jueves, 4 de abril de 2013

II DOMINGO DE PASCUA DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA Evangelio: Juan 20,19-31



II DOMINGO DE PASCUA
Lecturas CICLO C
Evangelio: Juan 20,19-31
DOMINGO DE
LA DIVINA MISERICORDIA
EL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Juan 20, 9-31: Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Introducción.
Sin la Resurrección de Cristo la fe cristiana se hace vacía (1 Cor 15,14). Al haber una conexión íntima entre la Resurrección de Cristo y la esperanza de nuestra futura resurrección (1 Cor 15,12), el Resucitado constituye el fundamento de nuestra esperanza, que se abre más allá de los límites de esta vida. Pues «si sólo para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más dignos de compasión de todos los hombres» (1 Cor 15,19). Sin tal esperanza sería imposible llevar adelante una vida cristiana.
Recuerdo una bella historia que recrea la Resurrección y la Pascua: Hay que esperar tres días”:
La vendedora de flores sonreía, su arrugado rostro resplandecía de gozo.
Por impulso tomé una de sus flores.
- "Se ve muy bien esta mañana", le dije.
- "¡Claro!", exclamó - "sobran los motivos".
La mujer vestía pobremente y se veía tan frágil que su actitud me intrigó.
- "Sobrelleva sus problemas admirablemente", la elogié.
Ella me explicó entonces:
- "Cuando crucificaron a Cristo, el Viernes Santo, fue el día más triste de la historia. Y tres días después, Él Resucitó. Por eso he aprendido a esperar tres días siempre que algo me aflige. Las cosas siempre se arreglan de una u otra manera en ese tiempo."
Seguía sonriendo al despedirse de mí. Sus palabras me vienen a la mente cada vez que estoy en dificultades: "Hay que esperar tres días"… 
“¡Esta es la Pascua Santísima del Señor. Abracémonos mutuamente con alegría, ella ha venido a remediar nuestra tristeza... Es hoy el día de la Resurrección; resplandezcamos de gozo, abracémonos, llamemos hermanos aún a los que nos odian, depongamos toda clase de resentimientos en atención a la Resurrección del Señor…!”
¿Cómo se llega a la alegría de la Pascua? Con la experiencia grandiosa de la aparición de Jesús Resucitado a su comunidad; que es un verdadero “paso” a partir de diversos itinerarios internos, es decir, pasar:
Ø  Del miedo a la alegría;
Ø  Del oír al experimentar;
Ø  Del ver al creer;
Ø  Del recibir al dar;
Ø  Del creer al testimoniar.
Esta es la pedagogía permanente que surge de las apariciones de Jesús Resucitado. Con la pedagogía de la espiral reflexionemos el texto.
  1. La Resurrección, camino de una nueva creación.
En la oscuridad de la madrugada María Magdalena encuentra el sepulcro vacío. El mismo día, ella en dos ocasiones es mensajera del acontecimiento:
1ª Para informar sobre la tumba vacía;
2ª Como enviada de Jesús Resucitado para anunciarle a la comunidad que “hemos visto al Señor” y transmitirles sus palabras.
Entre los dos anuncios de la mujer e impulsados por ella, Pedro y el Discípulo amado corren a la tumba vacía. Allí el Discípulo amado “vio y creyó” a partir de la observación de los signos. La Magdalena es el modelo del anuncio pascual, y el Discípulo amado, el modelo de la fe pascual.
El relato avanza hacia el culmen del domingo pascual: ese mismo día, “al atardecer”, el Resucitado viene en persona al encuentro de sus discípulos. Juan insiste en que estamos aún en el “primer día de la semana”.
Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos…”. Jesús los encuentra con las puertas cerradas: están en el sepulcro del miedo y no participan de su vida resucitada; el Señor Resucitado se manifiesta a su comunidad e inicia en ella el camino de la Fe Pascual.
  1. El primer encuentro de Jesús resucitado con su comunidad.
Este encuentro de Jesús resucitado con su comunidad tiene dos momentos:
1º Jesús se manifiesta a su comunidad como Señor Resucitado.
2º Jesús les comparte su misma misión, su propia vida y su propio poder para perdonar pecados.
  1. Jesús se revela a su comunidad como Señor Resucitado.
Para esto, Jesús realiza tres acciones:
Ø  se pone “en medio de ellos”;
Ø  les da su paz: “La paz con vosotros”;
Ø  deja ver las marcas de la cruz: “Les mostró las manos y el costado”.
Se da entonces una reacción inmediata: “Los discípulos se alegraron de ver al Señor”. La presencia de Jesús Resucitado suscita paz y alegría. Estos son los dos grandes dones el Resucitado.
1º El primer don fundamental del Resucitado es la “PAZ”
Tres veces, Jesús insiste en esto. Ya lo prometió en sus palabras de despedida: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde”.
Cuando ha alcanzado su meta y es glorificado, como Vencedor del Mundo y en su ir al Padre, Jesús está en condiciones de “dar” la paz anunciada.
Jesús mismo es el fundamento de su paz. No trata de evitar a los discípulos las aflicciones del mundo: “en el mundo tendréis tribulación”, sino de darles seguridad y confianza frente al mundo: “¡Ánimo, yo he vencido al mundo!”.
¿De dónde proviene el “don”? De las manos clavadas y el costado traspasado. Jesús fundamenta sus palabras con sus llagas; Él quiere comunicar que el Resucitado es el Crucificado y no otro.
La contemplación de los signos: las llagas del Crucificado lleva a descubrir otro mensaje: ¡El Crucificado ha vencido la muerte, ha Resucitado!
Las llagas son signo del amor por los suyos. Jesús es en verdad el “Buen Pastor”. Las señales de los clavos que lo ataron a la Cruz, siempre estarán ahí. La fuente de vida que brotó de su costado traspasado por la lanza no parará de manar el agua del Espíritu para todo el que se acerque a Él.
2º La reacción frente a la experiencia del Resucitado: la ALEGRÍA.
En la Pascua los discípulos tienen la experiencia del amor sin límites del Señor. El contraste con la situación inicial de miedo y tristeza es notable. En un mundo que infunde miedo, cuentan con el Vencedor del mundo. Por eso, no deben cerrarse al mundo ni a sus desafíos, sino entrar en él llenos de confianza y alegría.
Por eso Jesús les abre las puertas, para que sean capaces de ir al encuentro de este mundo, llenos de paz y de alegría, y de esta manera ser portadores de los dones del Crucificado-Resucitado.
  1. Jesús les comparte su misma misión, su propia vida y su propio poder para perdonar pecados.
El gozo pascual no permanece ni se encierra en sí mismo. Se vuelve irradiación. Jesús a partir de un nuevo saludo de paz, les comparte su propia misión, vida y poder para perdonar pecados.
1º El don de la paz y el envío a la misión.
“La paz esté con ustedes”: La repetición del saludo de paz es significativa. La paz del Resucitado está asociada al don de la misión. Los apóstoles en comunión con Jesús, en la misión, tendrán necesidad de esa seguridad y confianza que provienen de Él, ya que el mundo los odiará.
Como el destino de los discípulos no será diferente del de Jesús, por eso sólo arraigados en su paz podrán llevar hasta el fin la tarea encomendada.
2º El envío a la misión y el soplo del Espíritu.
“Como el Padre me envió, también yo los envío”: Como Él dio a conocer al Padre en cuanto Hijo, también los discípulos deben darlo a conocer a Él.
Su misión es conducir a todo el mundo a creer en el Hijo, de manera que a través de Él entren en comunión con el Padre.
Para llevar a cabo la misión los llena de su Espíritu Santo. Desde el principio del Evangelio el Bautista anunció que Jesús iba a bautizar en el Espíritu Santo. Jesús lo infunde en su último aliento sobre la cruz, lo desborda en el agua que mana de su costado, y ahora ya glorificado lo sopla, así como en la primera creación Dios sopló en el hombre su aliento vital (Génesis 2,7).
En el Espíritu Santo, Jesús comunica una vida nueva que no pasa y que pone a los suyos en comunión profunda con la Trinidad. En Él los apóstoles son capacitados para comprender a fondo su obra y ser testigos de ella. Él es el principio de esa vida nueva que debe ser anunciada y comunicada a todos.
3º El soplo el Espíritu y el poder para perdonar pecados.
En esta comunión con Jesús, por medio del Espíritu, los apóstoles entran a fondo en su misión. Él fue presentado como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y así obró hasta el instante final de la Cruz. Ya Resucitado, Jesús envía a sus discípulos con la plenitud del poder para perdonar o remitir los pecados.
El Resucitado otorga la salvación, y perdona la deserción y abandono de los discípulos en los momentos de su Pasión y Muerte. No reciben por su traición ningún reproche ni les exige ningún gesto de reparación. El Resucitado trasmite a los discípulos su mismo poder para que, en su nombre, ellos mismos, débiles y pecadores, perdonen los pecados de sus semejantes.
Los apóstoles tienen el poder para “retener” los pecados. Cuando el testimonio acerca de Jesucristo sea acogido con fe, ellos deberán perdonar los pecados. Pero cuando el anuncio sea rechazado, ellos deberán llamar por su nombre esta obstinación: “retener”. El “retener los pecados” no es una condena inapelable, sino ante todo un renovado llamado a la conversión.
Quien pronuncia este mandato es el Vencedor de la muerte, el Señor Glorificado, el Hijo plenamente asociado a la misericordiosa del Padre.
Jesús se constituye verdaderamente en el “Salvador del mundo” y como su obra llega a todos sumerge a quien a él se abre en la paz con Dios.
  1. Segundo encuentro del Resucitado con su comunidad y con Tomás.
Jesús repite la experiencia “dominical”, “ocho días después”. El primer día de la semana comienza a institucionalizarse. Esta vez, Tomas está ahí.
Este nuevo evento responde a la inquietud: ¿Cómo llega a “creer” quien no ha visto personalmente al Crucificado Resucitado?
  1. La Comunidad y Tomás.
Todos los apóstoles se han mostrado reticentes. Pero Tomás va mucho más allá, hasta cerrarse a la luz. No le ha convencido la tumba vacía. No le han impresionado las meditaciones sobre las Escrituras que le han narrado los dos discípulos de Emaús. No se rinde ante el testimonio unánime de todos sus hermanos. Él quiere ver. Se encierra en su incredulidad. Y cuando todos le aseguran “Hemos visto al Señor”, él quiere ir más allá: no sólo tocar, sino sondear la identidad del crucificado metiendo sus dedos, sus manos en las mismas llagas.
Tomás se niega a creer el anuncio pascual de la comunidad, quiere una experiencia directa: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Junto a la plasticidad de poner el dedo en la llagas, se dio en él una expresión emocionada que a todos conmueve: ¡Señor mío y Dios mío! Es la más alta y clara confesión de fe que aparece en el cuarto Evangelio.
Ese Tomás, primero frío y luego ardiente, fue quien, según la tradición, predicó en la India, donde sufriría el martirio. Los cristianos de allí, de rito malabar, se dicen discípulos de Santo Tomás.
  1. Santo Tomás y Jesús Resucitado.
Cuando llega el octavo día, Jesús Resucitado se manifiesta de nuevo a su comunidad. Se destacan dos ideas importantes:
Ø  Jesús siempre toma la iniciativa, es Él quien viene al encuentro y, conociendo de antemano lo que Tomas ha dicho, se le anticipa para invitarlo a tomar contacto con las llagas que él quería ver y tocar.
Ø  Jesús no quiere que ninguno quede excluido del gozo pascual, y por eso, saca a Tomás de su aislamiento.
Jesús conduce a Tomás a la fe. De nuevo su gran don es la paz, la seguridad y la protección fundamentadas en la misma persona del Señor Resucitado. También Tomás, el que se niega a creer, recibe la paz.
Conociendo lo que ha dicho Tomás, Jesús le muestra los signos de su muerte y de su amor, que son al mismo tiempo fuente de salvación. Le permite acceder al creer por este medio.
A Tomas y a todos los incrédulos, dice: “No seas incrédulo sino creyente”. Entonces Tomás confiesa su fe como ningún otro: “Señor mío y Dios mío”. El que estaba atrás de todos resulta ahora delante de todos. Para él personalmente, Jesús es Señor y Dios:
Ø  Jesús es el Señor, su poder vivificante salva. Bajo su soberanía todo se renueva.
Ø  Jesús es Dios, que se acerca a todos mediante su Encarnación y comparte el don de su vida por su Resurrección.
El Señorío de Jesús es el Señorío de Dios. Así lo entiende Tomás. Su vida queda completamente abandonada en las manos de su Señor y Dios.
  1. Jesús y nosotros.
Sin contestar la altísima confesión de fe de Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!, Jesús llama “Bienaventurados” a los que no ven y, con todo, creen. ¡Gracias, Tomás, porque supiste pasar de tus exigencias a las exigencias del Amor, Cristo! Jesús mira a los que creerán en el futuro, es decir, a nosotros.
La experiencia de los que vieron al Señor se convierte en impulso para que otros puedan creer. De ahora en adelante, no será mediante apariciones directas como el Resucitado se dará a conocer sino a través del testimonio de los discípulos, dado con la fuerza del Espíritu Santo.
4. Breve Catequesis sobre las Apariciones.
Las tradiciones pascuales del origen de la Iglesia no se pueden armonizar de manera historicista, colocándolas una tras otra, en una tabla cronológica, pues ellas se sitúan en perspectivas distintas y responden a diversas preguntas e intereses. De todas formas, la tradición exegética ha “creado” un esquema de apariciones, creando una especie de imaginario pascual y eclesial. A continuación, el esquema de las apariciones que definen y marcan el origen de la Iglesia:
a.  El Sepulcro vacío, las Apariciones a las mujeres:
1.     Tres mujeres van al sepulcro (Mt 28,1-3; Mc 16,1-3; Lc 24,1;
Jn 20,1) es motivo común, una constante en el origen de la Iglesia.
2.    El Ángel de Dios abre el sepulcro, este tema aparece en Mt 28,2-4.
3.    Las tres mujeres llegan al sepulcro, descubren que está abierto y ven dentro a un joven (Ángel) que les dice que ha Resucitado, les manda que vayan y lo anuncien a los discípulos y a Pedro (Mc 16,4-7; Lc 24,2; Jn 20,1-2). Ese motivo se complica, pues Mc sigue diciendo que las mujeres no dijeron nada (16,8), mientras los demás Evangelios afirman, de un modo u otro, que fueron y cumplieron el encargo.
4.    Varias mujeres ven al Resucitado. Mt 28, 8-10 y Mc 16, 7-8.
5.    Pedro y el Discípulo amado, avisados por María Magdalena, llegan al sepulcro, lo ven abierto, con las vendas y sudario que cubrían el cuerpo de Jesús en el suelo; el Discípulo Amado cree que Jesús ha resucitado, sin necesidad de verle (Jn 20, 3-10).
6.    María Magdalena vuelve al huerto del sepulcro, ve primero a un Ángel y luego a Jesús (Jn 20,11-16; Mc 16,9).
7.    Las mujeres cuentan sus experiencias a los discípulos pero ellos no les creen (Mc 16,10-11; Lc 24,9-11).
b.  Las Apariciones a los discípulos:
1.     Aparición a los dos de Emaús; ellos regresan a Jerusalén (Lc 24,13-35; Mc 16,13-35).
2.    Aparición a Simón Pedro (Lc 24,34; 1 Cor 15,5; Jn 20, 8).
3.    Aparición a la Iglesia primera, reunida en Jerusalén (Lc 24,36-49)
4.    Aparición a todos los discípulos sin Tomás (Jn 20,19-25; Mc 16,14; Lc 24,36-43).
5.    Aparición a todos los discípulos con Tomás (Jn 20,24-29)
6.    Aparición a los Doce, en Jerusalén (1 Cor 15,5)
7.    Aparición a quinientos hermanos, en Jerusalén o Galilea (1 Cor 15,6)
8.    Aparición a Santiago, el hermano del Señor, dirigente de la Iglesia de Jerusalén (1 Cor 15,7)
9.    Aparición a todos los apóstoles, los misioneros helenistas (1 Cor 15,7)
10. Apariciones durante cuarenta días, hasta la Ascensión (Hch 1,1-5)
c.   Apariciones desde la perspectiva de cada Evangelista:
1.     Aparición final en Monte de Olivos, con Ascensión y promesa de Pentecostés (Lc 24,50-52; Hch 1, 6-15)
2.    Aparición final en Galilea a los Once, con envío a todo el mundo, sin Ascensión o marcha de Jesús ( Mt 28,16-20)
3.    Aparición final a los Siete en el lago Galilea, con pesca milagrosa y especial mención del Discípulo Amado y de Pedro (Jn 21)
4.    Aparición a Pablo, pasado ya un tiempo, como a un aborto, a los dos o tres años de la muerte de Jesús (1 Cor 15,8)
d.  Aparición en Pentecostés.
Ø  Se puede sumar a las apariciones finales, a los cincuenta días de Pascua, ya no como presencia directa de Jesús, sino del Espíritu Santo, enviado por Jesús (Hch 2)
  1. La Conclusión del Evangelio.
El “creer” nos une a Jesús y en fidelidad a su Palabra, entramos en comunión con Dios Padre: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo”.
Hacer el camino del “creer”, aprendiendo a leer con la ayuda de la Palabra los signos del Resucitado, es decisivo para experimentar la fuerza renovadora de la Pascua: por esa vía tenemos el acceso a la “Vida” plena.
El “Domingo” nace como día en el que la comunidad de los discípulos hace la experiencia del Resucitado, se alegra con su presencia y con la efusión del Espíritu Santo, da inicio a una nueva humanidad, inaugurando así los nuevos tiempos de la paz que sólo Jesús puede dar. ¡A celebrar el Domingo!
Hoy las palabras de Jesús resuenan pertinentes: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán" (Jn 5,24-25). "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Jn 3,16).
Hay una nueva oportunidad de acceder a la vida eterna. Jesús, nos sigue invitando a seguirle, la vida eterna empieza desde el momento en que le aceptamos como Señor y Salvador. Mientras hay vida esto es posible, con la muerte ya no hay ninguna posibilidad.
¿Cómo estoy viviendo? ¿Siento que no tiene sentido y que todo está perdido? ¿Soy uno de los tantos muertos en vida que deambulan por las calles, sin saber qué hacer?...  
Hay felizmente una salida: Jesucristo. Acéptale y verás cómo tu vida cambiará, las cosas cambiarán radicalmente, saldrás de una muerte en vida para entrar a una vida en plenitud. Muchos testigos pueden dar fe de esta nueva realidad. Yo mismo puedo dar testimonio de esta nueva oportunidad que el Señor nos otorga. Que el Señor nos bendiga y nos lleve a sus pies para exclamar: “¡Señor mío y Dios mío”!
Todo lo que hacemos y vivimos tiene sentido desde esta fe y desde este amor: “Creo, Señor, pero aumenta mi pobre y débil fe”
¡Feliz Pascua! Que tu vida irradie la Paz y la Alegría de Cristo, El que Vive.
  1. Terminamos en espíritu de oración.
Salmo 118 (117)
¡Aleluya!
¡Dad gracias a Yahvé, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
¡Diga la casa de Israel:
es eterno su amor!
¡Diga la casa de Aarón:
es eterno su amor!
¡Digan los que están por Yahvé:
es eterno su amor!
¡Cómo me empujaban para derribarme!,
pero Yahvé vino en mi ayuda.
Mi fuerza y mi canto es Yahvé,
él fue mi salvación.
Clamor de júbilo y victoria
se oye en las tiendas de los justos.
La piedra que desecharon los albañiles
se ha convertido en la piedra angular;
esto ha sido obra de Yahvé,
nos ha parecido un milagro.
¡Éste es el día que hizo Yahvé,
exultemos y gocémonos en él!
¡Yahvé, danos la salvación!
¡Danos el éxito, Yahvé!
¡El cristianismo es Cristo! ¡Es una Persona, es el Viviente! Encontrar a Jesús, amarlo y hacerlo amar: he aquí la vocación cristiana. (Juan Pablo II)
El cristianismo no es una religión, sino un acontecimiento: encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Un acontecimiento no puede entrar en crisis: existe. (Luigi Giussani)
Cristianismo: No se puede ni hablar contra él sin cólera, ni hablar de él sin amor. (Joseph Joubert)
P. Marco Bayas O. CM


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