El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí”
Seguimos profundizando el Evangelio de
Marcos. Algunos “destellos de luz”,
para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
El Domingo
anterior el Señor nos ponía de frente a una decisión firme y valiente al
pedirnos una respuesta: ¿Quién soy para ti? Y como Pedro, reconocemos a Jesús
como:
v Mi
Salvador: Jesús me salvó, perdonó mis pecados y me da
el Cielo.
v El
Hijo de Dios hecho Hombre: Jesús se rebajó de su condición
de Dios, sin perderla. ¿Me doy cuenta de lo que esto significa?
v Mesías
Esperado: Es el Salvador prometido desde el momento del
Pecado Original, al que el Pueblo de Israel esperó por siglos y siglos.
v Mi
Señor: Es mi Dios, mi Dueño, el único a quien puedo entregar la
libertad que Él mismo me ha dado. A Él debo todo. Él es Todo y debo darle todo
mi ser. Sólo a Él adoro y le pertenezco.
Hoy el Señor nos
aumenta la dosis y propone un lenguaje contracorriente: “Si quieres ser el primero sé el
último, el servidor de todos”. Tenemos un gran camino de conversión por
recorrer. El Evangelio de hoy tiene
dos partes bien definidas:
1. El
segundo anuncio de la Pasión; con tres palabras claves que describen un
proceso: 1º Entregado; 2º Matarán; 3º Resucitará.
2. La
discusión sobre quién es el mayor.
A la luz de la Palabra, y
con la pedagogía de la espiral, comencemos en el camino de ascenso hasta las
cumbres de Dios.
1.
El
Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
Jesús atravesaba la Galilea junto con sus
discípulos, por segunda vez habla a los apóstoles de su muerte y de su
resurrección. Van camino de Jerusalén, y quiere pasar inadvertido en su
travesía por Galilea. Dedica este viaje a la instrucción de los apóstoles. Ellos
no entendían estas cosas, pero temían preguntarle. Su incomprensión se explica
porque no sabían compaginar a Jesús Mesías doliente con un Mesías triunfante y
victorioso. ¿Por qué temían preguntarle? Porque saben que las predicciones del
Maestro se cumplen, y temen aquel programa sombrío.
“Entregado
en manos de los hombres”, en manos de los pecadores. Esto no sólo se refiere a la
traición de uno de sus discípulos, ni a la entrega a un tribunal humano, sino también
a la entrega del Hijo del hombre a la violencia y a la maldad humana. Se revela
el sentido expiatorio de su muerte: “fue entregado por nuestros
pecados y resucitado para nuestra justificación” (Rom 4,25)
Dios entrega a su Hijo para que el mundo no perezca, y a su vez el Hijo se
entrega libremente.
Jesús es condenado porque es la luz y
las tinieblas rechazan la luz. El
Justo es rechazado porque lleva una vida distinta de los demás y resulta incómodo
por su conducta “diferente”.
También el cristiano, en la medida en
que es luz, resulta molesto e incómodo. Y por eso, forma parte de la herencia del
cristiano el ser perseguido: “Ay si todo el mundo habla bien
de ustedes” (Lc 6,26).
2. ¿De qué hablaban por el camino?
Entrando en Cafarnaúm, Jesús les pregunta ¿De qué
hablaban por el camino? Ellos callan; hablaron sobre quién sería el mayor en el
Reino. Era un tema de ambición (Mc 10,35-45). Mientras Jesús les anunciaba su pasión, muerte
y resurrección, ellos discutían cuál de ellos sería el mayor, el más importante
e influyente. Seguramente se dieron algunos nombres: Pedro, Juan, Santiago. En
otras palabras, ellos están en otra onda.
En
el silencio de los que se sienten culpables, se descubre la paradoja: ¡Jesús
trata de descender, ellos de ascender!
3. El que quiera ser el primero debe hacerse
el último y el servidor.
Jesús llamó a los Doce y les dijo: “El
que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de
todos”. La enseñanza que se desprende de esta afirmación es doble:
- Con una sentencia: “el primero, que sea el último”, esto se hace realidad por la actitud del espíritu.
- Con una parábola en acción. La grandeza a la que se aspira es a hacer las cosas por Dios: “Abrazó a un niño, poniéndolo en medio de ellos”, símbolo de lo pequeño y desvalido. A lo pequeño, si se lo protege en su nombre, se le hace a Él y al Padre que lo envió.
¡Qué paradoja!: “Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Es fácil
pensar que los Doce no entendieron nada. ¡Qué contradicciones habla Jesús!
¿Cómo es eso que para ser el primero se debe ser el último?
4. La Iglesia continúa el servicio de Jesús en
el mundo.
Los discípulos buscaban ser los primeros, Jesús enseña
una nueva norma de valoración, la Iglesia, es servidora del mundo. La Iglesia
está para servir al mundo con un nuevo sentido de la vida, un mundo donde
exista y reine la justicia, la paz, un mundo de hombres buenos, un mundo de
verdad y de amor. Por eso la Iglesia está interesada en servir y no en ser
servida.
La
Iglesia somos todos y debemos actuar como pide Jesús, como auténticos
servidores; interesarnos por nuestros hermanos, no es fácil, pero es lo que nos
pide Jesús: “No vine a ser servido, sino a servir”.
¿Qué es servir? Es impartir vida,
vida de Dios, vida de Cristo. Servir no es hacer muchas cosas, no es llenarse
de actividades; es impartir vida donde reina la muerte. Si tú no estás
impartiendo vida, no estás sirviendo.
Jesús nos enseña a
servir. El cristiano no se puede conformar con servir a “su manera” o dar el
tiempo que le sobra. El cristiano es discípulo de Cristo, obediente en todo al
Padre. Su vida es servicio porque es amor.
El servicio no es esclavitud porque el cristiano
sirve con alegría. Sirviendo ejercemos nuestra identidad más profunda. Somos
hijos de Dios, imagen de su amor. Al servir ejercemos creativamente todos los
dones y habilidades que Dios nos dio. Construimos el Reino de Amor.
Jesús vivió 30 años de vida anónima en Nazaret
como carpintero. Así nos enseñó que los
trabajos de la vida diaria, aun los más pequeños, hechos con amor esmerado,
tienen un valor inmenso en los ojos de Dios.
Aprendemos a
servir contemplando la vida de Jesús y escuchándolo en la oración. Cuando oramos
solemos hablar demasiado y escuchar poco porque estamos centrados en nuestra
propia agenda y queremos que Dios la realice. Entonces el trabajo se convierte
en activismo sin frutos duraderos porque no está guiado por Dios.
San Agustín escribió en sus
Confesiones: "Óptimo servidor
tuyo es el que no atiende tanto a oír de Ti lo que él quisiera, cuanto a querer
aquello que de Ti escuchare."
Cuando se pretende ser el
primero según los criterios del mundo, sólo se piensa en el poder, el dominio,
en el querer sobresalir. En cambio, cuando se pretende ser el primero según
Jesús, se piensa en servir, amar, pasar inadvertidos, y hasta desaparecer. En
una palabra ser el último.
Jesús es
radical, no dice que quien quiera ser el primero se ubique entre los últimos,
porque se puede ser el ‘primero entre los últimos’. Jesús dice: “sea el
último de todos”, no sólo de amigos o de los de casa sino de
todos.
5. Ser primeros en el Reino de los Cielos, es ser
servidores.
La
enseñanza de Jesús, es reto y oportunidad a la vez: “Después, tomando a un
niño, lo puso en medio de ellos…” Ser primeros en el Reino, es servir, es
inclinarse ante algo tan pequeño como un niño, es ver al Señor en todos y en
ellos servirlo.
Dice Jesús: “el que me recibe no es a mí al que recibe
sino a Aquel que me ha enviado”. Porque conocer a Jesús, es conocer al
Padre; amar a Jesús es amar al Padre; servir a Jesús es servir al Padre: “Nadie
conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a
quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer” (Mateo 11,27)
¿Por
qué Jesús llama a un niño y lo pone como
ejemplo? El niño hoy y siempre ha sido la parte más frágil
y vulnerable de la sociedad. En tiempo de Jesús no sólo era frágil y
vulnerable, sino que no era tenido en cuenta como persona, lo mismo sucedía con
las mujeres. Jesús pide que acojamos a las personas más desprotegidas y
olvidadas, pues así acogemos al mismo Jesús, y acogiéndole a Él, acogemos a
Aquel que lo envió, al Padre.
6.
Un
corazón libre de ambición.
¿Por qué recibir los pequeños en nombre de Jesús?,
¿Por qué ser como un niño y hacerse pequeño? El niño es un ser débil y humilde,
que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puesto
privilegiados, no tiene la codicia de los adultos, tiene conocimiento de su
pequeñez y su debilidad. Es así como nos hace saber Jesús, que el más humilde
será el más grande ante el Padre. El niño al igual que el pobre recibe con
alegría lo que se le entrega cuando su necesidad depende de los demás. Ese es
el sentido de “hacerse como los niños”,
humilde y sencillo de corazón, pues, “El que no renuncie a sí mismo, no puede ser
mi discípulo”.
“El
que acoge a un niño en mi nombre, me acoge a mi”. La
palabra "pascua", en hebreo, quiere decir paso o salida. Las
virtudes, también, tienen sus edades. Ayer la decrepitud del pecado nos ponía
sobre nuestra decadencia, hoy la Resurrección de Cristo nos hace renacer en la
inocencia de los niños. La sencillez cristiana hace suya la infancia.
“Tomó un niño, lo puso delante de ellos y abrazándolo…”. Llama la
atención que un niño sea el representante de Jesús, en estrecha semejanza con la
escena del Juicio final, en que Jesús se identifica con los atribulados y los
que padecen necesidad (Mt 25,31s). Jesús pone al niño ante los ojos de sus discípulos,
no sólo como símbolo de la pequeñez y humildad (Mt 18,3s), sino como objeto de
sus cuidados; como diciendo: quién quiera pertenecerme debe respetar y querer
al indefenso, al insignificante, al despreciado, al necesitado de protección.
Cuando los discípulos actúan así, Jesús
los considera como enviados suyos y toma la defensa de ellos, de modo que un
ataque a los discípulos, es un ataque a Dios mismo.
7. “El que me recibe, no me recibe a mí, sino al
que me envió”.
Un
camino seguro de encuentro con Jesucristo y con El que lo ha enviado, es
siempre el de la humildad. Si Dios valoriza mucho la humildad, es por el poder que
tiene; la humildad da fuerza, en especial porque ella abre las puertas del
Reino: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”, nos ha
dicho el Señor.
Ésta es la auténtica liberación, de la
lucha incesante de los hombres entre sí, en la batalla de los intereses de
grupo, en la guerra por el dominio y el poder. La mayor contradicción con el
Evangelio es la búsqueda de poder, honores y privilegios. Sólo el que
como Cristo se hace Siervo y esclavo de todos es constructor de la Iglesia; el
que se deja llevar por la arrogancia, el orgullo, el afán de dominio o la prepotencia
sólo contribuye a hundirla.
¿Cómo se puede ser libre de estas tentaciones?, es
decir:
Ø
de comportarse siempre según las convicciones más
íntimas, no según la moda...
Ø
hacer siempre el bien que se tiene que hacer, y
como se lo tiene que hacer, y no como lo pide el mundo…
Ø
no ser esclavo, ni estar atado a nada ni a nadie;
Ø
estar inclinado sólo al bien, a lo que es bueno
para uno y para los demás;
Ø
estar disponible para hacer lo que hace felices a
los demás;
Ø
hacer todo con profunda fe, esperanza y amor a
pesar de las dificultades y riesgos que entraña;
Ø
a pesar de la misma vida que se pone en juego y
arriesga, y está dispuesto a entregar como precio de su libertad.
Así fue libre Jesús,
recordemos que el Señor fue tentado en torno al poder y venció al maligno con
la oración y la Palabra. El
movimiento de “pasiones” que se origina constantemente en el corazón humano,
sólo lo comprende y sana Jesús. Anunció la pasión; no lo comprendieron ni le
preguntaron, sino que siguieron con su problema: quién era el mayor. La paz
nace en el corazón, pero necesita gente “crucificada” con Cristo, para que la
verdadera paz sea realidad en todos los pueblos.
8. La deshumanización del tener y del poder.
Nuestra sociedad mide
el valor humano con el metro del tener; "tanto tienes, tanto vales", es
una aberración: “Un hombre movido por la ambición
de heredar una enorme propiedad, en las afueras de la ciudad, invita a su
hermano a pasear por el campo y apenas
se descuida, aprovechando que caminan muy cerca de un precipicio, lo empuja. Lo
que recuerda es la mirada de desesperación del sujeto cuando caía con
violencia, dando tumbos en el despeñadero”
Esta manera de entender
al hombre y vivir la vida deshumaniza, ya que tener significa:
Ø
vivir sin esfuerzo y la
vida es tarea y misión;
Ø
no tener problemas y la
vida es superación;
Ø
no recibir críticas y la vida
es aprender de los errores;
Ø
apoyarse en lo que uno
tiene y la vida se apoya en lo que uno es;
Ø
sentirse dueño de sí
mismo y la vida la tenemos como préstamo de Dios;
Ø
contentarse con las
cosas materiales y nosotros somos apertura a la transcendencia, a Dios.
El tener deshumaniza,
porque cierra los ojos, embota el corazón y la mente, impide valorar el ser a
quien se conforma con el tener, identificarse con sus posesiones siempre será
un error y muchos caen en él, que nuestra sociedad lo fomente no significa que
sea verdad.
Paralela a la
deshumanización del tener camina la deshumanización del poder. La mayoría quiere mandar, quieren tener poder, del grado o del tipo que
sea. Y el poder, que se supone es la autorización que el pueblo da a algunos
para que organicen la vida y la sociedad, termina por ser el camino para
imponer, oprimir, manipular, dominar. Entender el poder como servicio es
difícil, por más que todos lo definan así en la práctica.
Todos quieren estar
arriba para tener a alguien por debajo, sentirse superiores, disponer sobre
vidas o, al menos, poder gritar al subordinado. Por eso Jesús advierte tan
seriamente ante la tentación de buscar el poder. Y propone para sus discípulos
la única forma humanizadora de entender el poder y la autoridad: “el
que quiera ser el primero, tiene que hacerse el último”; la única forma válida de autoridad es el
servicio; por eso, el primero es el que más sirve,
no el que más poder detenta; el orgullo y la presunción, típicas en
algunas autoridades que buscan sólo privilegios protocolarios, deshumaniza;
sólo la humildad nos hace comprender y vivir la verdad de lo que somos, y sólo
la verdad nos hace libres.
La Palabra de Dios deja
una invitación concreta: Dios no quiere otra cosa que nuestro bien, que lleguemos
a la plenitud. En el camino a esa plenitud humana necesitamos saber asumir
estas tres realidades fundamentales:
1º No somos más por tener más, sino
por ser más;
2º No somos más por mandar más,
sino por servir más;
3º No somos más por saber más, sino
por ser como los niños.
Un programa así tiene
poco interés en nuestra sociedad, plenamente convencida de todo lo contrario. Nosotros
tenemos que seguir haciendo este anuncio. Estamos llamados a ser uno de esos
mensajeros. ¿Dispuestos a predicar con el ejemplo? ¡Ánimo, el Señor está con
nosotros!
9.
María, nuestra Madre como modelo de servicio.
Muchas son las cualidades que admiro de la Virgen
María, pero una que me sorprende es la capacidad de decir: “Yo soy la servidora del
Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1,38). Con su “sí”,
de servicio, María ha aceptado la solicitud que le ha hecho Dios y está dispuesta
a cumplirla, hasta las últimas consecuencias.
La conducta de María me hace pensar en mis
actitudes y en las respuestas que le doy a Dios cada vez que me pide algo. Y
debo confesar que muchas veces no soy tan generoso. Pido demasiadas
explicaciones, muchas pruebas o señales para estar seguro que realmente es algo
que Dios me está pidiendo, y por si fuera poco, quisiera una garantía de que lo
podré hacer, que no le voy a fallar, porque me da miedo aceptar una misión que
no pueda terminar.
María, ayúdame a ser como tú: humilde, valiente,
dócil, disponible, de fe firme, de amor intenso. Ayúdame a ser capaz de decir “Yo
soy el siervo del Señor, hágase en mí según tu Palabra”.
Que
el Señor siga bendiciéndonos.
“Buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Y no queráis más. Lo
que pasa de ahí, es agobio, no alivio; apesadumbra en vez de levantar” San
Agustín
P.
Marco Bayas O. CM
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