viernes, 20 de julio de 2012

DOMINGO XVI ORDINARIO Evangelio Marcos 6,30-34 ; CICLO B


“Sintió compasión de ellos,
pues estaban como ovejas 
que no tienen pastor,
y se puso a enseñarles
muchas cosas 

El domingo pasado meditamos el envío de los discípulos a la misión, este domingo contemplamos su regreso. El texto va mucho más allá de un simple reporte misionero y de de que no pudieron descansar; muestra el cuadro de Jesús como Buen Pastor de sus discípulos y apóstoles,  del pueblo de Israel y hoy, de toda la Iglesia.

Propongo algunos “destellos de luz”, para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida. 



1. La comunidad apostólica en torno a Jesús Buen Pastor.

Los apóstoles regresan de la misión y, debido a la multitud, Jesús les propone que se detengan a reposar en un lugar apartado. En el centro de la escena está Jesús, así vemos que: 
  • en torno a él se reúnen los misioneros que regresan de la misión, 
  •  a él le informan todo lo que han dicho y hecho, 
  •  él toma la iniciativa de llevárselos aparte a descansar.

El Buen Pastor es Jesús. En Él se cumplen el Salmo y la Primera Lectura: reúne a sus ovejas, las alimenta, las protege de todo mal; conoce y ama a cada una y da su vida por ellas. Él siente lástima por las multitudes que están como ovejas sin pastor; debe dolernos que, teniendo un Pastor así, haya tanta gente que se siente perdida y abandonada porque no le conocen. 

2. Los Apóstoles regresan de la misión.
Luego de anunciar la Buena Nueva, los Apóstoles experimentan un “estar juntos”, una fuerte experiencia comunitaria. Esta experiencia es un llamado a la comunidad misionera que corre el riesgo de dispersarse en las tareas apostólicas y perder su centro, su núcleo, el “calor del hogar”, el sentido de familia y comunidad.
Dos verbos describen la misión apostólica, “hacer” y “enseñar”; la misión no es sólo anunciar de “palabra” sino también en “acciones” transformadoras que certifican la predicación.  

3. Sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas sin pastor.
Jesús se compadece “de quienes aceptan su corrección, y de los que se esfuerzan por unirse con él” (Sir. 18,13- 14). Los sanos no necesitan del médico, sino los enfermos (Lc. 5,31; Mt. 9,12; Mc. 2,17). Nosotros somos los enfermos, aquejados por vergonzosos deseos y por  bajas  pasiones, necesitamos del Salvador. Enfermos, necesitamos del Salvador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, necesitamos de la fuente de la vida: aquella de la que quienes beben, nunca más tendrán sed (Jn. 4,14); muertos, necesitamos de la vida; rebaño, necesitamos pastor; pequeños, necesitamos guía; la humanidad necesita a Jesús.
“Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo” (Ez 34,16-14). Ésta es la promesa del Buen Pastor; “Y Yo seré su pastor, y estaré cerca de ellos” (Ez 34,23). Así es el Señor: justamente bueno. “No vine para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28; Mc 10,45). El Evangelio nos lo muestra fatigado (Jn 4,6): se fatiga por nosotros y ha prometido “dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45). Muchos hoy luchan por complacer a todo el mundo buscando ganar su aprobación. !No necesitas hacerlo! Eres valioso para Dios. Él confía en ti, sabe que en sus manos puedes hacer proezas. No repara en tu color de piel, tu posición social o económica, si eres alto o bajo, simpático o no; Dios te acepta tal como eres. !Él dejará el rebaño y correrá a buscarte porque eres muy valioso para Él! !Alégrate, Jesús es tu Pastor! 

4. La invitación de Jesús a descansar.
Jesús no dice nada ante las noticias de los discípulos, da un paso inédito, les dice qué deben “hacer” después de la misión. La orden es “descansar”.
“Para descansar un poco”. Es decir, reposar de los cansancios de la misión. Marcos presenta un Jesús misionero con poco tiempo de descanso, un “hiperactivo”; al mismo ritmo van los discípulos. Este dato muestra la intensidad con que la Iglesia, desde sus orígenes, asumió la misión. Pero Jesús invita también al descanso.
El pastor “competente” conoce los lugares secretos y las rutas seguras para llevar a su rebaño donde hay frescura, hierba abundante y agua pura. Allí el rebaño está tranquilo y seguro. Marcos indica la motivación principal del descanso: “los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer”. A partir de aquí podemos sacar dos lecciones sobre la vida del misionero, una positiva y otra negativa:
Lo positivo, el hecho que los discípulos no tengan tiempo “ni para comer”, en medio de todas sus tareas, debería ser motivo de orgullo, en el buen sentido de la palabra; así le sucedía también al Maestro. Esto indica la profunda comunión con Jesús y con su obra.
Lo negativo, el peligro de caer en el activismo, el dejarse absorber por el “corre corre” apostólico. En el equilibrio de vida misionera hay que vencer dos tendencias erradas:
  • Perder nuestros espacios: ¿Cómo asumir la vida sin la oración y sin los espacios personales para descubrir lo que Dios pide de nosotros? ¿Cómo hacer la obra de Dios si las fuerzas no se toman del mismo Dios? Jesús afirma: “¡Sin mí, nada pueden hacer!”
  • Retirarnos demasiado: El peligro es convertir la oración en una fuga, alejándonos de los problemas y conflictos con los demás. ¿Qué hacer para que la comunión con Dios no impida la comunión con los demás, sino que ayude a ella? ¡La verdadera oración nos compromete con los hermanos!
Jesús no les pide a los discípulos nada que él no haga. Al final de ese mismo día, después de la multiplicación de los panes, se retira para estar “a solas”: “Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar” (6,46).
El descanso de la tarea apostólica consiste en estar con Él, disfrutar de su intimidad. Sin embargo, la caridad del Buen Pastor es la norma última del actuar de Jesús: ante la presencia de una multitud «como ovejas sin pastor» se compadece e interrumpe el descanso antes de comenzarlo. El mejor modo de descansar es vivir en sintonía con Cristo, tanto para “retirarnos” a solas con él, como para compartir su mismo celo y compasión. 

5.  Las multitudes buscan estar en torno a Jesús Pastor.
Jesús y sus discípulos se marchan con el propósito de descansar, la gente se entera y enseguida notamos una doble correría:
  • la de la comunidad apostólica en la barca, y
  • la de las multitudes, a pie, por la orilla del mar. La gente, que capta el propósito de Jesús, se le anticipa al Maestro para que prolongue todavía un poco más –antes del descanso y la oración- su misión en medio de ellos. La toma de distancia de la gente termina en todo lo contrario: una monumental jornada misionera.
Lo que Jesús ve, vive y le conmueve se sintetiza en la frase “estaban como ovejas sin pastor”. ¿Qué le sucede a una oveja sin pastor? Una de estas tres cosas: 

a. No puede encontrar el camino. Está claro que solos nos perdemos en la vida. Como escribió una vez Dante: “Me desperté en medio del bosque, y estaba oscuro, y no se veía ningún camino”.
b. No puede encontrar pastos ni agua. No cabe duda que mientras estemos en esta vida, tenemos que buscar constantemente el sustento para recuperar las fuerzas. El problema es que buscamos en lugares equivocados, por eso la insatisfacción, el espíritu en ayunas, el corazón inquieto.
c. No tiene defensa frente a los peligros que la acechan. Una oveja sin su pastor está perdida frente a los peligros: ladrones, fieras, etc. Tampoco nosotros nos bastamos a nosotros mismos frente a los peligros de la vida, necesitamos de los otros y de este Otro que es Jesús. Él encarna al pastor descrito en el Salmo 23: “Tu bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida
  1. Los anuncios del Antiguo Testamento.
Jeremías profetiza contra los dirigentes de Israel. Mientras tuvo buenos “pastores”, el pueblo de Dios caminó sin peligro por cualquier lugar; ahora que los pastores hacen el mal, andan errantes y sin rumbo. Por eso es necesario un nuevo pastor. La promesa “Yo mismo reuniré el resto... y las volveré a traer a sus pastos” (23,3), anuncia la restauración y la vuelta del destierro; y el mismo Dios proclama, por su profeta, que ya no confía en los pastores, porque han descuidado su misión.
El Salmo 22 expresa la sensación de paz y de dicha de quien se sabe cuidado por el Señor. El salmista alude a los peligros, no como amenazas que acechan, sino como liberado de ellos en la presencia protectora de Dios. 

7. La Iglesia es apostólica.
La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. La Iglesia es apostólica, está fundada sobre los apóstoles, en un triple sentido:
Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles", testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo.
2º Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza, la tradición, las sanas palabras oídas a los apóstoles.
3º Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta el regreso de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el Colegio de los Obispos, a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia. 

8. La misión de los apóstoles.
Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, “llamó a los que Él quiso, y vinieron donde Él. Instituyó Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc. 3,13-16). Ellos serán sus "enviados" (del griego "apóstoloi"). Y en ellos continúa su propia misión: “Como el Padre me envió, también yo les envío”. Su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: “Quien a ustedes recibe, a mí me recibe”, dice a los Doce.
Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta”, sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él, de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los Apóstoles no deben olvidar que están calificados por Dios como «ministros de una nueva alianza, ministros de Dios, embajadores de Cristo, servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios». 

9. Los Obispos sucesores de los Apóstoles.
Los Apóstoles, encargaron la misión a ellos confiada, mediante una especie de testamento a sus colaboradores. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia. Nombraron a algunos varones y dispusieron que, después de su muerte, otros les sucedieran en el ministerio. Como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores; de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado de los Obispos.
La Iglesia enseña que por institución divina los Obispos han sucedido a los Apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió.

10. El Apostolado.
Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida; en cuanto que ella es "enviada" al mundo entero. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es vocación al apostolado. Se llama “apostolado” a toda la actividad del Cuerpo Místico que tiende a propagar el Reino de Cristo por toda la tierra.
La fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo. La caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, es el alma de todo apostolado.
Terminemos reflexionando con un Padre de la Iglesia:
Es preciso comenzar por purificarse antes de purificar a los otros;                   es preciso ser instruido para poder instruir;
es preciso ser luz para iluminar,
acercarse a Dios para acercarle a los demás,
ser santificado para santificar,
conducir de la mano y aconsejar con inteligencia.
Sé de quién somos ministros,
dónde nos encontramos y adónde nos dirigimos.
Conozco la altura de Dios y la flaqueza del hombre,
pero también su fuerza.
Por tanto, ¿quién es el sacerdote?
Es el defensor de la verdad, se sitúa junto a los ángeles,
glorifica con los arcángeles,
hace subir sobre el altar de lo alto las víctimas de los sacrificios,
comparte el sacerdocio de Cristo,
restaura la criatura, restablece en ella la imagen de Dios,
la recrea para el mundo de lo alto, y,
para decir lo más grande que hay en él, es divinizado y diviniza
(San Gregorio Nacianzeno)
P. Marco Bayas O. CM

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