viernes, 6 de septiembre de 2013

XXIII DOMINGO ORDINARIO Natividad de María Evangelio: Lc. 14,25-33

XXIII DOMINGO ORDINARIO
Natividad de María
Lecturas CICLO C
Evangelio: Lc 14,25-33
“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío…”
Lucas 14,25-33: En aquel tiempo caminaba con Jesús mucha gente, y volviéndose les dijo: “Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?
No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: Este comenzó a edificar y no pudo terminar.
O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz.
Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará? No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera.
El que tenga oídos para oír, que oiga”
Introducción
Jesús nos llama a la responsabilidad y al radicalismo en el discipulado, este es el precio de ser su discípulo, además expone claramente las condiciones para llamarse “discípulo” suyo:
1º el desapego afectivo, completo e inmediato para darle la prioridad a Él;
2º la disponibilidad para asumir la cruz y la renuncia a todo, esto presupone  realismo y prudencia ante el entusiasmo inicial del discipulado.
Se requiere, como lo ilustran las dos pequeñas parábolas que de hoy, el realismo del arquitecto que construye un edificio y la prudencia de un rey que enfrenta una guerra.
Hay que evitar las falsas ilusiones, porque no basta la buena voluntad para ser cristiano. Ser discípulo de Jesús comporta sabiduría, decisiones y riesgos que determinan la vida entera de quien hace la opción.
Las decisiones y riesgos del discipulado en San Lucas no son temas nuevos:
Ø  Desde el primer día, cuando “lo dejaron todo” para seguir a Jesús, Simón Pedro y sus compañeros sabían de estos retos.
Ø  Al comenzar la subida a Jerusalén, este fue el primer mensaje para los nuevos candidatos al discipulado (Lc 9,57-62).
Ø  Cuando Jesús está a punto de llegar a Jerusalén, después de la historia del joven rico, el tema de la radicalidad por medio de la renuncia vuelve a aparecer (Lc 19,24-30).
  1. El texto y su estructura.
Jesús de observado pasó a observador de los fariseos, después dirige su mirada a los que le siguen y profundiza con quienes responden positivamente a la invitación para que no lo hagan a la ligera.
Por el entusiasmo de seguir a Jesús, “nosotros dijimos sí”, se corre el riesgo de subestimar el discipulado y emprender una tarea para la cual no se está debidamente preparado. Por lo tanto, si hay gente que le dice “no” a Jesús, hay que ser muy prudente para dar el “sí”.
Jesús sigue su viaje a Jerusalén; acaba de salir de la casa de uno de los jefes de los fariseos, donde participó en un banquete durante el cual dio su enseñanza sobre el banquete del Reino y la invitación para participar en él.
Cuando Jesús retoma el camino, se da cuenta de que mucha gente lo sigue, entonces da media vuelta, los mira y comienzan entonces sus palabras, el texto presenta este esquema:
1º una brevísima introducción (14,25);
2º dos dichos paralelos sobre el discipulado (14,26-27).
3º dos breves parábolas con una aplicación (14,28-30.31-32.33);
4º y una conclusión (14,34-35).
Se exponen sucesivamente las exigencias, las actitudes y las consecuencias que debe adoptar quien se dispone a seguir a Jesús con radicalidad.

  1. La introducción: caminar juntos con Jesús.
 “Caminaba con él mucha gente”. Estamos en medio del viaje de Jesús a Jerusalén, el Señor en el camino da las lecciones fundamentales sobre el discipulado; no es sólo el viaje de Jesús, es un “caminar juntos”, pues la atracción que ejerce sobre la gente es grande.
“Y volviéndose les dijo...”, Jesús no se dirige sólo a los Doce, sino a todo el que, caminando con él, quiere llegar a ser verdadero discípulo; a los futuros portadores del mensaje de la salvación. Pues no está en juego sólo el presente del discipulado sino también el futuro de la evangelización.
  1. Las exigencias del discipulado: dos dichos paralelos.
Antes de ver estos dos pensamientos, no olvidemos que:
Ø  Jesús está en el centro y el discípulo define su identidad con relación a él. Llama la atención la repetición del “mí” y “mío”.
Ø  Jesús habla con frases condicionales: “si esto, entonces esto otro”. Hay una condición que cumplir para ser discípulo.
Ø  Jesús deja a la persona en libertad para escogerlo.
Ø  Jesús dice que la opción por él implica un movimiento interior y exterior hacia él: “viene donde mí”, “venga en pos de mí”.
Ø  Jesús repite la frase “no puede ser discípulo mío”, no en el sentido de no ser admitido sino “no ser capaz” de vivir el auténtico discipulado.
Jesús en dos frases delinea las condiciones del discipulado, se podrían resumir así:
Ø  posponer los otros amores y
Ø  anteponer a Jesús.
  1. Posponer todos los demás amores.
“Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío” (14,26)
“Si alguno viene donde mí”, es una primera imagen vocacional. A quien da el primer paso en la repuesta a la llamada de Jesús, se le pide que “oiga” la palabra que le da solidez a su opción.
“No odia...”, esto parecería exagerado, aquí el término “odiar” no tiene que ver con la repulsa interior del afecto sino con una prioridad en el amor: “amar menos”, “amar más”, “amar por encima de”, etc.
En otras palabras, hay que colocar todos los valores de este mundo en un segundo rango, puesto que los intereses de Dios están en juego.
Luego Jesús hace la lista de los “siete amores” del corazón de toda persona:

1º Padre,
2º Madre,
3º Esposa,
4º Hijos,
5º Hermanos,
6º Hermanas, y
7º La propia vida.
La lista termina con el propio “yo”… Todos, absolutamente todos los intereses, quedan en segundo lugar cuando uno se compromete con Jesús, Él es el centro, hay que amarlo por encima de todos y de todo; esto implicará amarlos a todos desde el amor de Jesús.
  1. Anteponer a Jesús, él es la prioridad y el corazón, sin él no se entiende el discipulado (14,27)
La lista de las renuncias terminó con la de la “la propia vida”. Esta renuncia sólo se comprende a la luz del misterio de la Cruz: “El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (14,27).
Centrarse en Jesús, es centrarse en su Cruz. Jesús no pide a sus seguidores ser enemigos con los suyos, al contrario, amarlos pero desde el amor aprendido en la escuela de la Cruz; allí donde no hay traiciones, ni dobleces, ni deficiencias en el amor.
Esta sentencia de Jesús tiene dos connotaciones:
1º “El que no lleve su cruz...” Se trata de “cargar” la propia cruz, es decir, el discípulo se coloca en el lugar de Jesús.
Es una apropiación, con esfuerzo y compromiso tratar de reproducir las actitudes  de aquel que nos precedió en la Cruz. De ahí la frase: “y venga en pos de mí”. La Cruz le da al discípulo una nueva visión de la vida.
La imagen de una persona que carga con la cruz hasta el lugar de la crucifixión, representa la actitud de quien está preparado para morir.
2º “Y venga en pos de mí…” Se acentúa que la cruz se carga con la mirada puesta en Jesús, de lo contrario, no tiene sentido.
Es la invitación en el Antiguo Testamento para renunciar a los falsos dioses y ponerse confiadamente en los caminos de Yahvé (Deut 13,4; 1 Rey 14,8). La opción por Dios en el Nuevo Testamento recae en la persona de Jesús; hay que seguirlo con una actitud de renuncia y abandono, sabiendo que en él están los caminos de Yahvé.
A Jesús no se le puede seguir sin la cruz. Estar incondicionalmente en comunión con Él constituye la esencia misma del ser discípulo, en un darse a fondo que se resume en la frase: “renunciar a todos los bienes”.
Para subrayar la importancia de esta forma radical de adhesión, Jesús, en dos pequeñas parábolas, hace una severa advertencia para evitar cualquier promesa superficial. Este camino no se puede tomar sin “discernimiento”.
  1. Las actitudes requeridas: dos parábolas para no tomar las cosas a la ligera y discernir con realismo y sabiduría (14,28-32)
Jesús enuncia dos parábolas, ambas apuntan a la misma idea: la necesidad de una correcta evaluación de la situación antes de emprender una aventura. Las dos historias concluyen con la misma moraleja: “una persona que no cuenta con suficientes recursos no debería embarcarse en una empresa que de antemano sabe que va a fracasar y que pondrá su nombre en ridículo frente a sus conocidos”.
Un compromiso a medias es peor que un rechazo total, esto no se dice para desanimar, sino para dar coraje. El discípulo tiene con qué invertir, el problema es si está dispuesto a pagar el precio.
Para no ser “discípulo a medias”, hay que parar un poco y reflexionar sobre las implicaciones de la decisión inicial por Jesús, como lo hace el constructor antes de comenzar el edificio o el rey antes de emprender la guerra.
Analicemos la dinámica de ambas parábolas, sabiendo que son sólo situaciones hipotéticas: “¿Quién de vosotros…?”:
  1. La parábola del constructor (14,28-30)
Jesús muestra cuatro momentos:
Ø  se plantea un desafío;
Ø  se dice cuál es la actitud lógica que hay que tomar;
Ø  se coloca un “pero”; y
Ø  se enuncia la consecuencia de una mala decisión.
1º El desafío: “Quién de vosotros, que quiere edificar una torre…”  
La edificación de una casa supone medidas, inversiones, recursos…
2º La actitud lógica: “¿no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla…?”
Lo primero que normalmente se hace es “sentarse para calcular el costo”, hacer cuentas, elaborar el presupuesto, y esto supone un esfuerzo de reflexión y discernimiento.
3º El posible “pero”: “no sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar...”  
Indica las consecuencias que le esperan a quien no haga lo correcto. Hay que temer y temblar, la preocupación debe ser llevar a término los objetivos.
4º La consecuencia de una mala decisión: “Todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: “Éste comenzó a edificar y no pudo terminar””.
Quien tome una mala decisión se expondrá a la vergüenza pública: el ridículo, la deshonra, será considerado loco. Le recordarán siempre su fracaso: “no logró llevar a cabo sus propósitos”.
Ahí comprendemos mejor por qué los discípulos deben estar preparados para la máxima auto-negación.
  1. La parábola del rey que va a la guerra (14,31-32)
El esquema y la moraleja sobre el rey que va a la guerra, es bastante parecido al de la parábola del constructor.
Hay unas leves diferencias que vale la pena notar.
1º “Qué rey, que sale a enfrentarse con otro rey…”  
La situación supondrá una medición de fuerzas: “salir al paso, oponerse”.
2º “¿no se sienta antes y delibera si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte mil?”
El momento de la “deliberación” y la toma de decisiones, ante lo delicado de la situación implica reunir, comprometer y reclutar un gran número de soldados y elaborar una buena estrategia. Si no se verá rodeado y llevará a su ejército a la destrucción completa.
3º “Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz”  
Aquí hay una leve diferencia con la parábola anterior: es mejor llegar a un buen acuerdo con el enemigo antes que sea demasiado tarde, cuando sufra una aplastante derrota. El “todavía está lejos”, es una invitación para aprovechar el tiempo y cambiar de estrategia.
Las parábolas de la construcción de la torre y del rey que debe enfrentar una guerra, nos pone en guardia sobre el tomar decisiones bien pensadas.
Así la decisión de seguir a Jesús exige un compromiso total y sin vuelta atrás, es decir, perseverante, fiel y radical.
  1. El espíritu de la radicalidad (14,33)
“De igual manera, cualquiera de vosotros, que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”.

En la lista de las exigencias no habían aparecido los “bienes”. Ahora la idea queda completa: quien no se libera de todos los lazos terrenos, no puede ser seguidor de Jesús.
El discípulo debe estar dispuesto en todo momento para darlo todo con el fin de seguir a Jesús. Sin desprendimiento y libertad de corazón el discipulado fracasará.
  1. Las consecuencias de la opción (14,34-35)
Jesús acude a la imagen de la sal: “Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará? No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera. El que tenga oídos para oír, que oiga”.
En última instancia la inutilidad del discípulo que se compromete a medias y no está en condiciones de sostener su compromiso hasta el fin, a él no le queda más que esperar el juicio. Es como la sal que ha perdido su salinidad.
La sal es tenida como indispensable para la vida, está en la lista los elementos “de primera necesidad para la vida del hombre” (Eclo 39,6). Era preservante y condimento para la comida, y un ingrediente en los sacrificios.
Estrictamente hablando la sal no puede perder su sabor. La sal en Palestina era obtenida por evaporación del mar muerto. La sal es buena cuando puede ser purificada de todas las escorias, si no “no es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera”. Igualmente un discípulo “a medias” es bueno para nada, es inepto para transformar el mundo.
Jesús nos pone contra la pared, como si tratara de decirnos: o todo o nada. No son suficientes las conversiones momentáneas ni superficiales, llevadas por la emoción del primer momento, hay que buscar lo duradero y estable que se garantiza a partir de la obediencia a las enseñanzas que el Maestro pide “oír”, no importa cuáles sean los altos y los bajos de sus exigencias.
  1. Terminamos en espíritu de oración.
Señor Jesús, Tú nos invitas a seguirte;
Tú nos llamas a estar contigo.
Tú quieres que seamos tus discípulos
Tú nos dejas tu Palabra para conocerte más,
para que aprendamos cómo ser discípulos
cómo actuar como Tú cómo vivir el Evangelio.
Señor, ahora que vamos a meditar y profundizar con tu Palabra,
te pedimos que seas Tú mismo que nos expliques las Escrituras
que abras nuestro corazón para dejarnos iluminar
y transformar por ella.
Quédate con nosotros Señor y explícanos las Escrituras.
Señor Jesús, Tú nos llamas a seguirte,
a estar contigo, a ser tus discípulos.
Tú nos pides dejar todo, desprendernos de todo
renunciar a todo.
Tú nos dices de tomar nuestra cruz y seguirte.
Señor queremos seguirte queremos estar contigo
queremos ser tus discípulos,
pero ayúdanos a saber confiar y esperar en ti.
Ayúdanos a dar todo de nosotros mismos por ti.
Danos tu gracia para dejar todo y seguirte.
Danos tu Espíritu Santo
para que nos dé valentía, decisión y confianza
para decirte sí.
Ayúdanos siempre Señor, ayúdanos a darte lo que somos
y lo que tenemos y decirte sí.
Sí a lo que quieras, Sí, siempre Sí.
Ayúdanos Señor.
Amén.
Para muchos, el discipulado “Es la predicación del perdón sin requerir arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina de la Iglesia, la Comunión sin la confesión, la absolución sin la confesión personal. La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado".
P. Marco Bayas OCM



No hay comentarios:

Publicar un comentario