medio de su Hijo, como lo hizo en Belén a los pastores y a los sabios venidos de Oriente. Las lecturas de este domingo nos ayudan a comprender el significado de ese acontecimiento y descubrir; más allá de las apariencias, que Jesús es el Hijo amado de Dios, Ungido por la fuerza de su Espíritu para una misión de salvación.

a.  Clave de lectura:

El relato del bautismo de Jesús nos invita a meditar un aspecto crucial de nuestra fe: ¿Quién es Jesús? Pregunta que ha recibido en el tiempo de Jesús y durante toda la historia una infinidad de respuestas que muestran el intento por parte del hombre y del creyente de acercarse al misterio de la persona de Jesús. En nuestra meditación queremos llegar a la fuente más genuina y más digna, la Palabra de Dios. Lucas al describir la escena del bautismo de Cristo en las aguas del Jordán, no quiere sólo comunicarnos detalles históricos o concretos sobre tal acontecimiento, sino que pretende darnos los primeros elementos para comprender la identidad de Jesús.

b.  Una división del texto para ayudarnos en la lectura.

El pasaje lucano contiene dos declaraciones sobre la identidad de Jesús, la de Juan (3,15-16) y la de Dios mismo (3,21-22).
La reacción del pueblo a la predicación y al bautismo de conversión de Juan: ¿No será quizás éste el mesías? (3,15). Juan responde que hay una diferencia substancial entre el bautismo con agua dispensado por él y aquel en “Espíritu Santo y fuego” administrado por Jesús (3,16).
La que proviene del cielo y es pronunciada durante el bautismo de Jesús. Al fondo de la escena está el pueblo de los bautizados, de los que sobresale la figura de Jesús, que uniéndose a ellos, se hace bautizar (3,21). El centro focal de la escena no está en la acción bautismal, sino en los hechos que le acompañan: se abren los cielos, el Espíritu desciende sobre él y se oye una voz que anuncia la identidad de Jesús (3,22).
  1. Juan Bautiza a Jesús.
Jesús es bautizado en el Jordán. Resulta llamativo y anecdótico que el Señor sea bautizado con un bautismo de purificación realizado por Juan. Al cerrar el ciclo de la Navidad, este Domingo se percibe la solidaridad de Dios con la humanidad pecadora, a tal punto que Jesús, que es Dios y no tiene pecado, se pone en el lugar de los pecadores, en la “fila de los pecadores” para señalarnos una vez más cuan cerca nuestro está y qué compromiso asume con nosotros y nuestra historia.

El “bautismo de Jesús” es un relato de triple tradición, está narrado en los tres evangelios sinópticos: Mt 3,13-17; Mc 1,9-11 y Lc 3,21-22.

¿A qué género literario pertenece este relato? Se trata de una Teofanía (teo = Dios; fanía = manifestar): hay una clara manifestación de Jesús como Dios, como el Hijo querido y predilecto del Padre. Los cielos que se abren, la paloma, la voz que viene del cielo… signos de una teofanía, una manifestación del poder y la centralidad de Dios.

Jesús no necesita una purificación bautismal porque es verdaderamente Dios y no tiene pecado. Sin embargo, como una consecuencia del Misterio de la Encarnación, se somete también a este bautismo donde, no son “las aguas” las que santifican a Jesús sino al revés, es Jesús quien santifica “las aguas” que derraman sobre Él.

Queda clara la diferencia entre el bautismo de purificación (rito) y el Bautismo Cristiano (verdadero Sacramento). En el Sacramento recibimos la misma Vida Trinitaria en nuestro corazón a la vez que se borra en nosotros el pecado original, si es un bebé o un niño pequeño, y también todo pecado actual si es un joven o un adulto. La palabra bautismo viene de una raíz griega que significa “inmersión” o “sumergirse”. El Bautismo cristiano es una inmersión, un sumergirse en Cristo y en su gracia como espacio de salvación.
  1. La búsqueda de Juan y la nuestra.
Hoy andamos ansiosos y esperando que alguien nos señale el camino o convalide el que hemos tomado… Pero no miramos al lugar adecuado… Nuestros ojos no están puestos en Quien debíamos. Como la gente que miraba a Juan, esperando que fuera él… Sin embargo, Juan sabe que “viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.”

Juan es nuestro ejemplo, a fin de no pretender con soberbia que somos quienes en realidad no somos. No nos dejemos confundir por las adulaciones o por los aparentes “éxitos” personales. No hay nada que podamos hacer si Dios no lo permite. Sin Él nada somos… No se trata de agigantarse, de crear un club de fans o una secta personalista. Nosotros seguimos al Dios del Amor, al Único… todo lo demás es un camino hacia Él.

Sólo hay que facilitar el encuentro, hacer que los demás caigan en la cuenta que Él los espera con los brazos abiertos. Que sabe lo que tienen guardado en su corazón, lo que les inquieta, lo que quisieran alcanzar. A Dios no se le escapa nada. ¡No hay nada que esperar! ¡Dejemos de esperar! ¡El está aquí, entre nosotros, en nuestra mente, en nuestra vida, en nuestros corazones! ¡Dios está aquí! ¡Abramos los ojos! ¡Dejemos las ataduras! ¡Vamos tras Él!

b.    Las palabras del Bautista sobre Jesús (Lc 3,15-16)
En la primera parte del pasaje evangélico Juan, con palabras proféticas, afirma que hay “uno más fuerte” que él y que está por venir. Es la respuesta del Profeta del Jordán a la opinión de la gente que creía que él era el Cristo. La muchedumbre, es un pueblo bien dispuesto o preparado para recibir la Salvación Mesiánica. Las palabras de Juan nos llevan a las imágenes del Antiguo Testamento y tienen la función de exaltar al personaje misterioso del cual está anunciando su venida inminente: “viene uno más fuerte que yo” (3,16).

Ø  La figura del “más fuerte”.
El Bautista retrata a Cristo con el adjetivo “fuerte” que ya Isaías aplicaba al Rey-Mesías, “fuerte, potente como Dios” (9,5) y que en el Antiguo Testamento es uno de los atributos del Creador, considerado soberano del universo y de la historia: “el Señor reina, se cubre de esplendor, se ciñe de fuerza” (Sal 93,1). La expresión “viene uno” recuerda el Salmo 118: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”, canto aplicado por Lucas a Jesús durante su entrada en Jerusalén; también el anuncio mesiánico de Zacarías: “He aquí Sión, que viene a ti tu Rey” (9,9).

Ø  Un gesto humilde: “yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”
Juan describe la figura de Cristo con sabor oriental: “desatar la correa de las sandalias”. Es el gesto que se deja para el esclavo. El Bautista delante del Mesías que viene se siente siervo, y el más humilde e indigno: “yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”.
Después presenta el bautismo que el Mesías anunciado cumplirá: “éste os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. En el Salmo 104,3 el Espíritu de Dios se define como Principio que crea y regenera el ser: “Envías tu Espíritu, todas las cosas son creadas y renuevas la faz de la tierra”. El fuego es por excelencia un símbolo divino: calienta e incendia, anima y destruye, es fuente de calor y de muerte.

c.    Las palabras del cielo sobre Jesús (Lc 3,21-22)
La segunda parte contiene un nuevo perfil o epifanía de Cristo. Esta vez es Dios mismo, y no Juan, el que diseña el retrato de Cristo con palabras solemnes: “Tú eres mi Hijo el predilecto, en ti me complazco”. Esta presentación y definición de Cristo es acompañada por una verdadera coreografía celestial (el cielo que se abre, desciende el Espíritu en figura de paloma, la voz del cielo) para mostrar las cualidades divinas de las palabras que se van a pronunciar sobre la persona de Jesús.

Ø  La paloma es símbolo del Espíritu de Dios que invadía a los profetas, pero que ahora se infunde en plenitud sobre el Mesías como había predicho Isaías: “Sobre él se posará el Espíritu del Señor” (11,2). La paloma indica que en la venida del Señor se realiza la presencia perfecta de Dios que se manifiesta en la efusión del Espíritu Santo que consagra a Cristo para su misión salvífica y para la tarea de revelar a los hombres la palabra definitiva del Padre. La paloma indica que Dios está disponible para encontrarse con el hombre. Encuentro que se hace verdad en la persona de Jesús. Si el Bautista había presentado a Jesús como el Mesías, ahora Dios se apresta a definir a Jesús como el Hijo “Predilecto”. Título que indica una presencia suprema de Dios y que supera a aquella que se experimentaba en el culto o en otros aspectos de la vida de Israel.

Ø  La voz divina es otro signo que acompaña a la manifestación de Jesús en las aguas del Jordán, evoca dos textos del Antiguo Testamento: El Canto Mesiánico que cita algunas palabras de Dios dirigidas a su Rey-Mesías: “Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado” (Sal 2,7). Jesús es el Hijo Predilecto, sinónimo de Unigénito. El segundo texto es un pasaje cercano a los Cantos del Siervo del Señor y que la liturgia nos propone en la primera lectura: “He aquí mi Siervo a quien yo sostengo, he aquí mi elegido en quien me complazco” (Is 42,1). En la persona de Jesús convergen y se hacen presentes dos figuras presentadas por Isaías: la esperanza del Rey y la figura del Mesías sufriente. La escena del bautismo presentada por Lucas es una verdadera catequesis sobre el misterio de la persona de Jesús, Mesías, Rey, Siervo, Profeta, Hijo de Dios.

La Palabra de Dios intenta mostrarnos con el relato del bautismo la solemne presentación de Jesús al mundo. Ésta se completará sólo en la cruz y en la resurrección. De hecho sobre la cruz se superponen dos rostros de Cristo, el humano-salvífico con la muerte en la cruz para nuestra salvación, y el divino a través de la profesión de fe del centurión: “Verdaderamente este es el Hijo de Dios”.
  1. Diferencias entre el bautismo de Juan y el de Jesús.
Los temas doctrinales manejan una pedagogía propia debido a la pluralidad de conceptos provenientes de las diferentes iglesias. Existen preguntas marcadas que van hilvanando toda la explicación doctrinal.
El Sacramento del Bautismo no es la excepción; se manejan ciertas preguntas generales para visualizar el tipo de iglesia que las predica. Un cuadro comparativo es el siguiente:

Doctrina Católica:                                      Doctrina Protestante: 
Es un sacramento                                                                Es un símbolo
Es necesario para la salvación                                        Se da para los salvos
Se administra a cualquier edad                                         Sólo para adultos
Puede ser por aspersión                                                  Sólo por inmersión
Perdona el pecado original                                                 No perdona nada
Con todo esto, podemos hacer un pequeño estudio doctrinal sobre el tema.

a.  El Bautismo como Sacramento.

Un sacramento es un signo eficaz de la gracia de Cristo para salvar a la humanidad. Estos signos que han sido dados por Jesús, son administrados en la Iglesia Católica, con el único fin de ser instrumentos de salvación y santificación para los fieles. Cristo dejó un signo visible, en el caso del Bautismo, el agua. Esta práctica del agua no es originaria del Cristianismo ni del Judaísmo, pero no por eso tiene un estricto sentido pagano; es más bien toda la prefiguración que muestran las Escrituras referentes al bautismo, las llevan a que el agua sea el signo central de este sacramento, remarcado por el nuevo valor que Nuestro Señor Jesucristo le da al mismo.

Como sacramento, el Bautismo, debe estar sellado por el Espíritu Santo, quien confirma que esta gracia de Cristo es auténtica y produce una santificación interior que acerca al bautizado a Dios. Para entender al Bautismo como sacramento, hay que verlo como la puerta que Cristo nos abre para entrar a una nueva vida, la vida en el Espíritu. Vida que se  desarrolla con los años y requiere de los otros sacramentos para ser plena.

Recuerdo una anécdota: “Un día se acercó un señor a la parroquia y me pidió que le buscara la fe de bautismo. Me dijo que de pequeño había sido bautizado en esta parroquia. Le comenté que me extrañaba mucho que él, siendo pentecostal, viniera a pedir su fe de bautismo a la Iglesia Católica. Me contó que necesitaba este documento para un trámite... y conversando con él me dijo que ahora, de mayor, se había bautizado en otra religión, porque le habían dicho que el bautismo de niños no es válido y además que Jesús se había bautizado de adulto…”.

Hoy hay mucha confusión entre nuestra gente acerca de la fe cristiana y muchos por falta de conocimiento bíblico abandonan la fe católica.
  1. El bautismo de Juan Bautista no es lo mismo que el bautismo de los cristianos.
Juan bautizaba a la gente adulta en el río Jordán, e incluso Jesús fue bautizado por él. Pero ¿qué significado tiene el bautismo de Juan?

Juan Bautista era el Precursor de Jesús, nuestro Salvador. Juan comenzó a predicar la penitencia y la confesión de los pecados para que la gente, con un corazón limpio, recibiera al Mesías que iba a venir pronto. Como signo de conversión y de perdón de los pecados, Juan llamaba a la gente a recibir el bautismo con agua en el río Jordán. Es decir el bautismo de Juan expresaba un cambio de vida, una verdadera conversión hacia Dios; significaba así una preparación para la venida del Señor (Mc. 1,3)

Jesús se hizo bautizar por Juan, aunque no tenía ningún pecado, y por eso, no necesitaba el bautismo definitivo: «Mi bautismo -decía Juan- es un bautismo con agua y significa un cambio de vida, pero otro viene después de mí y es más poderoso que yo: El los bautizará en el fuego y en el Espíritu Santo» (Mt. 3,11). Estos textos nos aclaran muy bien que el bautismo de Juan no es lo mismo que el bautismo cristiano católico.
  1. ¿Qué es el Bautismo instituido por Jesucristo?
Jesús resucitado, antes de subir al cielo, mandó a sus apóstoles: «Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt. 28,19-20).

También dijo Jesús: «El que crea y se bautice, se salvará» (Mc. 16,16).
Los apóstoles y los primeros cristianos estaban conscientes de que el Bautismo de Jesús era distinto del de Juan, era un mandato del Señor resucitado, y cuando comenzaron la predicación del Evangelio bautizaban a todos los que creían en Jesucristo.

El bautismo cristiano significa, sobre todo, un nuevo nacimiento, una nueva vida. Jesús dijo: «Si no renaces del agua y del Espíritu Santo, no puedes entrar en el Reino de los cielos» (Jn. 3-5).
  1. ¿En qué consiste este Nuevo Nacimiento?
Con el bautismo de Cristo nacemos a la vida de hijos de Dios: Por el bautismo «llegamos a tener parte en la naturaleza de Dios» (2 Pedr. 1,4); y «somos realmente hijos de Dios por adopción» (Rom. 8,16; Gál. 4,5). Desde ahora en adelante llevamos grabado en nuestro corazón el sello de Dios para toda la eternidad, y podemos clamar a Dios diciendo: «Abba-Padre» que significa «Papito». Dios, como Padre, nos cubre desde ahora y para siempre con su amor. Es el regalo más grande que podemos recibir acá en la tierra.

El bautismo nos incorpora a Cristo, es decir, somos de Cristo, somos cristianos: «¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos a Cristo Jesús, tenemos parte con El en su muerte al ser bautizados? Así pues, por medio del bautismo fuimos enterrados junto con Cristo y estuvimos muertos, para ser resucitados y vivir una vida nueva» (Rom. 6, 3-5).

«Todos ustedes que fueron bautizados para unirse a Cristo, se encuentran cubiertos por El como por un vestido... y al estar unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo» (Gal. 3, 27-28).
Eso quiere decir que por el bautismo somos injertados en el misterio pascual de Jesucristo: Morimos con él, somos sepultados con él y resucitamos a una nueva vida con él.

El Sacramento del Bautismo es un nuevo nacimiento en el Espíritu Santo: Dijo Jesús: «El que no nace del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn. 3, 5). Escribe el apóstol Pablo a Tito: «Cristo nos salvó por medio del Bautismo que significa que hemos nacido de nuevo, y por medio del Espíritu Santo que nos ha dado nueva vida. Por medio de nuestro Salvador Jesucristo, Dios nos ha dado el Espíritu Santo en abundancia» (Tit. 3, 5-6).

El Bautismo nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es su Iglesia: «Cristo es como un cuerpo que tiene muchos miembros y todos los miembros forman un solo cuerpo. Pues todos nosotros, seamos judíos o griegos, esclavos o libres, al ser bautizados hemos venido a formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu» (1 Cor 12, 12-13).

Somos uno en Cristo por el bautismo, un sólo pueblo de Dios formado por todas las razas y todas las naciones sin excepción. Pertenecer a la Iglesia de Cristo no es una simple afiliación, como hacerse socio de un club. Los bautizados formamos parte de una sola familia, somos hermanos entre sí. «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como Dios les ha llamado a una sola esperanza. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos» (Ef. 4, 4-6).
  1. ¿Qué se exige para recibir el bautismo?
Ø  Se exige primeramente la fe.
El bautismo es el sacramento de la fe, por el cual se acepta el Evangelio de Cristo. La fe está en el centro del Bautismo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos que, cuando un hombre de Etiopía quiso bautizarse, el diácono Felipe le dijo: «Si crees de corazón es posible». Respondió el etíope: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios» (Hch. 8, 37).

De esta forma la conversión, la aceptación de Cristo y su Evangelio por la fe es la primera condición para ser bautizado.

Ø  Se exige luchar contra el mal:
El bautismo no es para los cobardes, es para los que están dispuestos a luchar contra «los principados y potestades de las tinieblas» (Col. 2, 15). 

San Pedro expresa esta lucha del cristiano en la imagen “del león rugiente que espera el momento propicio para devorarnos” (1 Ped. 5, 8-11).

También San Pablo exhorta a los creyentes: «Revístanse de la armadura de Dios para que puedan resistir las tentaciones del diablo, porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra las fuerzas sobrenaturales del mal» (Ef. 6, 10-12).

Ø  Se exige ser testigo de Cristo:
«Los bautizados en Cristo reciben este poder del Espíritu Santo y serán testigos de Cristo en las partes más lejanas del mundo» (Hch. 1, 5-8). Serán testigos de la «vida recta, de devoción a Dios, de fe, de amor, paciencia y humildad de corazón. Pelea la buena lucha de la fe, echa mano de la vida eterna, pues para esto te llamó Dios y has hecho tu buena declaración de fe delante de muchos testigos» (1 Tim. 6, 11-12).

«Dios no nos ha dado un Espíritu de miedo, sino un Espíritu de poder, de amor y de buen juicio. No tengas vergüenza, pues, de dar testimonio a favor de Nuestro Señor... Acepta de tu parte los sufrimientos que vienen por causa del mensaje de salvación, conforme a las fuerzas que Dios da. Dios nos salvó y nos llamó a llevar una vida consagrada a El» (2 Tim. 1, 7-9).

El Sacramento del Bautismo es, sin duda, el regalo más grande y hermoso que podemos recibir. Pero al mismo tiempo ser bautizado exige de nosotros mucha seriedad.

Algunos dicen también que por qué no esperar a bautizar hasta que uno sea grande y decida si quiere o no ser bautizado. Desde ya les digo que el Bautismo es un regalo de Dios. Y entonces ¿para qué esperar a aceptar este regalo? ¿Para qué dejar que en la vida de un ser humano reinen por unos años las tinieblas pudiendo reinar la luz? Y hay otra razón: los papás para hacerte el regalo de la vida no te consultaron, porque la vida es un bien, es un regalo... de la misma manera, tus papás para hacerte el regalo de la vida divina no tienen para qué esperar a consultarte. Basta que ellos tengan fe y quieran para sus hijos este hermoso don.

Es posible que nunca hayamos tomado en serio esto o que hayamos sido bautizados cuando niños y no hayamos recapacitado sobre esto. Ojalá ahora, tomemos en cuenta la vida divina que nos da el Bautismo y seamos capaces de renovar y vivir día tras día nuestra vida cristiana como bautizados.
  1. ¿El Bautismo es necesario para la salvación?
Juan 3,5: «El que no renace del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos».
  1. ¿Por qué los protestantes están contra el bautismo de los niños?
Porque ellos dicen que los niños no pueden arrepentirse de sus pecados y también que los niños no pueden recibir la fe bautismal.
  1. ¿Por qué, según los protestantes, los niños no tienen derecho a ser bautizados?
Según los protestantes los niños, para bautizarse, deberían arrepentirse de sus pecados. Pero nosotros sabemos que los niños no tienen ningún pecado personal, por eso, no necesitan arrepentirse para ser bautizados. El  arrepentimiento sólo es necesario para los adultos que han cometido pecado.
  1. ¿Qué enseña Jesús sobre el Bautismo de los niños?
Jesús dice en Mt 28: «Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». ¿Quiénes forman los pueblos y las naciones? ¿Acaso no son los niños, los jóvenes y los adultos? La Iglesia bautiza a los niños en virtud de la fe y el compromiso de sus padres y padrinos.
  1. ¿Es anti bíblico bautizar a los niños?
De ninguna manera, en los Hechos de los Apóstoles: 16, 32-33 familias enteras fueron bautizadas. No podemos imaginar que los Apóstoles negaran el bautismo a los niños que formaban parte de las familias convertidas.
  1. ¿Qué dice la Tradición sobre el Bautismo de los niños?
San Ireneo en el año 205 dice: «Jesús vino a salvarnos a todos». ¿Será que los niños no son parte de este todo? San Agustín, en el año 481 dice en relación al Bautismo de los niños que «la Iglesia siempre conservó la costumbre y la tradición de bautizar los niños y que así lo hará hasta el fin».

Invito a vivir de manera coherente nuestro Bautismo. Así sea.

“Cuando Cristo entró en nuestro mundo, no vino a iluminar nuestros diciembres, vino a transformar nuestras vidas”

 P. Marco Bayas O. CM

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