lunes, 3 de septiembre de 2012

DOMINGO XXII ORDINARIO Ciclo B Evangelio Marcos 7,1-23



“Dejan a un lado
el mandamiento de Dios
y siguen la tradición
de los hombres”.
Retomamos en este domingo, el Evangelio de San Marcos. A continuación propongo algunos “destellos de luz”, para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
El Evangelio trata sobre la pureza del corazón. El hombre “puro” tiene el corazón puro, porque sigue la voluntad de Dios revelada en la Biblia. Para purificar el corazón, hay que purificar el amor. 
En el texto, Jesús establece dos principios fundamentales: 
1º La prioridad de la Palabra y la centralidad del corazón,
2º Invita a analizarlos a partir de casos concretos.
Así, Jesús nos enseña el “hacer” que Dios espera de personas nuevas.
Una división del texto puede ayudarnos en la lectura y comprensión:
Mc 7,1-2: Ataque de los fariseos y libertad de los discípulos.
Mc 7,3-4: Explicación sobre la Tradición de los Ancianos.
Mc 7,5: Escribas y Fariseos critican a los discípulos de Jesús.
Mc 7,6-8: Dura respuesta de Jesús sobre la incoherencia de los Fariseos.
Mc 7,9-13: Cómo los fariseos vaciaban de contenido el Mandamiento de Dios.
Mc 7,14-16: Aclaración de Jesús a la gente: nuevo camino para llegar a Dios.
Mc 7,17-23: Aclaración de Jesús a los discípulos.
Sin embargo, podemos dividir el texto en tres partes:
   1.    El planteamiento del problema (Mc 7,1-5), se formula en el versículo 5; un grupo de Fariseos y Escribas escandalizados hacen una pregunta ante el comportamiento extraño de los discípulos de Jesús. 
  2.   La primera parte de la respuesta de Jesús (Mc 7,6-13), enfoca la centralidad de la “Palabra de Dios”. Jesús se dirige con palabras fuertes a los Fariseos y Escribas que lo interpelaron. La frase central está en el versículo 8. 
3.   La segunda parte de la respuesta de Jesús (Mc 7,14-23), invita a poner la atención en el “Corazón” del hombre como fuente de maldad y contaminación. La frase central está en el versículo 21.

Aplicando la pedagogía de la espiral, ascendamos con el Señor.
  1. El Planteamiento del problema (Mc 7,1-5)
Los Fariseos y Escribas asumen el rol de “inspectores”, juzgan el comportamiento de los discípulos de Jesús, con relación a las normas de pureza ritual en la mesa: “algunos discípulos (de Jesús) comían los panes con manos impuras”.
Fariseos y Escribas vienen donde Jesús revestidos de su autoridad de intérpretes de la Ley y lanzan la acusación. Los Escribas son los encargados de velar por la preservación de la doctrina y los Fariseos son los que promueven la puesta en práctica, no sólo de la Ley de Moisés (Toráh) sino de todo el conjunto de enseñanzas creadas por ellos.
La intención de los Escribas y Fariseos, en principio, es buena. Su propósito es promover un pueblo de la Alianza, fiel y consagrado a Dios. El problema era que al lado de la Ley Escrita en la Biblia, habían colocado al mismo nivel, la Ley Oral creada por ellos, llamada la “tradición de los antiguos”, cargada de detalles y exigencias, resultando más importante que el texto inicial. Esto tuvo consecuencias gravísimas, los maestros querían exhibir una religiosidad perfecta: ¡Un gran peligro para una verdadera espiritualidad!
El punto de discusión entre las autoridades y Jesús está en por qué “la tradición de los antiguos”, no tenía ningún valor para sus discípulos. Un hecho notable era el que comieran “sin lavarse las manos”. 
¿Por qué era un problema comer con las manos “impuras”? Se trata del lavado ceremonial que se hacía antes de comenzar el culto. No sólo era una cuestión de higiene, sino una preparación espiritual para realizar un acto sagrado. Una persona que no lo hiciera, quedaba automáticamente excluida del culto, de la comunión con Dios, y por lo tanto, marginada en la comunidad de fe: Éxodo 40, Levítico 15 y Números 19. Sin pureza  o santidad no se puede entrar en la presencia del Señor (Salmo 24,3-4; Isaías 6,5-6). Por lo tanto, lo que está en juego es la comunión con Dios por medio de la “pureza”.
¿La pureza de qué? “Pureza” o “impureza” suena hoy a caduco. No tenemos nada en común con las prescripciones judías sobre la pureza. Los buenos modales, la higiene y el tipo de alimentos que comamos, no tienen ninguna relación con la espiritualidad ni con Dios. Pero en el texto hay un aviso espiritual importante; el problema ya no es ¿qué nos hace puros o impuros?, sino ¿qué criterios valoran nuestro comportamiento con el prójimo? y ¿qué es lo que determina nuestra relación con Dios?
  1. Respuesta de Jesús a los Fariseos y Escribas: La prioridad de la Palabra (7,6-13)
Jesús responde progresivamente. Se dirige primero a los Escribas y Fariseos (7,6-13), luego a la gente (7,14-16) y finalmente, en privado, a sus discípulos (7,15-23). Jesús aclara el tema de la relación con Dios, de la que se deriva la relación con los demás, acentuando la prioridad de la Palabra de Dios (7,6-13) y la centralidad del corazón (7,14-23).
En la respuesta a los Fariseos y Escribas, Jesús destaca la prioridad de la Palabra de Dios de dos maneras: 
1º La cita profética y su comentario: Palabra de Dios frente a la tradición de los hombres (7,6-8)
Jesús cita el texto de Isaías 29,13, denunciando así su “hipocresía”: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.” Y luego se la aplica al reclamo que le están haciendo: “Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Mc 7,8).
Jesús pone en el centro el Mandamiento de Dios. Nuestro actuar debe estar determinado por los mandamientos, todo lo que se opone y limita su cumplimiento es palabra de hombre. Sólo por este criterio se puede determinar si una persona está “lejos” o “cerca” de Dios. Desde ya se plantea la cuestión del “de labios para dentro” o “de labios para fuera”. 
2º Jesús explica la prioridad de la Palabra de Dios, tomando como ejemplo el 4º Mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” (7,9-13).
Jesús dice que en lugar de ayudar a vivir la Palabra de Dios, la enseñanza farisea rabínica lo que ha hecho es anularla (Palabra de Dios vs. enseñanzas de los hombres), en torno a un mandamiento concreto muestra el daño que han hecho estos maestros. Notemos la insistencia: 
v.9: Mandamiento de Dios frente a vuestra tradición;
v.10.11: Moisés dijo frente a vosotros decís;
v.13 La Palabra de Dios frente a vuestra tradición.
Al decir, “y hacéis muchas cosas semejantes a éstas” (7,13), Jesús dice que el caso del cuarto mandamiento es apenas un ejemplo claro de la manera como se llega a anular la Palabra de Dios.
¿Por qué Jesús usa como referencia el cuarto mandamiento?
 
Todos los mandamientos deben ser cumplidos puntualmente. De ninguna manera se puede privar al padre y a la madre de lo que les corresponde, que ninguna acción aparentemente devota anule el mandamiento de Dios. Por hacer cosas para Dios no se puede dejar de lado la responsabilidad que Dios quiere que tengamos con los demás comenzando con los más “próximos”, o sea, los padres. 
En el AT el mandamiento de honrar al padre y a la madre se distingue de los otros, porque es el único, junto con el del sábado, que aparece en forma positiva, mientras que los otros mandamientos se expresan de manera negativa diciendo lo que no se debe hacer, en estos dos se afirma más bien lo que sí debe hacerse. 
El sentido del cuarto mandamiento es que el querer de Dios es que tratemos a nuestros progenitores con respeto. El mandamiento general “Ama a tu prójimo como a ti mismo” se debe concretar y se debe demostrar en primer lugar en la práctica del precepto “Honra a tu padre y a tu madre”. Es más: 
1º ahí es donde se ve el verdadero amor;
2º ahí, en la relación positiva con ellos, es donde se preparan las relaciones positivas con las demás personas;
3º ése es el amor fundante, primero y más hondo en la afectividad humana, que nos capacita y nos purifica para amar a todos los demás.

El texto leído hoy.
Jesús pide examinar con sentido crítico las normas que determinan nuestro comportamiento. Todo nuestro actuar debe estar orientado a cumplir los mandamientos de Dios. Algunas prescripciones devotas, y otras no tan devotas, quisieran ponerlos a un lado.
Algunas disposiciones humanas nos imponemos o nos imponen. Nos dejamos guiar por lo que es considerado deseable, necesario, moderno, actual, etc. Jesús nos dice que el único punto de referencia válido es el mandamiento de Dios, todo lo demás debe estar orientado hacia él y no al contrario. Para nosotros es importante estar en la justa relación con Dios, esta la verdadera pureza. La relación con la familia es el primer espacio para esto. 
3º La enseñanza de Jesús a la gente y a los discípulos: para entrar en comunión con Dios hay que purificar la raíz, el corazón (7,14-23)
.
Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón, salen las intenciones malas... Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre” En la primera parte de su respuesta, Jesús dejó en claro el primado de la Palabra de Dios.
Falta un paso importante en la enseñanza, el punto más alto: la práctica puramente exterior de la ley no es suficiente, es el corazón del hombre el que debe orientarse a la voluntad de Dios. La sintonía con Él debe ser total, de corazón, sólo así se ama con un amor purificado y este es el verdadero culto que agrada a Dios y hace grande a cada persona. 
Jesús procede así: 
Enuncia un nuevo Principio Solemne delante de la gente (7,14-16): Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga.
 
Jesús dice que las acciones malvadas provienen del corazón malvado, no es sólo problema de la sociedad, de la estructura, del sistema, sino del corazón del hombre de donde todo procede. Por eso la primera preocupación de una persona debe ser la de tener un corazón puro, porque desde allí se transforma el mundo entero.
Jesús profundiza esto con sus discípulos en la intimidad de la casa (7,17-23) hasta el punto que “así declaraba puros todos los alimentos”, frase osada, ya que Jesús suprime definitivamente una antigua norma del Antiguo Testamento: “Separad lo puro de lo impuro” (Levítico 10,10; 20,25). Jesús va al fondo, de donde procede toda renovación auténtica, al “corazón”. 
Del corazón de los hombres, salen las intenciones malas
¿Qué indica el término “corazón”? En el mundo simbólico bíblico, el “corazón” es el lugar profundo en el que la persona toma conciencia de sí misma, reflexiona sobre los acontecimientos, medita sobre el sentido de la realidad y asume comportamientos responsables ante los hechos de la vida y ante el misterio de Dios. El “corazón” tiene relación con la salvación. La salvación es eficaz cuando pasa por el “corazón” de cada persona y lo convierte, por la fuerza del Espíritu Santo en un nuevo corazón movido por el amor Dios para amar a los demás como él lo hace. Cuando hablamos de “corazón” hablamos de “amor”. 
¿Cómo se purifica el corazón?
Jesús en los versículos siguientes nos da una excelente oportunidad para  explorar nuestro corazón. Volvemos a las preguntas: ¿qué criterios debemos valorar en nuestro comportamiento con el prójimo? y ¿qué es lo que tiene un peso determinante para nuestra relación con Dios?
Jesús establece que el corazón puro y la conciencia libre son la fuente de la vida moral o el foco de la contaminación, “las perversidades que contaminan al hombre” o la fuerza del amor que transforma el mundo. El “corazón puro” es el corazón “purificado” que pone todo su interés en Dios y en el próximo, para hacer siempre el bien. Según la Palabra para purificar el corazón es necesario:
Arrepentirse y volver a Dios. Jer. 4,14: "Lava tu corazón de mal­dad, oh Jerusalén". Israel tuvo que arre­pentirse de su idolatría y volver a Dios.
Hech. 15,9, dice Pedro acerca de Cornelio y su casa, "ninguna diferencia hizo entre nosotros (judíos) y ellos (gentiles), purificando por la fe sus cora­zones". Dios purificó sus corazones por "la fe sola". Hech. 10,48, "Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús".
Por la obediencia. 1 Ped. 1,22: "Habiendo purificado vuestros almas por la obediencia a la verdad... amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro".
Por obedecer al Evangelio. Heb. 10,22: "purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura"
Por la renovación del en­tendimiento, y la purificación de los afec­tos: Rom. 12,2; Efes. 4,23; Col. 3,10.
El corazón de Jesús frente al corazón humano.
Con una lista de doce pecados, que abarcan los campos principales del comportamiento humano, se diseña el perfil del hombre viejo y los aspectos de la vida donde debería brillar con mayor razón el hombre. 
Las maldades enumeradas son una serie de reproches, de actitudes por evitar porque nos separan de Dios y nos hacen incapaces de conocer el misterio de Dios. Se trata de una pequeña suma de la catequesis moral de la Iglesia primitiva: “de dentro del corazón del hombre proceden...” (7,21). 
La frase de la cual se deriva todo es: “del corazón del hombre salen las intenciones malas”. El pecado no es una casualidad, es deliberado. Toda decisión tiene una motivación. Cuando la motivación es mala, la acción es mala. Antes de volverse acción concreta, el pecado es elaborado en el corazón. El pecado no sucede “porque sí”, tiene sus “razones” en el corazón de quien lo comete, por lo tanto hay responsabilidad personal.
Lo que sale del corazón humano:
Las “fornicaciones”: Deseos sexuales incontrolados que conducen a relaciones sexuales inmorales, habituales, reiterativas, viciosas. El criterio es la propia satisfacción, haciendo de la pareja un objeto para la propia autocomplacencia, sacrificando el verdadero amor. El daño que se hace a la persona amada, a la víctima, es muy grande.
 
2º Los “robos”: Apropiarse de lo ajeno se convierte en un comportamiento habitual. No hay una escala de valores. Se coloca el entorno al servicio de los propios intereses. El delincuente engaña siempre a los demás. 
3º Los “asesinatos”: La negación del otro llega a su punto más grave: no sólo lo usa sexualmente, no sólo se apropia de sus bienes sino que le quita incluso la vida, el valor más preciado. El homicidio en todas sus formas.
4º Los “adulterios”: De la inmoralidad sexual se pasa a la “infidelidad” a la persona a la cual se le prometió amor total: “hasta que la muerte nos separe” 
5º Las “codicias”: Es mal manejo del “deseo”. Se trata de una acción mala derivada de una motivación interna mala y va en una doble dirección:
De fuera hacia dentro: encontrar placer en el “llenarse” de cosas, con tres habituales manifestaciones:
a.      el deseo compulsivo de llenarse de cosas (se antoja de todo lo que ve) malgastando el dinero en lo que no vale la pena (el lujo desmedido),
b.     el entrar en competencia con los demás motivado por la envidia: “si fulano tiene esto, yo también lo quiero, y ojalá mejor que él”,
c.      el placer de exhibir lo que se tiene con el fin de obtener una nueva ganancia: la felicitación y la envidia de los otros.
De dentro hacia fuera: la tacañería o avaricia, la persona se vuelve “mezquina”, lo contrario de “don generoso”; (2 Cor 9,5) y avara, casi incapaz de ser generosa.
Cuando esto sucede, las relaciones comienzan basarse en las “cosas” y se pierde de vista al “otro” como valor fundamental, de ahí que sea en el fondo una negación de Dios, quien es el “Otro” por excelencia.
6º Las “maldades”: No se trata sólo de hechos malos en sí, sino de una persona que está dañada en la estructura de su personalidad y encuentra placer en hacer daño a los otros; goza en ver a los demás sometidos, humillados, vapuleados, divididos; se alegra cuando otra persona cae en desgracia. Una persona “perversa” cuya motivación fundamental en la vida es ver las desgracias de los otros, tiende a agrupar en torno a sí a otras personas de la misma calaña. El “Maligno” es el título de Satanás, el que siendo malo en sí mismo, hace que los otros sean tan malos como él. 
7º El “fraude”: Lo que llamamos “viveza criolla”. Persona que actúa con engaño, con el fin de lograr sus deseos ocultos. Fraude proviene de “dolo”, la carnada que se coloca para hacer caer a una víctima en la trampa. Usar la inteligencia para el mal. Lo contrario es ser “transparente”. 
8º El “libertinaje”: El “desenfreno”, se trata del comportamiento de quien no acepta reglas, sintiéndose con derecho a todo. Su criterio de acción es el capricho personal y para conseguirlo pasa por encima de lo que sea.  El que actúa por fraude, obra ocultamente; el que actúa por libertinaje hace sus maldades públicamente sin temor a escandalizar, perdiendo el respeto por sí mismo y por los otros, se vuelve literalmente en un “sin-vergüenza”. 

9º La “envidia”: Comportamiento de quien mira con rabia el éxito y la felicidad de los demás. Persona que considera que no es suficientemente amada y que vale poco, por eso los demás son una amenaza. En el fondo se trata de un problema espiritual serio. En Mt 20,15, indica una actitud de envidia y casi de crítica con relación a los designios de Dios. Es casi una acusación a Dios. 
10º La “injuria”: El término significa “calumnia” o “blasfemia”, en este contexto se refiere a Dios, del insulto a Dios, a quien se le debe la adoración y la alabanza. La persona considera que no tiene nada que agradecerle a Dios, lo insulta y ofende; el resentimiento es grande. 
11º La “insolencia”: Es consecuencia de la anterior. La persona piensa que no tiene necesidad de Dios, que puede hacer y deshacer todo. Es el engrandecimiento de sí mismo, el orgullo, la autosuficiencia, la arrogancia. Mira con desprecio a los demás, pues él siempre es el mejor. La persona en su arrogancia se coloca al nivel o incluso por encima de Dios. El Salmo 73,6-9 describe la actitud del hombre rico y poderoso que se cree Dios:

 “el orgullo es su collar, la violencia es el vestido que los cubre... se sonríen, hablan con maldad, hablan altivamente de opresión, ponen el cielo en su boca, y su lengua se pasea por la tierra... dicen: ¿Qué va a saber Dios?  Isaías profetiza: “Tú que habías dicho en tu corazón: Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono... subiré a las alturas del nublado, me asemejaré al Altísimo, ¡Ya! al abismo has sido precipitado, a lo más hondo del pozo” (14,13). “Dios resiste a los soberbios” (Sant 4,6) 
12º La “insensatez”: No se refiere a una carencia de inteligencia, sino a la falta de disponibilidad para reconocer a Dios en su verdadera grandeza y potencia. Significa “locura”, pérdida del sentido de las cosas que termina en acciones desatinadas y sin criterio de valoración, fuera del proyecto de Dios. Se trata de una persona sin rumbo en la vida, sin proyecto. Más que el “loco” en sí, es el que “se hace el loco” para pasarla bien, pero su vida no trascenderá. Insensato es aquél que no quiere tomar a Dios en serio. Una persona así anda perdida en la vida. 
Desde Jesús la Ley se vive desde un nuevo principio espiritual: él purifica nuestro amor para que desde el fondo del corazón, con la personalidad bien formada del discípulo, seamos realmente el pueblo que Dios quiere.
Nuestro corazón debe ser liberado para poder estar lleno del sentido de Dios, para poder reconocer con gratitud nuestra dependencia de él, para poder reconocer con gratitud nuestra dependencia de él, para que nuestra vida toda sea una fiesta de alabanza.
Que el Señor siga bendiciéndonos. 
¡Señor, haz mi corazón semejante al tuyo!
                                P. Marco Bayas O. CM

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