Día Mundial
de Oración por las Vocaciones.
Juan 10,27-30: En aquel tiempo dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco
y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las
arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y
nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”.
Introducción.
Después de los tres
primeros Domingos de Pascua, centrados en las apariciones de Jesús Resucitado,
sigue el Domingo dedicado al Buen Pastor.
«Conozco a mis ovejas»: Cristo Buen Pastor conoce a cada uno de los suyos con amor y
complacencia. Cristo me conoce como soy de verdad. No soy un extraño que camina
perdido por el mundo. Conoce mi vida entera, toda mi historia. Más aún, conoce
lo que quiere hacer en mí. Conoce también mi futuro. Ya lo afirma el Salmo 139:
“Señor, tú me sondeas y me conoces…”
«Mis ovejas escuchan mi
voz y me siguen»: Oyen, atienden con
interés y responden acogiendo la Palabra sembrada en el corazón. ¡Bella
definición de un cristiano! Se trata de estar atento a Cristo, de escuchar su
voz y de seguirle. El cristiano nunca está solo, porque no defiende una ideología,
sino que sigue a una Persona. Y seguir a Cristo compromete la vida entera.
«Yo y el Padre somos
uno»: Jesús actúa juntamente con el Padre y hace sólo lo
que el Padre hace. De la unidad en el actuar se deduce la unicidad de
naturaleza entre Padre e Hijo.
«Nadie las arrebatará
de mi mano»: Al que se sabe conocido y amado por
Cristo y procura con toda su alma, su corazón y sus fuerzas escuchar su voz y
seguirle, Cristo le hace esta hermosa promesa, todo esto, porque se las ha dado
el Padre, que todo lo puede, con el que Jesús es «Uno».
Cada año, en el cuarto
domingo de Pascua, leemos una parte del capítulo 10 de Juan, el tema es Jesús,
Buen Pastor. El pasaje de este año (Juan 10,27-30), se centra en la
responsabilidad del Pastor.
La intimidad que existe
entre el Padre y el Hijo se extiende a todos los discípulos, en esta intimidad
hay conocimiento,
vida y poder, que dan seguridad contra las amenazas externas.
¿Cómo lo hace? El
Pastor da la vida del Padre a todos los que escuchan su voz. La escucha genera
seguimiento. El seguimiento de Jesús conduce a la comunión con Dios, de quien
proviene la vida.
- Contexto del pasaje bíblico.
Jesús está en
Jerusalén, en tiempo de invierno; se celebra la fiesta judía de la Dedicación
del Templo, en el mes de diciembre. Jesús está paseándose por el pórtico de
Salomón.
Un grupo de judíos se
coloca alrededor de Jesús y le exige una respuesta clara y abierta sobre si Él
es o no el Mesías o el Cristo. Él no responde lo que esperan: un sí o un no. Su
respuesta va mucho más allá de lo que piden.
Jesús aborda el tema
del Pastor. La imagen del Pastor habla de la calidad de las relaciones y del
contenido de ellas; habla del qué, del
por qué y del para qué de una relación; habla de todo lo que alguien puede y
debe hacer por otro para ofrecerle bienestar y calidad de vida. Por eso la
imagen es perfecta para hablar de la relación entre Jesús y nosotros. Quien
quiera saber en definitiva quién es Él, cuál es su realidad más profunda, debe
contemplar sus actitudes y acciones de Pastor.
- A Jesús se le conoce contemplando su rostro de “Pastor”: Señor, ¿Quién eres Tú en mi vida?
Jesús no se describe a
sí mismo con definiciones abstractas sino de forma concreta, con acciones
verificables: “Las obras que hago en
nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí”.
Jesús pronuncia un
discurso que contiene una lista de verbos que expresan profundamente sus obras.
En estos verbos Aquél que ha venido al mundo como Verbo encarnado deja conocer
su identidad. Estos verbos son:
Ø
conocer,
Ø
dar (vida),
Ø
no dejar arrebatar de la mano:
proteger, ofrecer seguridad en el peligro… y
Ø
ser uno, es decir, atraer hacia la comunión total en la unidad de vida, de
proyecto y de acción.
En el contexto estos
verbos son variantes del gran verbo: Amar. En ellos se dice con claridad
de qué forma es el Cristo o Mesías para nosotros y qué podemos esperar que
suceda en el encuentro con Él.
Jesús, Pastor enamorado
y completamente entregado a sus ovejas, ilumina, rescata, purifica y dilata
nuestro amor, por eso necesitamos de Él.
Toma impulso entonces
el camino de la fe, la dinámica del creer, que es el de la relación cada vez
más profunda, estrecha y amorosa con Jesús, una relación tan viva y tan
diciente como la que se da entre un pastor y su oveja. El movimiento
del creer se especifica en los siguientes verbos:
Ø
escuchar la voz de Jesús,
Ø
seguir la dirección del Pastor,
Ø
descubrirse a sí mismo como don del Padre a Jesús.
Siete verbos claves de la relación con Jesús, que pueden ser visualizados y captados, con
todos los toques de ternura que entrañan, mediante la contemplación de la
relación de un pastor con sus ovejas.
No se debe perder de
vista la pregunta inicial. Estamos invitados a interrogar a Jesús: ¿Quién eres
tú para mí? ¿Qué haces por mí? ¿Cuáles son los indicadores de que tú eres mi Cristo?
Para comprender su
respuesta debemos dejarlo hablar y escuchar con atención su enseñanza. Su
respuesta afirma quién es verdaderamente Él, cómo está presente en nuestra vida
y qué podemos esperar de Él.
- La bellísima dinámica de la relación entre Jesús y “los suyos”.
Las palabras de Jesús
en Juan 10,27-30, con la figura del Pastor, se centran en la descripción de la
relación entre Él y los que le pertenecen, aquellos que han entrado en el
camino de la fe, confiando en Él sus vidas.
Las tres primeras
características de la relación con Jesús:
1º Mis ovejas escuchan
mi voz... y ellas me siguen.
Las dos acciones que
caracterizan a un discípulo de Jesús son:
- la escucha del Maestro y
- el seguimiento, mediante la obediencia a la Palabra.
Jesús habla de mis
ovejas, en primera persona. Son de Él, el Padre se las ha dado y él las cuida
con amor responsable. Esto implica mucho.
El mis ovejas, se vuelve me
siguen: Jesús, Buen Pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas, vive
toda su misión con una dedicación gratuita e incondicional, dispuesto a ofrecer
la propia vida, a afrontar la muerte, a exponerse en primera persona para
salvarlas, a tomar sobre sus hombros a las heridas por los lobos para impedir
que sean raptadas a su Padre.
Para Jesús no somos
números en medio de una masa de gente, ¡no! Él nos identifica claramente en el
cálido ámbito de familiaridad: conoce nuestra historia y porque nos conoce nos
acepta como somos, nos quiere más y nos introduce dentro de la relación todavía
más profunda que habita su corazón: la amistad con el Padre. Esta amistad es
eterna y nos ofrece vida eterna.
Jesús está cercano a
sus ovejas con premura, con atención, con paciencia, con delicadeza, con una
dedicación incansable hasta el don total de sí mismo sobre la Cruz, para que
las ovejas tengan vida.
3º “Mis ovejas no
perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano”.
Quienes entran en
relación con Jesús no se pierden ni son arrebatados de la mano de Jesús, porque
Él es Buen Pastor. Cuando hay amor nadie se quiere morir, el amor pide
eternidad. La relación con Jesús da vida y seguridad.
- Hay que corresponder al amor: la necesaria reciprocidad.
En la descripción de la
relación entre Jesús y los suyos puede verse que:
Ø
la iniciativa es de Jesús:
Él ha hablado y obrado primero;
Ø
Jesús entabla la
relación mediante la atracción y el llamado, no hay una superioridad que fuerce
a amar o a ir en contra de la voluntad;
Ø
Jesús busca incluso a
quien le cierra las puertas a su amor, como de hecho sucede en este pasaje con
sus enemigos que le interrogan.
El amor de Jesús Pastor
nos sobrepasa. Para que Jesús sea nuestro Pastor tenemos que dejarlo que nos
guíe en el camino recto: Salmo 23,3 y que este nuevo horizonte purifique todas
nuestras motivaciones y deseos, de manera que el mayor sueño de nuestra vida
sea el alcanzar la plenitud, la realización total de nuestro ser, que proviene
de la comunión eterna con Él.
Las palabras de Jesús enfocan
nuestra mirada hacia el futuro. Los verbos utilizados por Jesús Pastor van
progresando del presente hacia el futuro.
Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y la
tengan en abundancia”. Aparece la contundencia de esa afirmación: “Nadie las arrebatará de mi mano...”. Así
Jesús nos asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo el cariño que
nos tenga ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría prometernos, sus
tres bellas promesas:
Ø la vida eterna,
Ø la defensa de todo mal y
Ø la comunión indestructible.
- 1ª promesa: el don de una vida para siempre.
Para poder ayudarnos debemos
estar vivos; de hecho, cuando el ser amado muere ya no se puede hacer nada por
él. La relación con Jesús es diferente: para Él no existe el límite de la
muerte que nos deja impotentes para darle la mano a quien amamos. ¿Podrá haber
algo mayor que esto? Los cuidados de Jesús Pastor rompen la barrera del tiempo:
la finalidad última, el punto culminante de su ser Pastor por nosotros es darnos
vida eterna.
- 2ª promesa: un amor que resguarda al amado de todo peligro.
Esta promesa es para el
presente y el futuro. Desde ahora, nuestra vida está en manos seguras y su
protección es más fuerte que todas las fuerzas del mal que traen la ruina y la
destrucción. Si Jesús nos protege, no podemos perdernos, nada puede vencer su
mano protectora extendida sobre nosotros. Y todavía más: todos los signos de su
amor en el presente son una degustación primera de todo lo que quiere hacer por
nosotros sin fin, en la vida sumergida definitivamente con Él en la eternidad.
Así entendemos su
respuesta a la pregunta inicial sobre si Jesús es el Cristo. ¡Por supuesto que
sí! Su vida entera está en función de la nuestra. Jesús juega un papel decisivo
para el sentido de nuestra vida y para el logro de nuestra realización
personal.
Jesús no es un
personaje frío o indiferente, Él nos busca, nos conoce, nos ama apasionadamente
y hace por nosotros lo que ningún otro podría hacer. Por eso tenemos que
purificar nuestra fe en Él: Jesús no es un Mesías de bienes terrenos, si bien
su providencia nunca falta, ni tampoco un Mesías de esplendor y poder, aunque
su gloria es infinita, Jesús es el Pastor que nos invita a vivir una relación
intensa, profunda y estable con Él.
Detrás de todo está
Dios Padre: “Nadie puede arrebatar nada
de la mano del Padre”. Jesús
nunca se presenta como una persona solitaria, se muestra siempre como una
persona amada que es capaz de amar; siempre está generando y animando
relaciones. Nos habla de su relación con el Padre y muestra todo el hacer
eficiente, salvífico y vivificante que proviene de esta relación. El amor
fundante entre el Padre y el Hijo se concreta en obras vivificantes por la
humanidad.
La comunión de Jesús
con sus discípulos se deriva de la relación primera de Jesús Padre y está
resguardada por el poder del Padre. Jesús dice:
Ø
El Padre me los ha dado,
es una forma concreta del amor del Padre por Él: todo discípulo está inmerso en
el amor del Padre por Jesús,
Ø
El Padre es más grande
que todos,
Ø
Lo que está en manos
del Padre está seguro: nadie puede arrebatarlas
Ø
El Padre y Jesús son
uno.
Se describe el vínculo
de amor más fuerte y sólido que jamás podrá existir. Nadie es más poderoso que
Dios Padre y Jesús Pastor está sostenido por el poder y el amor de este Padre
con quien es uno: Yo y el Padre somos uno.
Jesús anuncia esta
Buena Nueva a sus discípulos con el símbolo de la mano que acoge, sostiene y
protege; mano potente y tierna del Padre Creador.
De esta forma el
pastoreo de Jesús tiene garantía: podemos confiar en Él porque bajo su
dirección lograremos la meta de nuestra vida. El futuro de nuestra vida no es
distinto del futuro de nuestro amor.
Esto no sólo vale para
nuestra relación con Jesús. Todo discípulo del Señor aprenderá a ser pastor de
sus hermanos, prolongando esta identificación de la relación del Padre con
Jesús y de Jesús con los suyos.
Estamos llamados, en nuestras
relaciones, a inspirar seguridad y confianza. De esta forma tejeremos la
anhelada comunión, la unidad como la del Padre y el Hijo, que colma de sentido
cada segundo de nuestro tiempo, que es capaz de vencer el mal que amenaza y
acaba con las relaciones más bellas, que es capaz, incluso de pastorear el amor
hasta traspasar las barreras del muerte y prolongarlo indefinidamente en la
eternidad.
La
voz amorosa del Pastor seguirá resonando durante todo el tiempo, porque el
Resucitado está ahora en medio de nosotros realizando todo lo que su amor nos
promete. Quien ama promete y cumple. A diferencia de nuestro amor y de nuestras
promesas, el de Jesús tiene un fundamento y una garantía: su amor y su promesa
ya se hicieron realidad en su Misterio Pascual, en su muerte y resurrección por
amor a nosotros. Lo que tenemos que hacer es tratar de comprender la Cruz
Pascual de Jesús, la Cruz luminosa del Buen Pastor que dio su vida por
nosotros.
El Evangelio quiere
impregnar en nosotros una renovada confianza en Dios. Jesús es el Pastor Resucitado
que no deja de decirnos: “Os he dicho
estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero
¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33).
El evangelio del Buen
Pastor no sólo nos da la Buena Noticia de que Jesús Resucitado está y camina a
nuestro lado en todos los instantes de nuestra vida sino que la profundiza: nos
invita a descubrir todo lo que su presencia viva está obrando en nosotros y
todo lo que seguirá haciendo de aquí en adelante para que tengamos vida en
abundancia.
4. Una bella parábola de un Pastor: Una caña en el cañaveral.
Yo era sólo una caña.
Había crecido como las demás en el ambiente húmedo y apacible de la orilla del
río.
Pero mi vida no tenía mucho
sentido. No era ni árbol frutal que alimentara a pájaros y niños, ni rosal que
llenara de color y aromas los altares y las novias. Sólo una caña hueca a
menudo agitada por el viento, confundiendo la vida con el movimiento, aunque a
veces sonaba en mi como música la brisa. Alguna vez sentí envidia y me puse a
soñar, cuando se acercaba al río el pastor y yo quería ser su flauta de pastorear.
Pero yo sólo era una caña vacía, sin fruto y sin futuro, en el cañaveral.
Un día de verano se acercó el joven
pastor hasta la orilla entre silbos y cantares. Y me tomó en su mano, y me puse
en sus manos, y, arrancándome del lodo y el aburrimiento me llevó a la sombra
de la encina, donde las ovejas sesteaban.
Me acarició limpiándome el barro
adherido y con su navaja de partir el pan fue haciéndome a su medida, cortando
lo sobrante, puliendo lo tosco y desabrido, abriéndome agujeros, vaciando mi
vacío. Dejándome yo hacer al tacto de sus dedos, sin poner reparos, sin miedos,
ni recelos. Y me probó en su boca dándome el primer beso verdadero, y para
hacerme a sus labios, me recortó en un extremo, probando y volviendo a probar mi
ajustamiento.
Yo era sólo una caña vacía pero el
pastor se enamoró de mi vaciamiento, y al llevarme a la boca, abierta ya a su
espíritu, su aliento llenó mi estéril oquedad de soplo de vida de fuego, de
música y armonía, de vibraciones sonoras y melodías al ritmo de sus dedos y a
sus caricias.
Yo era sólo una pobre caña, pero,
puesta en las manos del pastor, soñada en sus sueños, modelada a su aire y su
estilo, con el beso de sus labios y su aliento, movida al ritmo de sus dedos,
soy toda música, soy ya una flauta, su flauta, la que lleva en el zurrón todos
los días junto al pan y el vino, la flauta de su música que ya conocen sus
ovejas y les guía por el camino.
La flauta que llena de melodías los
campos y las tardes, de alegría el corazón de quienes la escuchan, de sonrisas
el alma de los niños y los pobres. Yo era sólo una caña pero estaba llamada
desde siempre a cambiar mi vacío en música, y ser su flauta.
Bella
parábola, si quieres ser música para Dios, abandónate en las manos del Buen
Pastor, capaz de transformarlo todo…
- Breve Catequesis del Sacramento del Orden: La tarea de ser Pastores con el corazón de Jesús.
El Orden es el
sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue
siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos (Mateo 28,16-20). Es
el sacramento del ministerio apostólico y comprende tres grados: episcopado,
presbiterado y diaconado.
El
sacramento del Orden comunica un poder sagrado, el mismo de Cristo. El
ejercicio de esta autoridad debe medirse según el modelo de Cristo, que por
amor se hizo el último y el servidor de todos. Este sacerdocio es ministerial.
Esta función, que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero
servicio. Está enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende
totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los
hombres y de la comunidad de la Iglesia.
- Los Pastores tienen la misión de enseñar (Mt 28,20)
Los Obispos con los Presbíteros,
sus colaboradores, tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de
Dios, según la orden del Señor. Son los predicadores del Evangelio que llevan
nuevos discípulos a Cristo. Son los maestros auténticos, por estar dotados de
la autoridad de Cristo.
El oficio pastoral del
Magisterio está dirigido a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la
verdad que libera. Debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y
garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica.
- Los Pastores tienen la misión de santificar (Mt 28,19)
El Obispo y los Presbíteros
santifican la Iglesia con su oración y su trabajo, por medio del ministerio de
la palabra y de los sacramentos. La santifican con su ejemplo, no tiranizando a
los que les ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Así es como
llegan a la vida eterna junto con el rebaño que les fue confiado.
- Los Pastores tienen la misión de gobernar (Mt 28,16-20)
Los obispos, vicarios y
legados de Cristo, gobiernan las Iglesias particulares que se les han confiado,
no sólo con sus proyectos, con sus consejos y con ejemplos, sino también con su
autoridad y potestad sagrada, que deben ejercer para edificar con espíritu de
servicio que es el de su Maestro.
El Buen Pastor será el
modelo y la "forma" de la misión pastoral del obispo. Consciente de
sus propias debilidades, el obispo puede disculpar a los ignorantes y
extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los que cuida
como verdaderos hijos.
- Los Sacerdotes representan a Cristo.
En el servicio eclesial
del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente en su Iglesia como
Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio
redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que, en
virtud del sacramento del Orden, el sacerdote actúa «in persona Christi Capitis» (en la persona de Cristo Cabeza). Por
la consagración sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder
de Cristo mismo a quien representa.
Esta presencia de
Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese exento de
todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, del pecado. No
todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza
del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de
modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la
gracia, existen muchos otros actos en que la condición humana del ministro deja
huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden
dañar por consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.
En último término es
Cristo quien actúa y realiza la salvación a través del ministro ordenado, la
indignidad de éste no impide a Cristo actuar.
- Los Sacerdotes también representan a la Iglesia.
El sacerdocio
ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo, Cabeza de la
Iglesia, ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la
Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia y sobre todo cuando
ofrece el sacrificio eucarístico.
La oración y la ofrenda
de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza.
Todo el cuerpo, cabeza y miembros, ora y se ofrece, y por eso quienes son
específicamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino
también de la Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia
porque representa a Cristo.
- El Carácter Sacerdotal es imborrable.
El sacramento del Orden
configura con Cristo mediante una gracia especial del Espíritu Santo a fin de
servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación se
recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la
Iglesia, en su triple función de Sacerdote, Profeta y Rey.
Como en el caso del
Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es
concedida de una vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también un
carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un
tiempo determinado.
Un sacerdote
válidamente ordenado puede ciertamente, por causas graves, ser liberado de las
obligaciones y las funciones vinculadas a la ordenación (secularizado), o se le
puede impedir ejercerlas (suspendido), pero no puede convertirse de nuevo en
laico en sentido estricto porque el carácter impreso por la ordenación es para
siempre. La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación, lo marcan
de manera permanente.
- Terminamos en espíritu de oración: Salmo 23
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Testimonio en tiempos de comunismo: "Durante
sesenta años hemos permanecido sin iglesia y sin sacerdote, pero estaba esta
tumba; y durante las fiestas veníamos aquí y rezábamos sobre esta tumba,
incluso confesábamos nuestros pecados. Ninguno de nosotros ha conocido al
sacerdote que está aquí sepultado. De él sólo sabemos lo que nos han contado
nuestros abuelos. Y, sin embargo, durante estos sesenta años él, de modo
invisible, ha estado presente entre nosotros, como si hubiera salido de la
tierra para enseñarnos a ser fieles a nuestra vocación cristiana. Gracias a
esta tumba hemos conservado la fe, que ahora renace y se refuerza". Gracias
a Dios, en nuestra Iglesia hay muchos sacerdotes santos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario