XXIV DOMINGO
ORDINARIO
Lecturas CICLO C
Evangelio: Lc
15,1-10
“Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.”
Lucas 15,1-10:
En aquel tiempo, todos los publicanos y
los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos”.
Entonces
les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde
una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que
se perdió hasta que la encuentra?
Y
cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa,
convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he
hallado la oveja que se me había perdido."
Os
digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de
conversión.
«O,
¿qué mujer que tiene diez monedas, si pierde una, no enciende una lámpara y
barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la
encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: "Alegraos conmigo, porque
he hallado la moneda que había perdido."
Del
mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por
un solo pecador que se convierta.»
Introducción.
Este domingo entramos en
el gran capítulo 15 del evangelio de Lucas, para escuchar al Maestro pronunciar
las tres parábolas de la misericordia:
1ª la oveja perdida (15,4-7),
2ª la moneda perdida (15,8-10) y
3ª el Padre misericordioso (15,11-32), o el hijo
pródigo.
Los primeros tres
versículos nos presentan el contexto que lleva a Jesús a pronunciar estas
bellas lecciones sobre la misericordia de Dios.
Jesús profundiza en el amor
de Dios demostrado en su ministerio salvífico con los excluidos, los marginados
y los pobres de la sociedad, particularmente con los “pecadores”.
- Una mirada
retrospectiva previa.
Antes de profundizar el
mensaje del Señor, recordemos algunos momentos anteriores clave del Evangelio:
1º Desde el momento en
que Jesús llamó a Simón Pedro, sacó a relucir su praxis de misericordia con los
pecadores. Dijo Simón Pedro: “Aléjate de
mí, Señor, que soy un hombre pecador” (5,8); Jesús le respondió: “No temas” y le mostró su confianza
entregándole una misión (5,10).
2º Jesús acoge a los
pecadores, hasta el punto de llegar a hacerlos sus discípulos: Leví (5,27-28),
la pecadora arrepentida (7,36-50), Zaqueo (19,1-10). Jesús los llama a la
conversión, les perdona los pecados y los renueva. Es la realización del “año de gracia del Señor”, cuyo
cumplimiento proclamó desde su discurso inaugural en la sinagoga de Nazareth
(4,16-19).
3º El mensaje no fue
bien recibido por todos. El perdón de Jesús genera desconfianza por parte de
los fariseos y escribas desde el comienzo del ministerio en Galilea. En la curación
y perdón del paralítico se escuchó la primera crítica: “¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados
sino sólo Dios?” (5,21).
4º Jesús no se detiene
por la crítica, uno de sus comportamientos habituales es comer con los
pecadores. Se escuchan fuertes comentarios: “¿Por
qué coméis con los publicanos y pecadores?” (5,30), “Ahí tenéis a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y
pecadores” (7,34b); “Ha ido a
hospedarse en casa de un hombre pecador” (19,7).
5º En respuesta a sus
críticos, Jesús lo hace con la contundencia de su misión: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (5,32).
Esto se convertirá en el corazón y núcleo de la misión apostólica: “predicar en su nombre la conversión para
perdón de los pecados a todas las naciones” (24,47).
Este es el ambiente previo
al capítulo 15 de Lucas. Con la pedagogía de la espiral, Acerquémonos primero
al contexto (15,1-3) y luego a la dinámica y el contenido de las dos primeras
parábolas (15,3-10).
- La situación que
motiva las tres parábolas de la misericordia.
“Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y
los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y
come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola”. (15,1-3)
El texto da tres
informaciones:
- La observación de un hecho: “Todos los publicanos y los pecadores
se acercaban a Él para oírle”.
Suena exagerado, pero “todos” los publicanos y pecadores
buscaban a Jesús. Se les llama “pecadores”,
personas que por su comportamiento contrario a la Ley de Dios, se han colocado
fuera del ámbito de la Alianza. Eran reprobados. Se habla también de un grupo
particular: los “publicanos”.
Los publicanos, cobradores
de impuestos para Roma, eran mal vistos por tres razones que estaban en la
mentalidad de la gente:
Ø
porque ejercían un oficio que por el continuo
contacto con los gentiles, los hacía religiosamente impuros;
Ø
porque por el hecho de estar al servicio del
imperio opresor eran blanco de ataques por parte de los nacionalistas del
pueblo;
Ø
porque se convirtieron en prototipo de corrupción
administrativa y abuso de poder, como es el caso de Zaqueo.
Hay que recordar que en
el evangelio de Lucas, los publicanos:
Ø
Estaban en la lista de las personas llamadas
públicamente a la conversión por parte de Juan Bautista (Lc 3,12).
Ø
Se convierten en modelo de respuesta al llamado al
arrepentimiento. Lc 7,29: “los publicanos
reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el
bautismo de Juan”. La actitud y respuesta de Leví y Zaqueo, frente al
llamado de Jesús.
Ø
Muestran calidad espiritual, superior a la de los
fariseos: en una parábola contada por Jesús, un publicano y no el fariseo será
el modelo de cómo orar (Lc 18,10-13).
Si los publicanos y
pecadores llegan a un nivel tan alto de vida espiritual, cosa que los fariseos
no miran, es porque “iban a oír” a
Jesús, es decir se toman en serio su conversión y su discipulado.
- La crítica: La desaprobación del comportamiento de Jesús por parte
de los fariseos y los escribas: “Este acoge a los pecadores y come con
ellos”.
Los fariseos y escribas
una vez más ponen en tela de juicio lo que Jesús hace, “murmuran” contra él. La murmuración es la crítica cargada de
fastidio por un comportamiento que no se admite.
Los fariseos y escribas
se muestran molestos con Jesús y sacan a relucir su prejuicio contra los
pecadores y marginados. Su actitud contraria al Señor se nota hasta en sus
palabras, lo llaman “Éste”. Dos
verbos describen el comportamiento reprobado: “Acoger” y “Comer”.
Jesús se aproxima a las
personas consideradas de baja moralidad o de ocupaciones de baja categoría,
gente a la que un judío respetable no tendría por qué tratar, porque Dios ha
visitado su pueblo y ha establecido con todos una increíble cercanía (Lc 1,68;
7,16; 17,21); que transforma la vida entera.
- La respuesta de Jesús: “Entonces les dijo esta parábola”.
Al final resultan tres
parábolas. Al leerlas tengamos presente que:
Ø
Todas van al mismo punto: la alegría que
experimenta una persona que recupera lo que había perdido.
Ø
Las dos primeras parábolas van al hecho de que esta
alegría es el reflejo de la alegría que Dios siente cuando recupera lo que
había perdido: aquello que le era propio y de un gran valor para Él.
Ø
La tercera parábola supera las dos primeras: sin
perder de vista el tema de la alegría de Dios, representada en el papá
misericordioso; describe ampliamente la situación de una persona perdida, el
hermano menor y también la actitud de quien aparentemente no se perdió, el
hermano mayor; éste último no es capaz de compartir la alegría del padre por el
regreso del hijo y hermano perdido.
Las parábolas de la
misericordia explican el por qué del comportamiento de Jesús e invitan a los
fariseos y a cada uno de nosotros a unirse a la praxis de Jesús.
- Celebrar el
regreso de quien está perdido: Las parábolas de la oveja y de la moneda
perdida.
Jesús cuenta dos
parábolas que tienen mucho en común y se refuerzan la una a la otra. Las imágenes
de base son diferentes: la primera narra la historia de un hombre y la segunda
la de una mujer; ambos con dos oficios típicos del mundo bíblico israelita: un
pastor y un ama de casa. El primero vivirá una aventura en campo abierto, y la
segunda dentro de la misma casa.
- La historia de un pastor: parábola de la oveja perdida.
“¿Quién de vosotros?”. La mirada se pone en
la persona y en lo que normalmente ésta haría en una situación similar
aplicando la lógica.
Es la historia de un
pastor que rebosa de felicidad después de hallar su oveja perdida. Se destacan
dos partes:
1º La parábola propiamente dicha: Se
destacan siete acciones:
Ø
“Tener”: El
pastor posee un rebaño de un centenar de ovejas.
Ø
“Perder”: El
pastor al final del día se pone a contar las ovejas de su rebaño y descubre que
el número está incompleto.
Ø
“Dejar las noventa y nueve en el
desierto”: Se acentúa la locura de la acción del pastor, quien
se olvida de la precaución dejando el rebaño desatendido en pleno desierto, donde
se pueden perder todas, por buscar la oveja perdida. “¿Quién de vosotros no haría esto?”, dijo Jesús al comenzar la
parábola. Esto no significa que una oveja sea más importante que las otras, el
ejemplo sirve para poner de relieve la alegría por el hallazgo de lo que se
había perdido.
Ø
“Buscar”: La
búsqueda no para hasta que no logra su cometido: “hasta que...”. No hay reposo,
el celo es total.
Ø
“Encontrar”: La
alegría del hallazgo se expresa en la convocación de los amigos. Pero lo
esencial es lo que viene: la alegría que proviene de la nueva situación en el
Reino de Dios.
Ø
“Poner sobre los hombros”: El
pastor regresa triunfante. La ternura del pastor que carga a la oveja,
asistiéndola en su delicada situación, nos recuerda Isaías 40,11: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en
brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las madres”.
La recuperada es preciosa, delicada, de un gran valor.
Ø
“Convocar”: El
pastor organiza una reunión festiva, está lleno de alegría por el éxito de su
búsqueda. Una alegría así no se vive sólo, se la comparte con los amigos.
2º La aplicación de la parábola:
Se reconoce en
el celo del Pastor la realización de la profecía de Ezequiel: “Como un pastor vela por su rebaño cuando se
encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas” (Ez
34,12); y también el anuncio de la misión del Mesías: “Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las
apacentará y será su pastor” (Ez 34,23-24).
Jesús describe la alegría de Dios por el
pecador que se convierte: “Os digo que,
de igual modo, habrá más alegría en el cielo por uno solo pecador que se
convierta que por noventa y nuevo justos que no tengan necesidad de conversión”
(15,7).
El motivo de la fiesta
del cielo es la conversión de un sólo pecador. Jesús habla de “más alegría”, el cielo multiplica la
alegría. Uno es feliz cuando se reconcilia con Dios, pero la alegría que Dios
siente por este mismo acontecimiento es mayor. No quiere decir que Dios no esté
contento con los que están sanos y salvos, los “noventa y nueve justos que no necesitan conversión”, sino que su
alegría por el pecador que se ha dejado encontrar por el amor misericordioso es
superior.
- La historia de una mujer: parábola de la moneda perdida.
La segunda parábola es
idéntica a la anterior, en versión en femenino y en el ámbito de una casa.
Exceptuando, por razones evidentes, el motivo de la “ternura”, cuando el pastor
carga la oveja, las acciones de esta parábola son las mismas de la anterior; los
elementos destacados en la descripción son:
Ø
“Tener”
diez monedas. Se trata de una cantidad de valor en manos de una mujer que vela
celosamente por la economía del hogar.
Ø
“Perder”: Encontrarla
requiere grandes esfuerzos. Ilustra los esfuerzos que hace un estudioso de la
Ley para desentrañar del texto su valor.
Ø
“Encender la lámpara” y “barrer la
casa”. Refleja el drama de la búsqueda; se debe encender
la lámpara, despertar la casa entera; y en medio del fastidio que ha debido
causarle a la familia entera, barrer cuidadosamente hasta que encuentra su
moneda. Puede esperar hasta el siguiente día, pero el “celo” que se quiere
describir: la búsqueda del pecador no da espera.
Ø
“Convocar”: El
hallazgo conduce al regocijo, que las vecinas y amigas son invitadas a
compartir con gran sentimiento.
- Aplicación de la
parábola.
Jesús dice que
hay alegría con un pecador arrepentido. Los ángeles se regocijan con Dios, pero
lo que importa es la inmensa alegría de Dios.
El contraste entre la
alegría de Dios y las murmuraciones de los fariseos y escribas se deja sentir.
Los fariseos deberían estar felices por la misericordiosa bondad de Dios. Dios
se complace en la conversión de los pecadores, ni les desea nada malo ni los
abandona, Ezequiel 18,23: “¿Acaso me
complazco yo en la muerte del malvado, oráculo del Señor Yahvé, y no más bien en
que se convierta de su conducta y viva?”.
La dimensión femenina
de esta parábola no deja de lanzar provocaciones. Que Jesús coloque una mujer
como ejemplo es chocante para los fariseos. Ellas también son modelo del
comportamiento de Dios, pues las mujeres que se alegran con su vecina superan
la espiritualidad de los fariseos.
- Conclusiones y
compromisos.
El evangelio nos invita
a entrar en el corazón misericordioso de Jesús, descubriendo en él la grandeza
su revelación acerca de Dios y la fuerza atrayente de su propuesta del Reino.
Jesús nos revela que a
Dios le importamos mucho y que sufre y goza con nuestro destino. Él mismo es la
imagen de un Dios que sale en búsqueda del pecador. El suyo es un amor primero
e incondicional.
Mirando las actitudes, “pérdida”,
“búsqueda”, “hallazgo” y “alegría compartida”, y los confrontamos con la tarea
“pastoral” que se espera que hagamos, ciertamente percibiremos que tenemos
mucho por hacer.
El hecho de tener noventa y nueve ovejas en
sus manos no tranquilizó la conciencia del pastor. Ni tampoco a la mujer a la
que le quedaban nueve monedas. Ese “uno” que falta es de gran valor.
La conversión que se
pide hoy no es sólo la del pecador, sino también la del pastor y la pastoral,
la de quien se ha adormecido en su celo pastoral y ya no sale a
buscar a las ovejas ni a las monedas perdidas. No podemos quedarnos con los
brazos cruzados esperando a que la oveja vuelva sola y sin hacer nada para
provocar su conversión. Como aquel pastor y como aquella mujer no podemos dormir
tranquilos mientras una oveja esté perdida.
- Terminamos en
espíritu de oración.
Jesús, ayúdame con tu
gracia a realizar todos los cambios necesarios para ser sanado, vivir en
amistad contigo y tener una conversión más profunda.
Padre bueno, me arrepiento
de haberte ofendido soy consciente del mal hacho, te ofendía sin darme cuenta,
lastimándome a mí mismo y a los demás.
En tu presencia, Señor,
reconozco que he pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión, por eso te
pido perdón, por lo que he hecho y por lo que he dejado de hacer. Frente a ti, pido
la gracia de un corazón profundamente arrepentido, con la esperanza de ser
transformado por tu gracia.
Tú conoces toda mi vida y
mis secretos más íntimos están delante de ti; te abro libremente y en fe las
puertas de mi corazón, pidiéndote que me ayudes a descubrir hasta que punto he
estado bloqueando el paso de tus bendiciones para mi vida y para la vida de
quienes amo.
Por todas las veces que he
sido una oveja perdida que había abandonado tu redil. Perdóname por el tiempo
perdido y por las gracias desaprovechadas. Perdóname porque en algunas ocasiones
no he encaminado correctamente la vida y los talentos que me diste.
Perdóname, por los pecados
en contra de mi salud espiritual: al no haber confiando enteramente en tu amor
y en tu preocupación por mí. Perdóname porque al haberme alejado de tu Iglesia,
he descuidado la oración, la lectura de la Biblia, la Eucaristía. Perdóname por
cualquier otro descuido en relación con mi alma y vida espiritual.
Perdóname, por los pecados
que han contaminado mi mente. Libérala de pensamientos de amargura, ira,
envidia, juicio fraterno, lujuria…
Perdóname, por haber
alimentado comportamientos adictivos o compulsivos: bebida, drogas, comida en
exceso, juego, sexo, críticas, celos, internet y cualquier otra adicción.
Perdón por los pecados
contra de la pureza: por la lujuria, la fornicación, la pornografía, fantasías
sexuales…
Hoy te pido la gracia de
renunciar a todo ello y me decido a dejar definitivamente…
Gracias, Señor, porque al
recibir la liberación, sanarás mi afectividad y todo mi ser y abrirás nuevas puertas de bendición
a mi vida.
Te pido perdón por haber aconsejado
a otros seguir un camino equivocado. Me arrepiento de no haber prestado la
suficiente atención a mi salud física y emocional: mala nutrición, comidas que
dañan mi organismo, falta de descanso y ejercicios. Concédeme fortalecer mi
voluntad a fin de cuidar de mi mismo ya que soy tu templo.
Te pido perdón por todas
las veces que con palabras, gestos, hechos u omisiones haya faltado el respeto
o herido de algún modo a otras personas. Perdóname por los pecados de palabra:
insultos, injurias, amenazas, violencia verbal y psicológica, críticas,
murmuración, calumnias, difamación, ironía, quejas, palabras duras o amargas,
mentiras…
Perdóname por los pecados
de robo: fraudes, engaños, trampas o cualquier tipo de estafa…
Perdóname por las segundas
intenciones y por no haber tenido las motivaciones correctas.
Perdóname por las faltas
de caridad: desatender a miembros de mi familia, por mi falta de perdón y
aceptación, por los gestos de frialdad, por la pobreza de mi amor y por todo
comportamiento desconsiderado.
Te pido perdón por toda
envidia, odio, resentimiento, falta de perdón, por no saber recibir el amor y
los consejos de quienes querían hacerme el bien.
Señor, te presento y pongo
entre tus manos todos aquellos recuerdos y circunstancias que me causan dolor,
culpa, vergüenza y te pido ser perdonado, liberado, sanado y transformado en
nueva criatura.
Pido perdón por el mal ejemplo
que haya dado a los demás. Gracias, Señor porque a ti te puedo contar
absolutamente todo y al hacerlo siento renacer tu paz en mi alma.
Gracias, Padre, por
liberarme. Espíritu Santo haz venir a mi memoria cualquier otra situación de la
cual tenga que arrepentirme, de modo tal que hoy sea para mi vida un día de
gracia, de liberación y de júbilo.
Perdóname, pues hay más
alegría por uno que se convierte…
Amén.
Miqueas 7,18: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad,
y olvida el pecado del remanente de su heredad?
No retuvo para siempre su enojo,
porque se deleita en misericordia.
y olvida el pecado del remanente de su heredad?
No retuvo para siempre su enojo,
porque se deleita en misericordia.
El volverá a tener misericordia de nosotros;
sepultará nuestras iniquidades,
y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”
sepultará nuestras iniquidades,
y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”
P.
Marco Bayas O. CM
Que buena explicación de las parábolas!!! Bien desmenuzado :) Gracias, Padre Bayas :) Dios lo bendiga :)
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