“El que no está contra nosotros,
está a favor nuestro…
Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor sería
para él que le pongan al cuello una de esas piedras de molino y que le echen al
mar”
Seguimos profundizando el Evangelio de
Marcos. Algunos “destellos de luz”,
para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
Jesús continúa la formación de los discípulos. Lo
hace con instrucciones precisas y prácticas en el llamado “discurso de
Cafarnaúm” (Marcos 9,35-52), el domingo pasado meditamos la primera parte: la
regla del servicio.
Siguiendo
la pedagogía de la espiral, vemos que la estructura de la Palabra del Señor en
este domingo, es la siguiente:
1.
La Regla del
Servicio.
Jesús
invita a sus apóstoles a ser servidores de todos: “Si alguno quiere ser
el primero, sea el último de todos y el servidor de todos” (9,35). Las
enseñanzas que propone el Señor explican esta regla de vida comunitaria.
La imagen
del “servidor”,
es la del “diákono”, un servidor de la mesa (Mc 1,31), una persona que no
come con los demás, sino que está pendiente todo el tiempo para que todos
tengan lo que necesitan. El “servidor” es una persona que trabaja con gusto y
está siempre atenta al bien de los demás, percibe lo que les hace falta y se
ocupa de conseguirlo. Su única preocupación es el bien de los demás.
A la luz
de esta enseñanza y con la disposición interior, pedimos al Señor nos ayude a
comprender las tres situaciones y conflictos que se presentan en torno al
comportamiento:
1º con
los de fuera de la comunidad;
2º con
los pequeños de la comunidad;
3º consigo
mismo.
2.
El
comportamiento con los de fuera de la comunidad (9,38-41)
El
pasaje comienza como un diálogo entre Juan, uno de los tres discípulos más cercanos
y Jesús:
a.
El relato de Juan,
el discípulo amado.
Juan
expone a Jesús algo que le sucedió a los discípulos: “Maestro, hemos
visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y
tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros” (9,38).
Los
discípulos no se quedan callados, cuentan a Jesús algo que les preocupa, una
persona que expulsaba demonios valiéndose del nombre de Jesús, y la manera como
resolvieron el conflicto, le prohibieron hacerlo.
La
expulsión de los demonios es parte del ministerio de Jesús, encomendada a sus
misioneros: “Así instituyó a los Doce
(a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para
enviarlos a predicar, dándoles poder para echar demonios” (3,14-15). Los
discípulos cumplieron con el encargo (6,30), pero después de su resistencia
frente al tema de la Cruz, parecían impotentes para expulsar demonios (9,18.28).
Los
discípulos argumentan que impiden a esta persona expulsar los demonios: “Porque
no venía con nosotros”.
b.
La respuesta de
Jesús (9,39-40)
“Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un
milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el
que no está contra nosotros, está con nosotros. Todo aquel que os dé de beber
un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá
su recompensa”.
La
reacción de Jesús parece desconcertante, ya que desautoriza lo que han hecho
los discípulos, la razón tiene peso: donde se hace el bien en el nombre y con
el nombre suyo, no hay que impedirlo.
Esto
no quiere decir que una persona sea admitida automáticamente como discípula
suya. La corrección tiene esta significación:
1º Es
positivo el hecho de que esa persona se abstenga de hablar mal de él e inclusive
de agredirlo a él o a sus discípulos.
2º Es
positivo que una persona haga el bien, incluso en cosas tan sencillas como el
dar un vaso de agua, con la conciencia de que los discípulos “son de Cristo”,
ya que tienen asegurada la recompensa. Si este es un valor que Dios les
reconoce a todos, entonces los discípulos deben hacer lo mismo.
Surge
el compromiso y el reto: “Ser el último de todos y el servidor de todos”
(9,35).
3.
El comportamiento con los pequeños de la comunidad
(9,42)
Jesús
afronta el problema de los escándalos con los “pequeños que creen en él”: “Y al que escandalice a uno de
estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas
piedras de molino y que le echen al mar” (9,42).
Jesús
cuida a los más “pequeños”, a los sencillos y vulnerables, a los que tienen la
fe más débil e insegura. Por eso es grave escandalizarlos, ser piedra de
tropiezo, es decir, el apartarlos de la fe en Jesús.
¿Cómo
se escandaliza a los pequeños? Marcos nos da dos pistas:
1º Mc
4,17, una persona puede perder la fe por causa de la tribulación y la
persecución.
2º Mc
14,27.29 en el momento de la captura de Jesús, los Doce “sucumben” en su fe
mediante la renuncia al seguimiento y el emprender la fuga.
Jesús ilustra
la gravedad de la situación, con el castigo de la persona culpable: “Mejor
le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino y que le echen al
mar”. En las profundidades del mar una persona así estará lejos de
afectar a alguien con su mal comportamiento.
La
cuestión va más a fondo, ya que tiene que ver con la salvación o la perdición
para siempre. Jesús advierte drásticamente que es preferible estar muertos que
cometer tales actos. Jesús no describe los “escándalos”, pero el contexto nos
lleva a dos posibilidades:
1º Las
luchas por la autoridad (9,33-35): un discípulo puede pervertirse por su
ambición de grandeza y arrastrar a otros por ese camino equivocado. Entonces
los más pequeños quedarán escandalizados.
2º Los
propios pecados (9,43-49): un discípulo puede involucrar a otros discípulos en
sus mismas debilidades y caídas. ¡Esto es gravísimo!
Jesús
relaciona esto con la regla cristiana del servicio: un discípulo falta a este
deber de manera ruin cuando escandaliza a los pequeños y los lleva a apartarse
de Jesús y de su Palabra. El verdadero servicio siempre conduce a las demás
personas a una relación más estrecha con Jesús.
4.
El comportamiento consigo mismo (9,43-48)
El
conflicto pasa a un nuevo nivel, consigo mismo: ¿Qué hacer cuando mi propio
comportamiento me aleja del Señor?
Jesús explica
con tres ejemplos clarificadores, en ellos dice:
1º qué
es lo un órgano importante del cuerpo trata de hacer,
2º qué
es lo que uno tiene que hacer y
3º qué
es lo que está en riesgo si no se cambia el comportamiento.
a.
Tres órganos del
cuerpo relacionados con el pecado de escándalo.
Manos,
pies y ojos, los tres están en pareja y cumplen una función fundamental en la
persona. El conflicto aparece cuando éstos nos alejan de Jesús y de su
enseñanza mediante comportamientos negativos:
Ø El apego a la vida
y a los bienes sólo terrenales (8,34-35);
Ø El querer quedar
siempre bien con los demás, aunque se sacrifiquen los valores del Reino (8,38);
Ø Las ganas de tener
puestos importantes y grandeza (9,34).
Estas
tres actitudes, propias de la naturaleza humana, pueden arruinar el
comportamiento de la persona, apartándole de Jesús y de su camino.
Además,
está en juego la misión del discípulo, Jesús pide no apartar a los “pequeños”, al
contrario se le pide al discípulo:
Ø una mano fuerte que
los asegure,
Ø una mirada de luz que
los ilumine,
Ø un pie seguro que
apoye sus pasos vacilantes.
Cuando
en vez de tender la mano, se empuja; cuando el ojo guía hacia las tinieblas;
cuando el pie arremete contra el hermano, ahí se da un escándalo, pues el
comportamiento corrompe y, además los miembros no están cumpliendo la misión
para la que fueron creados.
b.
Jesús nos dice qué
es lo que hay que hacer.
Se
debe tomar una decisión radical. No se puede convivir con el bien y el mal, no
se puede andar en los caminos de Jesús y al mismo tiempo en los caminos de
Satanás. El valor mayor para un discípulo es Jesús, y por él se valen grandes
sacrificios. Sabiendo que por Jesús toda pérdida es una ganancia: “Quien pierda su
vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (8,35).
Un verdadero
discípulo debe velar por su comportamiento, teniendo en cuenta la influencia
que éste puede tener en el prójimo.
c.
Jesús dice lo que está en riesgo si no se cambia
de actitud.
Lo que
está en riesgo es la meta del camino, “entrar en la vida” o frustrar
nuestra existencia en el infierno, el dolor insoportable, profundo y violento
por no haber podido lograr la meta de la vida. Jesús usa la palabra “gehena”
para designar el aspecto negativo: la “gehena” era un valle que quedaba al
occidente de Jerusalén, que en otro tiempo sirvió para los sacrificios humanos
en honor del dios Moloc; en los tiempos de Jesús en ese lugar se quemaba la
basura de la ciudad.
La
frase “arrojar
a la gehena” es lo contrario de “entrar en la vida”, por lo
tanto, el discipulado es un camino hacia la vida, una entrada en el Reino.
Este
es el sentido definitivo del “seguimiento” del camino de Jesús y si no era para
llegar hasta la plenitud, entonces no tendría sentido.
La
enseñanza sobre el servicio del domingo anterior se convierte ahora en un
llamado de atención al necesario servicio a sí mismo: trabajar por la propia
salvación velando hasta el final por la fidelidad al camino de Jesús.
Que el Señor siga
bendiciéndonos.
“Amemos
a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que esto sea a costa de nuestros
brazos, que esto sea con el sudor de nuestras frentes” San Vicente de Paúl
P.
Marco Bayas O. CM
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