“«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar
libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor»… «Hoy se
cumple esta Escritura que acabáis de oír»”
Lucas 1,1-4; 4,14-21: Excelentísimo Teófilo: Muchos han
emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado
entre nosotros, siguiendo las
tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego
predicadores de la palabra. Yo
también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he
resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido.
En
aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se
extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su
costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el
libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba
escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos
la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para
anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al
que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se
puso a decirles: – «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.».
- Jesús presenta el programa de su misión en Nazaret.
“La
solidez de las enseñanzas recibidas”. Todo fue anunciado por los profetas, Jesús
lo recuerda a los asistentes a la sinagoga: con Él se cumplen las profecías de
Isaías. Hay una coherencia histórica, todo ocurre conforme a un Proyecto
Divino, a un Plan de Salvación trazado por Dios desde siempre, nada ha sido
dejado al azar ni a la suerte.
Los
profetas anunciaron su venida, su Misión, su Plan de acción, su hoja de ruta: “Me ha enviado para anunciar el Evangelio a
los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”
Veamos cómo el Señor se ha venido manifestando en
estos domingos:
Ø En la Epifanía, su
manifestación a todos los pueblos de la tierra, representados en los sabios de
oriente (Mt 2, 1-12).
Ø En el Bautismo, su
manifestación ante el Israel arrepentido de sus pecados y bautizado por Juan en
Jordán (Lc 3, 15-22).
Ø En las bodas de Caná, su
manifestación a sus discípulos por medio del primer signo revelador de su
gloria, gracias a él comenzó el camino del “creer en él” (Jn 2, 1-12).
Ø Hoy escuchamos su discurso inaugural, la
presentación que él mismo hace de su persona y de su misión en la sinagoga de
Nazaret.
- Una aproximación al texto.
La lectura del Evangelio de este domingo, tiene
dos partes:
1º El Prólogo del Evangelio (1, 1-4), en él, Lucas
nos indica el cuidado que ha tenido para reunir los datos y tradiciones sobre
Jesús de Nazaret;
2º La presentación de Jesús en la sinagoga de Nazaret
(4, 14-21), todo parte de Jesús y los datos que los testigos oculares describen
después de la resurrección de Jesús, son los temas de la predicación sobre el
Mesías.
3. El evangelista Lucas presenta su obra (Lc 1,1-4)
Lucas es el único de los 4 evangelistas que se
preocupó por escribir un prefacio en el que les cuenta a los lectores de todos
los tiempos:
Ø El tema
y el propósito de su obra,
Ø Que no
es el primero en escribir un Evangelio,
Ø Las
fuentes en que se apoyó y el método de composición literaria,
Ø Que
garantiza la precisión de sus investigaciones,
Ø A quién
le dedica su libro.
En la lectura del Prefacio, aparecen las personas
que están implicadas en la auto-presentación de Lucas, así, tenemos a los
siguientes:
1º “Nosotros”; 2º “Ellos”; 3º “Yo”; 4º “Tú”. Profundicemos,
ahora, con la pedagogía de la espiral:
a. “Nosotros”:
La comunidad cristiana que está detrás de Lucas.
Lucas es miembro de una comunidad y un servidor de
ella. Lucas comparte una información, “los
eventos que han sido llevados a su total realización entre nosotros”. Los
“eventos” o hechos los narra el mismo evangelista: las enseñanzas, las obras y
especialmente la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A través de todos
estos sucesos de la vida de Jesús se realizaron las profecías; los discípulos
que “vieron” todo lo que pasó hasta el final, no fueron capaces de entender el
por qué del trágico destino. Sólo lo captaron cuando el mismo Jesús
resucitado se les apareció y les explicó la realización del plan de Dios
revelado en las Sagradas Escrituras.
b. “Ellos”:
Los que hacen resonar la voz del Resucitado fundando e instruyendo a las
comunidades (Lc 1,2)
Lucas presenta otro polo de referencia: los
evangelizadores. Ellos con su predicación han llamado a la fe a nuevos
creyentes, y luego han educado en el seguimiento de Jesús a las comunidades que
han nacido en la misión. Lucas los llama “servidores de la Palabra”.
“Los del principio”, los discípulos que Jesús
llamó, educó y envió en misión. Quienes vivieron una experiencia: ser “testigos
oculares” y “servidores de la Palabra”. Como “testigos oculares”, observaron
los hechos de Jesús, pero el ser “servidores de la Palabra” es resultado de la
catequesis del Resucitado el día pascual cuando, comprendieron los
acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Por eso, el servidor de la
Palabra es un “testigo pascual”.
c.
“Yo, Lucas”: el
Evangelista y su plan (Lc 1,3)
Lucas es un gran teólogo, catequista e investigador,
luego de corroborar por sí mismo, pone ahora por escrito todo lo sucedido con
el Señor.
d. “Tú”: Teófilo
para quién fue pensado este Evangelio (Lc 1,4)
El Evangelio y Los
Hechos de los Apóstoles están dedicados a un tal Teófilo. Nombre que significa “amigo
de Dios”. Para algunos comentaristas Teófilo era un cristiano conocido;
para otros, es un nombre simbólico. Y, por esto, la dedicatoria va dedicada a
cualquier cristiano de cualquier época.
4.
Jesús presenta su
obra (Lc 4,14-21)
Ubiquémonos: Ya transcurrió el tiempo de
preparación de Juan en el desierto (Lc 1,80), ya anunció su mensaje de
penitencia como “voz que grita en el desierto” (3,4) en los alrededores del
Jordán. Ahora es Jesús quien entra en acción. La acción comienza en
Galilea, en Nazaret, donde todo el mundo lo conoce desde pequeño.
Jesús se presenta en la sinagoga, en la cual cada
sábado participaba en la liturgia. El texto de Lucas nos presenta un sumario de
la misión de Jesús, la cual tiene como lugar privilegiado la asamblea de los
sábados en las aldeas de Galilea. Se presenta ante sus paisanos y les anuncia quién
es Él y cuál es su misión. Aquí viene una sorpresa, primero, y un escándalo
después.
a. La
proclamación de la Escritura: Jesús da a conocer su vocación y su misión en la
Palabra de Dios (Lc 4,14-19)
La escena se introduce con la noticia de la entrada
de Jesús en Galilea “con el poder del
Espíritu Santo” (4,14). Después de algunos años de ausencia Jesús entra en
el pueblo de Nazaret y va directo al lugar de encuentro de la comunidad, la
sinagoga, en día sábado. Se le da el texto de Isaías para que lo lea. Antes se
proclamó un pasaje de la Ley y se ha cantó un Salmo.
La atención se centra en el momento en que Jesús
hace la lectura del pasaje profético. Jesús, nos dice Lucas, desenvuelve el
rollo hasta Isaías 61,1-2 y lee un pasaje que será programático para toda su
misión mesiánica, texto que combina con Is 58,6. Varias enseñanzas surgen de
este hecho:
1º La lectura de la Biblia. Jesús
conecta desde el comienzo su obra con la Santa Escritura, con la Palabra de
Dios. En ella misma lee quién es Él: “El
Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido”.
Jesús ha leído su identidad y su misión en la
Palabra de Dios. Los misioneros cristianos harán lo mismo en los Hechos de los
Apóstoles: acudirán una y otra vez a la fuente viva de la Palabra de Dios saber
lo que tienen que hacer, para indagar la ruta que deben tomar en su proyecto
misionero.
2º El anuncio de la propia vocación. Jesús
afirma su identidad: Él es el Mesías, el Ungido. Jesús afirma con seguridad que
por medio de Él Dios está llevando a su plena realización sus promesas. Con la
fuerza que le da el Espíritu, este profeta y siervo del Señor es enviado a
llevarle una buena noticia a los pobres, a proclamar la liberación a todos los
oprimidos, a predicar el año de la misericordia del Señor (Is 61,1-2).
Desde el primer momento de su misión, Jesús deja
claro de dónde proviene su autoridad y qué poder lo respalda en todas sus
acciones. Esto que Jesús dice vale para Él mucho más que para cualquier otro
profeta, porque Él proviene directamente de Dios en cuanto Hijo suyo. A
partir de la relación de comunión estrechísima entre Jesús, el Espíritu y el
Padre, se realizan todas las acciones que narra el evangelio.
3º La misión transforma a fondo la realidad. El
pasaje de Isaías va en conformidad con lo que la asamblea litúrgica hebrea
celebra el día sábado: no sólo se celebra el séptimo día de la creación, es
decir, su cumbre, sino ante todo el hecho de que Dios no abandona sus criaturas
sino que se ocupa paternal y salvíficamente de ellas. Por eso el sábado se hace
memoria del éxodo, es día de celebración del Dios liberador. Isaías contiene la
profecía que alimentaba la esperanza del pueblo judío de la venida del Mesías y
de la inauguración del Reino de Dios.
b. Las
cinco tareas del Señor.
Jesús al anunciar su misión,
establece las cinco tareas prioritarias que el Padre le ha encomendado:
1º
Anunciar el Evangelio a los pobres,
2º
Anunciar a los cautivos la libertad,
3º
Devolver la vista a los ciegos,
4º
Dar libertad a los oprimidos;
5º
Anunciar el año de gracia del Señor.
El
problema surge cuando nos preguntamos: ¿Y qué es anunciar el Evangelio a los
pobres?; ¿Cuándo se anuncia el Evangelio a los pobres?; ¿Cómo se anuncia el
Evangelio a los pobres?
Los
pobres no viven de palabras. Ni tampoco son trampolín para que otros crezcan.
Los pobres han escuchado demasiadas palabras. Los pobres han escuchado el
anuncio de muchas esperanzas… y siguen siendo pobres, y con frecuencia, cada
vez más pobres. A los pobres no se les anuncia el Evangelio sentándonos en la
orilla, sino echándonos al agua y mojándonos.
Tendríamos
que comenzar por preguntarles a los pobres cómo nos ven a los que les hablamos
del Evangelio. Qué imagen tienen de nosotros. Qué piensan y qué imagen tienen
de los políticos, de los sacerdotes y de los religiosos. Y hasta me atrevería a
algo más: ¿Será que los pobres siguen creyendo en nuestras palabras?
No
creo que sea haciendo pobres a los ricos como salvaremos a los pobres. A lo más
tendríamos más pobres. La verdadera noticia para los pobres será que los que
tenemos mucho o algo, podamos compartir solidariamente con los que tienen menos
o no tienen nada.
A
los pobres no les molesta que haya ricos. Les molesta las tremendas diferencias
entre unos y otros. La insensibilidad de los que tienen para con los que no
tienen. Los gastos inútiles y los despilfarros de unos frente a las necesidades
de los otros. Les hiere la hipocresía de quienes les anuncian el Evangelio pero
siguen viviendo cómodamente sin privarse de nada y sin meter la mano al
bolsillo… Cuando Jesús envió a los suyos a testimoniar el Reino, los mandó sin
nada. Pobres entre los pobres.
Anunciar
la buena noticia a los pobres significa: Predicar la justicia y luchar por la
justicia y ser justos. Luchar para erradicar las causas de la pobreza.
Ponernos del lado de los pobres sin ser enemigos de los ricos, pero tampoco
defendiendo su causa. Defender la causa de los pobres, aunque nos pueda crear
problemas con los de arriba. Perturbar el orden defendiendo la justicia y la
dignidad de todos los hombres, no es perturbar orden alguno, sino tratar de
poner precisamente orden donde reina el desorden.
Lo
peor que podemos hacer es justificar la injusticia a título de evitar el
desorden que supone el cambio de la injusticia por la justicia. Es amar a todos
pero con un amor preferencial por los necesitados.
a. La
"Buena Noticia" es para los pobres.
Lucas nos presenta en la sinagoga de
Nazaret el discurso programático de Jesús: "Me ha enviado para dar la
buena noticia a los pobres..."
Ø ¿Quién es pobre, cautivo, ciego,
oprimido?
La palabra "pobre" es mal
interpretada. Están los pobres "de espíritu": los que necesitan de los
demás para ser ellos mismos, los que viven pendientes de los otros y olvidados
de sí mismos, son los "dichosos" de la primera bienaventuranza de
Mateo 5,3. Y están los pobres "materiales": los que viven en la miseria,
privados hasta de lo más elemental para vivir. Y así como los primeros son
"dichosos" por la opción personal que han hecho en sus vidas, estos
segundos necesitan librarse de su miseria.
Los pobres "materiales" no podrán
realizarse sin la esperanza de poder salir de su miseria, de su opresión, de su
esclavitud. ¿Cómo luchar por algo que se
cree imposible de conseguir? Tienen que escuchar, hablar y planear sobre la
forma de romper sus cadenas; tienen que abrir sus ojos y sus oídos, y ver con
claridad, apoyados en las palabras de Jesús, el camino que se debe seguir. El Evangelio
tiene que ser para ellos un mensaje de alegría y fiesta.
La pobreza personal es la señal para reconocer al verdadero
libertador de los pobres. Cuando algunos discípulos de Juan Bautista y él mismo
dudaban sobre si Jesús sería el verdadero Mesías o no, van a preguntarle y
Jesús les da la misma respuesta que en Nazaret, pero con hechos concretos: “Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y
oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los
sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena
noticia” (Lc 7,22)
La "buena noticia" de la
liberación de los pobres es la marca del Mesías. La señal que El mostraba para
probar que era el verdadero enviado de Dios. Y debe ser también la marca de la
Iglesia.
Cautivos: Cautivo es el que está en la cárcel. También
todos los que no se poseen, que están llenos de egoísmo, de vicios, de
pasiones... Es el cautiverio de las modas que "nos gustan", sin
pensar si ese gustarnos no es un manejo de la sociedad de consumo, un fruto de
la propaganda; cautiverio de un trabajo y estudio alienantes, preparados para
defender el montaje de la sociedad de consumo que nos impide una visión real de
la vida; cautiverio de los anuncios y programas de la televisión; cautiverio
del cine y revistas…; cautiverio de los "ídolos", a que es tan
propensa nuestra juventud; falta de verdaderos líderes que les indiquen la
dirección de la vida que realmente desean; cautiverio de unas prácticas
religiosas vacías que no llevan a ninguna parte; cautiverio de los propios
pecados; cautiverio de tantas ideas y costumbres que hemos canonizado porque
siempre fue así... Todos somos en gran medida cautivos, y a todos nos quiere
liberar Jesús. Lo que hace falta es que lo reconozcamos y queramos liberarnos.
Ciego es el que no ve. Y son también ciegos los que no ven el
mundo como Dios lo ve, los que no lo ven como una gran hermandad a conseguir. Y
es ciego, el pobre que es víctima de la injusticia y que no sabe o no quiere
salir de esa situación; el que llega a cegarse tanto que piensa que siempre
será lo mismo, y se conforma, se adapta, baja los bazos y deja de luchar.
Oprimidos son los que sufren las injusticias de los demás. ¿Nos sentimos oprimidos? En una
sociedad que nos ofrecen tantas cosas con todas las facilidades, comodidades y
rebajas que hagan falta, no nos gusta vivir con el sentimiento de estar
oprimidos. Y, sin embargo, lo estamos en gran medida.
Jesús quiere liberarnos de todas las
esclavitudes a que nos tiene sujetos "el pecado del mundo": la
ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión. Quiere liberarnos de todo tipo
de cadenas, de cualquier clase de ceguera, de todas las prisiones. Del egoísmo
personal de cada uno y del egoísmo organizado de las estructuras opresoras. De
las cadenas de unos estudios, trabajos, diversiones, religiosidades, relaciones
vacías, deshumanizantes y alienantes, que nos incapacitan para descubrir la
realidad que padecemos.
Jesús no se dejó usar. Con una visión realista, se daba cuenta de
que eran los escribas y fariseos los que oprimían diariamente al pueblo. Jesús
luchó por un cambio radical de las estructuras que oprimían al pueblo. Después
de veintiún siglos, seguimos sin querer enterarnos…
Por esto, los dirigentes religiosos miraron
a Jesús como a un revolucionario peligroso y lo asesinaron, se inventaron unos
motivos políticos. Hoy, con decir que murió para redimirnos y no como
consecuencia de su lucha, nos lavamos las manos de cualquier compromiso de
liberación del pueblo. Ser cristiano es luchar para que desaparezcan todo tipo
de opresiones.
b. "El Año de Gracia del Señor".
Es el año jubilar, al año de la remisión de
todas las deudas, en sentido universalista, para todos. Para los judíos el año
sabático, en el que se debía dejar en libertad a los esclavos y a los deudores
y hacer descansar la tierra (Ex 21,2; 23,10-11; Deut 15,1ss; Lev 25,3-17).
Dios no quiere que acaparemos; quiere que
se reparta mejor. La propiedad privada y privante, jamás fue de derecho divino.
Jesús anuncia el "año de gracia", en el que habrá justicia y libertad
para siempre en la tierra.
c. Liberación Evangélica.
No hay acción liberadora sin una previa
concientización liberadora, sin descubrir antes su necesidad.
No podemos permanecer "sordos" y
menos aún "muertos" (Lc 7,22) a la liberación proclamada por Jesús.
"Sordo" es el que no oye; pero lo es más aún el pobre que no oye las
voces que le hablan de liberación, porque su dolor le ha hecho perder las
esperanzas de cambio, y termina siendo fatalista y pasivo. "Muertos"
están los que nunca han vivido una vida humana; sólo han trabajado y sudado
como bestias, oprimidos por otros que viven a costa de ellos. Cuando estos
"ciegos" ven, estos "sordos" oyen y estos
"muertos" resucitan de sus tumbas de miseria, el reino de Dios está
llegando. Porque el Evangelio es una "buena noticia" de liberación
integral, que llegará más allá de este mundo, liberándonos para siempre de la
misma muerte, pero que comienza ya en esta tierra.
Liberación en el lenguaje bíblico, no es algo que se conquista para sí
mismo, sino algo que está en función de los demás. No es una posesión o un
objeto, sino una relación entre dos o más personas. Ser libre significa ser
libre para el otro, para los otros, para todos los otros, para el Otro. Sólo en
relación con todos los demás y con Dios somos libres. Esta libertad supone la
salida de uno mismo, la muerte de nuestro egoísmo y de toda estructura que nos
mantenga en él. La libertad se basa en la apertura a los demás. No podemos ser
libres mientras otros sean cautivos. La liberación o es colectiva o no existirá
jamás. La libertad es el camino para conseguir una sociedad justa.
La libertad sólo perjudica a los poderosos
y opresores. Es pavorosa la falta de libertad que padecemos. Una muestra es la
"información" que recibimos y que nosotros no podemos ofrecer ni
desmentir. La información es una de las mayores opresiones que pesa sobre la
sociedad actual, al estar controlada y manipulada para defender los sistemas y
poderes establecidos.
Quienes quieran mantener las cadenas, la
opresión, no son de Jesús. Los que tengan miedo de la libertad, quienes la
quieran diluir hasta reducirla a una pura comedia, no son de Jesús. La temen
por lo que ocultan.
Tratar al pueblo como un ignorante que
necesita que le impongan lo que debe hacer y que le prohíban expresarse
libremente, se parece a lo que hacían aquellos que mandaban en tiempo de Jesús.
No debemos olvidar que fue crucificado porque -decían los poderosos-
"revoluciona al pueblo" (Lc 23,14).
Sólo seremos libres si acogemos y valoramos
las voces proféticas que, nos llaman a seguir el camino de búsqueda del Reino
de Dios, anunciando "la buena noticia a los pobres, a los cautivos la
libertad, a los ciegos la vista, la libertad a los oprimidos", el oído a
los sordos y la vida a los muertos. El Evangelio es claro en decirlo y no hay
peor sordo que el que no quiere oír.
d. La "Buena Noticia" es el
mismo Jesús.
Jesús posee una visión penetrante de la
realidad. Por ello el Evangelio quema. Es la interpelación global y definitiva
lanzada por Dios al mundo. Capta todo como es; va a la raíz.
Este es el reto planteado, ahora y aquí: los
creyentes, sin confundir el Evangelio con ningún sistema ni ideología ni
partido político, tenemos que demostrar con hechos que no es inútil, que no es
opio.
El evangelio valora el pasado y lo integra,
abre una puerta de esperanza hacia el futuro, pero se refiere principalmente al
presente. Es una semilla que vale para todo tiempo, que en situaciones nuevas
tiene una nueva luz.
Los cristianos tenemos que irnos haciendo a
la medida de la Palabra y nunca reducirla a nuestros intereses. A Jesús no lo
podemos inventar.
Hoy vemos claramente que todo lo que le
importa al hombre le tiene que importar a Dios, por eso es Padre. Y si le
importa a Dios, ¿cómo no le va a importar a la Iglesia? Los cristianos más que
nunca, tenemos que luchar por la promoción humana de los que no tienen el
mínimo de condiciones para una vida digna. Es necesario, además, que nos
sintamos pobres, cautivos, ciegos, oprimidos, sordos, muertos, para poder
comprender el mensaje de Jesús.
En Jesús está la vida en toda su plenitud.
Por eso dice: "Hoy se cumple esta
Escritura que acabáis de oír". Con Él, el tiempo de gracia ha llegado
para los pobres, los cautivos, los oprimidos, los ciegos... Su gran presente es
la libertad: liberación de la ceguera del cuerpo y del espíritu, liberación de
la miseria y de la esclavitud y del pecado, siempre actual para nosotros.
Nos gusta la libertad que Jesús nos trae,
cuando la entendemos; pero nos da miedo el "precio" que tenemos que
pagar por ella. Inmediatamente nos damos cuenta de que tras la libertad
cristiana está la cruz, el cáliz... El estilo de vida que Jesús nos propone nos
permite poder ser personas, poder ser lo que somos. El evangelio nos libera, nos
permite ser y actuar de acuerdo con el sentido de la vida que todos queremos y
deseamos en lo más profundo de nosotros mismos. Si la cruz y el cáliz siguen
presentes, es porque, en todo progreso de maduración y crecimiento, las
dificultades y el dolor son elementos tan indispensables como la satisfacción y
el gozo por lo que vamos alcanzando. ¿Cómo tener lo segundo si rechazamos lo
primero?
e. Jesús
cumple la profecía: breve y tenaz homilía (Lc 4,20-21)
Jesús termina la lectura, se sienta y los ojos de
la gente que está en la sinagoga se fijan en Él, en sus rostros se nota la
curiosidad y la expectativa.
La homilía del pasaje de la Escritura que acaba de
leer consiste en una afirmación simple y contundente: “Esta Escritura, que acabáis de
oír se ha cumplido hoy” (v.21). La
frase se podría retraducir así: “Desde hoy, desde el momento en que he
proclamado este pasaje de la Escritura, desde el momento en que ha resonado en
sus oídos, esta palabra deja de ser una promesa profética y se convierte en
realidad en mi obra misionera”.
Algunos datos de la homilía de Jesús, se ponen a
continuación:
1º La Palabra de Dios proclamada desde muy antiguo, cobra
vida en la persona de Jesús y en aquellos que lo escuchan: Hasta el final del
Evangelio, Jesús estará repitiendo esto, así en el episodio de los discípulos
de Emaús (Lc 24,25-27) e incluso en la introducción a sus palabras de envío
misionero (Lc 24,44-45). De aquí en adelante tenemos que recordar esta lección:
no estamos leyendo relatos de pasado, “esta Escritura se cumple hoy”.
2º Se cumple el vínculo que hay entre las promesas
proféticas, que alientan la esperanza y su realización en
Jesús Mesías. La Palabra de Dios no es una palabra vacía que alimenta una
esperanza pasajera, sino al contrario, ella lleva a cabo lo que dice, gracias a
Jesús. Por eso, podemos confiar en la Palabra y apoyarnos en ella para que se
convierta en nuestro camino de vida.
3º La conexión entre el Libro, la Voz de la
proclamación y la Persona que encarna el mensaje. La Palabra de
Dios revelada a Isaías, un escrito suyo que lleva a convertirse en libro entre
los libros de la Biblia, es proclamada solemnemente y en voz alta en el ámbito
sagrado y comunitario de la liturgia, hasta que Jesús dice, el contenido lo
pueden ver en mí.
Este es un texto programático para la Iglesia y
para todo discípulo de Jesús, Ungido, para anunciar y realizar la liberación a
los pobres, encarcelados, ciegos, oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor.
La Iglesia tiene la misión, como los
primeros apóstoles, de ir anunciando y actualizando en cada lugar y en todo
tiempo que la acción salvadora del Mesías Jesús es constante. El “hoy” es
constante, porque siempre es “ahora” y “hoy” y en cada momento el Señor nos
está brindando su salvación.
La Liturgia de la Iglesia proclama la Palabra y
ésta no es sólo preparación para celebrar el sacramento (Bautismo, Penitencia,
Eucaristía…). La Palabra no se limita a ser memoria de un hecho pasado. Es la
actividad que se realiza en el momento en que se la proclama. Es “Palabra sacramental”,
porque sin pronunciar la Palabra no hay Sacramento.
Breve oración por los
Misioneros:
Protege, Señor, a tus misioneros, sacerdotes, religiosos, religiosas y
laicos,
que dejan todo para dar testimonio de tu palabra y de tu amor.
En los momentos difíciles, sostenlos, consuela sus corazones,
y corona su trabajo de frutos espirituales.
Y que tu imagen del crucifijo que les acompaña siempre,
les hable de heroísmo, de generosidad, de amor y de paz.
Amén.
Abundantes bendiciones, ojalá estas pistas de reflexión
nos ayuden.
“ El
misionero tiene el mundo por casa, el prójimo por riqueza y el Evangelio por
seguridad… Hacer muchas cosas en la Iglesia y no evangelizar es como reacomodar
los muebles cuando la casa está en llamas.”
P. Marco Bayas O.
CM
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