viernes, 19 de julio de 2013

XVI DOMINGO ORDINARIO Evangelio: Lc 10,38-42



XVI DOMINGO ORDINARIO
Lecturas CICLO C
Evangelio: Lc 10,38-42
 “Marta, Marta tú estás preocupada y molesta por tantas cosas;  pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la mejor parte, la cual no le será quitada
Lc 10,38-42: En aquel tiempo, mientras iban ellos de camino, Jesús entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos. Y acercándose a Él, le dijo: “Señor, ¿no Te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.”
El Señor le respondió: “Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas;  pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.”
Introducción.
El domingo pasado meditamos en el ejercicio de la misericordia, este domingo reflexionamos en el segundo ejercicio distintivo de un discípulo de Jesús: la acogida del Maestro mediante la escucha de su Palabra.
La imagen central del evangelio: “María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”, en confrontación con su hermana Marta, “atareada con todo el servicio de la casa”, hace ver el valor de la enseñanza final de Jesús: “María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará”.
El texto nos cuestiona ¿Qué es lo verdaderamente importante para Jesús?; ¿Dónde un discípulo y servidor de Jesús debe colocar sus mejores energías y por qué?; ¿Cómo se ordena en la vida del discípulo las acciones de escucha y servicio, de oración y acción?
Rememos “mar adentro” del texto, con la pedagogía de la espiral.
  1. El contexto: Jesús es hospedado en la casa de Marta y María.
Jesús aparece al principio del relato como un peregrino que sube a Jerusalén, como un viajero que necesita de hospitalidad en medio de un largo viaje. No sólo Él, también sus discípulos. Pero la atención del relato se centra en la persona de Jesús, quien “entró en un pueblo”.
“Una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa”. En una casa del pueblo, una mujer recibe a Jesús en su casa. Marta proviene del arameo “mar”, significa “señora” de la casa o “ama de casa”, indica a una mujer cabeza de hogar, quien tiene la autoridad en la casa.
“Le recibió”. Marta ofrece a Jesús la acogida propia de un huésped; Ella hace lo contrario de los samaritanos mencionados antes, quienes “no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén”; tiene algún parecido con el “buen” samaritano que responde por la posada del hombre herido que recogió en el camino, si bien en el caso de Marta, acoge al amigo.
  1. Marta y María: Dos maneras de atender al huésped.
La llegada del huésped altera la casa. Sus dos habitantes despliegan energías para atenderlo bien. El evangelista describe lo que las dos mujeres hacen mientras el huésped está en la casa:
  1. María.
Dedica su tiempo a la persona de Jesús, se sienta frente a él “a los pies del Señor...”. El evangelista dice con precisión: “...escuchaba su Palabra”.
El gesto de María nos recuerda la posición de un discípulo con relación a su maestro. La postura indica el interés por aprender recibiendo dócilmente la “Palabra” y es una manera de indicar la predicación y de referirse a toda la formación que Jesús les ofrece a sus discípulos.
Es interesante que Jesús anime a una mujer a aprender. Esto tiene una gran significación, puesto que los maestros judíos generalmente se oponían a que la mujer fuera a la escuela; Jesús hizo todo lo contrario.
  1. Marta.
Aparece haciendo oficios: “estaba atareada en muchos quehaceres”. “Estaba atareada...”. La frase describe a Marta absorbida por los oficios de la casa, concentrada en su deber de ama de casa y anfitriona. Marta deseaba escuchar a Jesús pero las tareas que se requieren para poder ofrecer una buena acogida se lo impedían.
  1. El diálogo de Marta y Jesús.
Una pequeña crisis se genera en la casa. La hermana mayor que atiende al huésped expresa su protesta por haberse quedado “sola en el trabajo”. Se abre entonces un diálogo entre Marta y Jesús que no sólo resuelve la crisis sino que saca a la luz la enseñanza central del acontecimiento.
  1. Marta se dirige a Jesús.
Marta pierde la paciencia y acude frontalmente a Jesús para pedirle que intervenga y mueva a la hermana perezosa a ayudarle.
Marta le habla a Jesús en estos términos:
v  Un reclamo en forma de pregunta: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?”. La pregunta tiene el sabor amargo de quien reclama para sí una mejor consideración. Marta deja entender: “¿Es que yo no te importo?”.
v  Una orden: “Dile, que me ayude”. Marta le dice a Jesús lo que tiene que hacer, indicándole indirectamente en qué debe instruir a su hermana María.
Marta está al servicio de Jesús y hace lo posible por honrarlo, sin embargo no comprende la verdadera dignidad de su invitado: él es Maestro y ha venido a su casa en esta condición, Marta no le deja ser su Maestro, no está abierta a lo que trae Jesús para ella y porque se coloca en la posición de quien da las órdenes; ella cree saber qué es lo que Jesús debe hacer.
  1. Jesús se dirige a Marta.
En las palabras de Jesús a Marta notamos lo siguiente:
v  Se dirige a ella repitiendo su nombre, esto indica cariño y firmeza: “Marta, Marta”. Jesús la interpela desde el fondo de su identidad. Jesús corrige amablemente la buena voluntad de Marta y dirige sus energías en la dirección correcta.
v  Le hace caer en cuenta de su situación: “Te preocupas y te agitas por muchas cosas”. Jesús describe un estado de “ansiedad”, de agitación interna que corta la respiración; es una actitud mundana que podría ser válida para un no creyente, pero no para un discípulo de Jesús, ya que éste ha conocido la Providencia del Padre, fuente de todo. El término “te agitas” refuerza el anterior, describe el nerviosismo externo causado por la presión que somete al estrés y lleva a la tribulación que se refleja finalmente en una actitud de fastidio. 

La causa de todo: Marta tiene “muchas cosas”, su afán es básicamente la preparación de una comida, quiere todo bien hecho y decorado. Está preocupada por agradar al Maestro, por quedar bien ella misma.
v   Le da una lección: “Una sola cosa es necesaria...”, Jesús no quita valor ni importancia a lo que Marta hace, pero eso sí, muestra que todo debe estar dentro de una jerarquía de valores. Observemos cómo en el texto hay un juego de palabras que va llevando todo hacia la cima de la pirámide de los valores: mucho-poco; poco-uno, lo necesario-lo mejor.
  1. ¿Qué enseña Jesús?
Jesús da un vuelco al punto de vista de Marta. La tensión que está viviendo debe tener un nuevo enfoque: ¿Qué es lo necesario? ¿Cuál es la única cosa realmente necesaria? Marta debe pensar en lo que ella necesita, no en las necesidades de Jesús. ¿Por qué? Porque es por ella que ha venido el Maestro a su casa. Jesús no vino a un almuerzo, vino a ser Maestro, a prestar el servicio de la enseñanza y ella necesita de la “Palabra” del Maestro.
El hecho de que Marta no se preguntó primero que era lo que quería Jesús, cuestiona nuestras relaciones interpersonales. Nos preocupamos por hacer “muchas cosas” por los demás, pero pocas veces nos preguntamos qué es lo que realmente los otros necesitan: ¿cuáles son sus deseos, sus necesidades más profundas, aún más allá de lo material? Veremos entonces que los otros necesitan no sólo que les demos cosas sino que les prestemos atención, que les mostremos interés y les demos lo mejor de nuestro tiempo.
María no debe ser apartada de Jesús porque ella escogió la “mejor parte” que no se puede arrebatar. Marta no le puede quitar a María las bendiciones que la proclamación del Reino le trae a su vida. Es su derecho y su posesión garantizada por Jesús.
El servicio y la escucha no se contraponen. La escucha de la Palabra llevará a María a la práctica: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, y viceversa, el servicio de Marta no será lo que ella considere que debe hacer sino, ante todo, la respuesta obediente al lo que el Señor quiere que haga.
Lo “único” se refiere también a la unificación de la vida en la cual quiere Jesús educar a sus discípulos. “Unidad” de vida es signo de madurez y de consistencia personal. Las acciones, las actividades, los compromisos por causa de Jesús brotan de una única fuente, su Palabra y ésta coloca totalmente nuestra vida en sintonía con la de Jesús y con su camino que conduce a la plenitud de la vida en el Reino del Padre.
Necesitamos tiempos de calidad para el diálogo profundo con Dios, con nosotros mismos y con los hermanos. Necesitamos tiempos de calidad para poner la vida en orden, para reposar el corazón y reflexionar. Necesitamos tiempos de calidad para orar.
  1. El problema de Marta es el problema de muchos.


¿Qué habría hecho usted en esa situación, al ver a Jesús cansado y con hambre? Cada uno sirve al Señor con los propios recursos, recursos con los cuales Dios mismo nos dotó.
¿Cuál fue el problema de Marta? señalo varios:
Ella no valoriza debidamente la opción escogida por su hermana. En otras palabras, le dijo a Jesús: “Ayúdame, pues yo lo estoy haciendo todo y ella nada”. Marta actuó como aquellas personas que dan por hecho de que si los demás actúan diferentes a ellas, entonces están equivocados.
Marta de alguna manera, corrige a Jesús: “Señor, ¿no te interesa que mi hermana no me ayude?”. La carga que lleva era más pesada de lo que sus fuerzas podían resistir; esa es una razón muy recurrente en las quejas. Si la ofrenda al Señor le resulta gravosa, entonces ya no era agradable ni para su propio corazón, ni para Jesús, puesto que el gozo en Marta disminuye.
Marta decide por ambas cómo servir al Señor y se organizó para ello. Y como María optó por pasar un tiempo exclusivamente escuchando al Señor, entonces el plan salió del control de Marta.
Lo más seguro es que María sí haya pensado en hacer su parte en el trabajo  doméstico, y que Marta haya también planeado sentarse a escuchar a Jesús después de preparar todo. Esto estaba bien, pero se afanó y en ello se excedió, otorgándole demasiado tiempo y fuerzas a su plan, tanto que al final amargó su corazón, pues se dedicó más a su ofrenda que a Aquel a quien iba a ser entregada.
Jesús valoró el trabajo y el amor de Marta, demostrados en su esfuerzo por atenderlo y satisfacer sus necesidades; pero todo tiene su lugar.
  1. Cayendo en el error de Marta.
Los comprometidos con la obra del Señor, solemos caer en el error de Marta: Nos afanamos tanto en hacer cosas para el Señor, que olvidamos sentarnos a sus pies. Sobre todo, cuando vemos que los demás no están trabajando como debieran o como creemos que debieran hacerlo.
El Señor me envía el siguiente mensaje: «Me agrada lo que haces, porque lo haces para mí; pero estás dejando de lado lo más importante: el tiempo que tú y yo compartíamos».
El predicar no es lo que nos mantiene vivos espiritualmente, tampoco el amor práctico que mostramos al necesitado, aunque lo hagamos de todo corazón. Es el estar en la presencia de Dios, el dedicarle tiempo especial a nuestra relación lo que nos renueva para seguir adelante.
Marta hace algo muy hermoso para el Señor, pero lamentablemente, estaba olvidando que lo más importante era su intimidad con Jesús.
San Agustín, dirigiéndose a Marta le dice: “Tú no elegiste mal, pero ella eligió mejor”. No hay aquí menosprecio, ni exclusión, sólo un orden de prioridades según la regla de oro recogida en el Evangelio: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura”.
  1. Lo que Dios quiere:
v  ¡Dios quiere que lo busques a Él! Buscar a Dios y sentarte a sus pies a escuchar lo que tiene por enseñarte cada día,  ¡es de las mejores experiencias que existen! Él siempre te está esperando. ¡Jesús llega a tu puerta! “Alégrese el corazón de los que buscan a Yahvé. Buscad a Yahvé y su poder; buscad siempre su rostro.” (Sal 105,3-4)
v  Personas que amen a Dios, que tengan sed por conocerlo.Un ejemplo claro es María, su sed por conocer de Dios y de Jesús era grande, y Jesús se sentó con ella para saciar su corazón. María se sentó a escuchar… y con eso, no sólo mostró un espíritu apacible, sino que aquello que Jesús le enseñó fue muy precioso. “Bueno es Yahvé a los que en él esperan,  al alma que le busca.” (Lamentaciones 3,25)
v  Sentarnos a escuchar a Jesús puede cambiar nuestra manera de pensar, actuar y vivir cada día… Y así lo fue con las hermanas Marta y María. Sus vidas no fueron iguales.
c.   ¿Qué es más importante: la oración o la acción?


En un mundo tan dado a la actividad y al activismo se tiende a oponer a veces la oración a la acción y a desvirtuar el significado y el sentido de la contemplación. Estas actividades no son contrapuestas, sino absolutamente complementarias. Una depende de la otra, primero la oración, luego viene la acción, como resultado de la oración.
El camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.
Juan Pablo II dice que “para conocer a Cristo en el pobre, hay que encontrarlo y conocerlo en primer lugar en la oración”… “La capacidad de contemplación se os convierte en capacidad de influjo evangelizador; la capacidad de silencio se os transforma en capacidad de escucha y de donación a los hermanosY recuerden que la actividad -incluso la más santa y benéfica en favor del prójimo- no dispensa nunca de la oración.”
Refiriéndose el Papa Juan Pablo II al pasaje sobre María y Marta, nos indicaba que “estar sentados a los pies del Maestro constituye sin duda el inicio de toda actividad auténticamente apostólica”, invitándonos al necesario balance entre oración y acción, entre María y Marta.
El Papa Benedicto XVI, cuando era el encargado de preservar la Fe en la Iglesia Católica, al hablar sobre la Nueva Evangelización, dijo: “Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida de oración”. Y nos recordaba: “Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba”.
Esta unión con Cristo que mantiene viva la gracia de Dios en nosotros es indispensable para realizar cualquier actividad apostólica, ya que “nuestra actividad será verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así, mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”. En esto consiste el “rezar” dice la Madre Teresa: “no somos nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro”.
Lejos de ser cuestiones contrapuestas, la acción, para ser fecunda, requiere del silencio de la oración. Juan Pablo II insistía: “También hoy la oración debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero apostolado”.
d.  Un reto: Sentarse a los pies del Maestro.
Los pies, el calzado, marcan el camino, marcan tu destino, defines tu futuro. El Maestro, tuvo y generó muchos discípulos, pero había uno muy especial, María de Betania, en las tres ocasiones que la encontramos nos muestra algo en común: Lc 10,38-42; Jn 11,1-44 y Jn 12,1-8: Está sentada a sus pies.
 Hay tres declaraciones en estos relatos:
v  María eligió la mejor parte,
v  María se postró a sus pies, y
v  María perfumó el lugar.
Seguir a Cristo es la mejor elección. Rendirnos a diario a Él es la mejor postura. Y esperar al Amado con un ambiente agradable es el mejor momento. ¡Siéntate a sus pies!
                         Terminamos en espíritu de oración.
Señor Jesús:
Hoy quiero escuchar tu voz
pero falta silencio a mi alrededor.
Enséñame a estar callado
y a escuchar atento tu voz.
Que tu palabra ilumine mi vida,
que tu palabra me comprometa
y me haga vivir en tu presencia.
Aún no te conozco.
No sé apenas nada del Evangelio.
Quiero  ser tu amigo
¡Y me preocupo tan poco de Ti!

Tú vienes hoy a visitarme
y me invitas a abrir la puerta
de mi corazón.
Desde lo profundo de mi ser
Te espero y te grito:
¡Ven Señor Jesús!

No es más espiritual orar más, sino oír a Dios…
La Evangelización empieza por cada uno de nosotros. Ningún cristiano puede comunicar esperanza si no tiene esperanza en su interior… 
Sin una comunidad no se puede vivir el cristianismo…
La Nueva Evangelización se sustenta con la oración, la Eucaristía y el perdón”.

P. Marco Bayas O. CM

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