Jesús le contestó:
“El 1º Mandamiento es,
Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu inteligencia
y con todas tus
fuerzas”…
y a tu prójimo como a ti mismo”.
En los domingos anteriores, en la respuesta de Jesús a los Saduceos,
Fariseos y Maestros de la Ley, Jesús dejó en claro lo fundamental: ¿Quién
es Dios? y ¿Cuál es su relación con nosotros? El énfasis lo ponía en la obra de Dios al
servicio de la vida.
Profundicemos
ahora, en el Evangelio de Marcos con algunos “destellos de luz” y la pedagogía de la espiral, para reflexionar y
aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
1.
La pregunta del Maestro de la Ley (12,28)
Este domingo
la situación se
invierte: ¿Qué es lo que Dios quiere que hagamos para entrar en una justa
relación con Él? La respuesta es
clara y tajante, la prioridad evangélica es ¡amar!
La pregunta en cuestión es: “¿Cuál
es el primero de todos los mandamientos?”. Es decir: ¿Qué
es en última instancia lo más importante para Dios? ¿En qué debemos concentrar
todas nuestras fuerzas?
Lo primero que debemos tener en
cuenta es que la Ley judía incluía 613 mandamientos: 365 prohibiciones y 248
mandamientos positivos.
Los Escribas los clasificaban entre
mandamientos “ligeros” y “pesados,” los primeros menos importantes que los
segundos. Examinaban cada ley en minucioso detalle, y diseñaban reglas
complejas para ayudar a la gente a comprender como se debe obedecer cada ley en
toda situación posible.
2.
La profunda respuesta de Jesús (12,29-31)
Jesús recurre a la cita de Deuteronomio 6,4-5, en la
cual está consignada que la primera y más importante tarea de un israelita es
la de amar a Dios sin división –porque es el Dios único- y con todas las
fuerzas que disponga.
Los judíos llaman a estas palabras
el “Shema”
que significa, “oír”. Se recitaba en la sinagoga y en las oraciones
diarias, los judíos piadosos hicieron de este texto una oración y la recitaban
tres veces al día: de mañana, a medio día y por la noche. Es una de las Escrituras
guardadas en filacterias, un pequeño contenedor llevado por la persona,
conteniendo dicha Escritura, y que sirven de continuo recordatorio.
Era tan conocida entre ellos como hoy entre
nosotros lo es el Padre Nuestro. Al recitar el Shema, Jesús remite a La Thora,
al centro de la fe y la práctica judía y lo utiliza para presentar el
mandamiento de amar a Dios: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda el
alma, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a
sí mismo vale más que todos los sacrificios y víctimas”.
¿Cómo hacer posible esta tarea? ¿Qué
entienden las Escrituras por corazón, por alma, inteligencia y por fuerzas?
¿Cómo vamos a amar a Dios con el corazón sino sabemos cómo amar con el corazón?
Comenta un Santo Padre: «Observemos cómo enumera todas las fuerzas del alma: pone en
primer lugar la del alma animal diciendo: "Con toda tu alma". A ella
pertenece la ira y el deseo, los que quiere que sacrifiquemos al divino amor.
Hay otra fuerza que se llama natural, a la que corresponde la nutrición y el
desarrollo, y que toda entera debemos dar también al Señor. Por esto dice:
"Con todo tu corazón". Hay una fuerza racional, que se llama mente, y
que debemos dar también toda entera a Dios».
En el corazón, el alma, la inteligencia
y las fuerzas se resumen todo nuestro ser. El alma representa la parte espiritual, el
corazón la parte natural, la inteligencia la parte racional y espiritual, y las
fuerzas toda nuestra voluntad.
3.
El Supremo Testimonio del Amor de
María.
La Virgen María se convierte en un icono,
amó al Señor con todo su ser:
Con todo su corazón: toda su naturaleza alabó a Dios en
todo momento y con su cuerpo lo glorificó como ninguna criatura lo ha hecho
desde entonces.
Con toda su alma: con ella proclamó las grandezas
del Señor y su espíritu se alegró en Dios su Salvador.
Con toda su inteligencia: «hágase en mí según tu palabra»,
dijo María al recibir el anuncio del ángel.
Con todas sus fuerzas: porque María dio gloria a Dios
como pudo darle.
María es el límite humano del amor
a Dios,
ninguna criatura podrá amar más que María, ninguna criatura podrá dar más
gloria a Dios que su Madre. María es la perfección del amor humano hacia Dios
porque verdaderamente lo amó con todas sus fuerzas.
Esta pedagogía vivida por María, debemos asumirla todos. Así, se habla
de “la fuerza” en general: “Con
todas tus fuerzas”; pero antes se
especifica, el amor se ejerce con todas las facultades humanas:
1º “Con
todo tu corazón”: con todo tu querer, con tu voluntad. El amor es
decisión. Jesús
dice que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón. Todos tenemos un
corazón que palpita y bombea la sangre en nuestros cuerpos. Pero el corazón del
que habla Jesús no es sólo el músculo orgánico; sino la voluntad propia – la
parte de su mente que toma decisiones. Si amamos a Dios con nuestra voluntad,
vamos a pedirle a Dios que nos muestre su voluntad y le vamos a obedecer.
2º “Con
toda tu alma”: con todas tus fuerzas vitales. El amor es impulso
vital. El alma
de la persona se refiere a quién es, sus sentimientos y emociones, sus gustos y
sus disgustos. Así que si amamos a Dios con toda nuestra alma, nos van a gustar
las cosas que le agradan a Dios y no nos van a gustar las cosas que desagradan
a Dios.
3º “Con toda tu mente”: con toda tu
inteligencia. El amor es inteligente. La mente
de una persona es su vida de pensamiento, lo que piensa, cómo entiende las
cosas. Quien ama a Dios va a pensar cosas que agradan a Dios. Ellos van a
buscar la sabiduría y el entendimiento que Dios da.
El segundo mandamiento es de amar a nuestro prójimo como así
mismo, ¡eso puede ser difícil! Esos dos
mandamientos son fundamentales. Entre más amamos a Dios, más vamos a amar a la
gente a quienes Dios creó. Jesús fue hasta la Cruz para mostrarnos cuanto nos
ama. Necesitamos aceptar su amor. Cuando lo hacemos, ¡podemos experimentar el
amor maravilloso de Dios y compartirlo!
A Jesús sólo le preguntaron por el primer Mandamiento, pero Él menciona “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, colocando el
segundo en equivalencia con el primero: “No
existe otro mandamiento mayor”, dice en singular.
4.
La respuesta fervorosa del Doctor
de la Ley.
El Doctor concuerda con Jesús y
saca las conclusiones: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir
que amar a Dios y amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios». O sea, el Mandamiento del Amor es más importante que los
mandamientos relacionados con el culto y los sacrificios en el Templo. Esta
afirmación venía ya de los profetas del Antiguo Testamento (Os 6,6; Sal 40,6-8;
Sal 51,16-17).
5.
El Reino como recompensa del Amor.
Jesús confirma la conclusión del Doctor
y dice: “No estás lejos del Reino de Dios!” Éste consiste en reconocer
que el amor hacia Dios es igual que el amor al prójimo. Si Dios es Padre, todos
somos hermanos y hermanas y tenemos que demostrarlo en la práctica, viviendo en
comunidad. "¡De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los
profetas!" (Mt 22,4) Los discípulos y las discípulas deben fijar
en la memoria, en la inteligencia, en el corazón, en las manos y en los pies
esta primera ley del amor: ¡sólo se llega a Dios a través del don total al
prójimo!
6.
La conclusión (12,32-34)
Es tan importante lo que Jesús dice que el Escriba lo repite casi en los
mismos términos (12,32-33). El hecho que le agregue que este amor “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (12,33), indica que:
1º Este es el valor número uno sobre el cual se
deben ordenar jerárquicamente todos los demás;
2º Por ser oblativo, de ofrenda del propio ser, supera toda la
espiritualidad sacrificial del Antiguo Testamento.
Las palabras finales del Escriba hacen suponer que está asumiendo un
compromiso con lo que está diciendo y que está en plena sintonía con Jesús. Por
eso su declaración final lo coloca en la categoría de los discípulos: “No estás lejos del Reino de Dios” (12,34).
Amar significa salir de la pasividad, de la indiferencia, de la
comodidad, de la superficialidad, de la desconfianza, de manera que todo
nuestro ser tienda activa, fuerte y decididamente a Dios, con una motivación
despojada de cualquier mezquindad, con interés profundo, pronto y vivo. Cuando
esto vivimos, “El Reino de Dios
está cerca” (Marcos 1,15)
7.
Reflexión Para Vivir.
Al igual que el Doctor de la ley, mucha gente quiere saber hoy
lo que es más importante en la vida de fe. Algunos dicen que es ser bautizado;
otros que rezar; otros que ir a Misa o
participar del culto dominical; otros amar al prójimo; otros se preocupan con
las apariencias o con los cargos eclesiales.
Para ti, ¿qué es lo más importante en la religión y en la
vida? ¿Cuáles son las dificultades para poder vivir aquello que consideras lo
más importante?
Jesús dijo al doctor: “No estás lejos del Reino de Dios”. Hoy, ¿estoy más cerca o más lejos del Reino de Dios que el doctor elogiado por Jesús?
Jesús dijo al doctor: “No estás lejos del Reino de Dios”. Hoy, ¿estoy más cerca o más lejos del Reino de Dios que el doctor elogiado por Jesús?
El amor no es un mandamiento, es una necesidad. La
Historia de la Salvación es la Historia del Amor de Dios y cada uno de nosotros
somos un milagro, el milagro del amor.
Nuestro Dios no es un tirano ni un
legislador de minucias, no es amante de la obediencia ciega. El amor hace sus
elecciones y el creyente elige amar a Dios, amor que no es tan espontáneo y tan
sensible como amar a las criaturas, pero que también tiene sus expresiones y
manifestaciones sensibles, cultuales, y hasta sus éxtasis.
Cuando el amor y la ley entran en
conflicto, el amor tiene que tener la última palabra.
Cuando el amor a Dios y el amor al
prójimo entran en aparente conflicto, elige al prójimo y acertarás.
Para el que ama no hay mandamientos,
hay entrega y dedicación.
Dios y el hombre, dos amores muy
distintos pero complementarios, dos caras de la misma moneda, la del amor. Con
esta moneda se compra todo, el cielo aquí y el cielo allá, se agrada a Dios y
se construye la paz del mundo y se establecen unas relaciones justas entre los
seres humanos. Separar lo que Dios ha unido es muy
peligroso.
Terminamos orando el Salmo 18
La
ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
Los
mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
La
voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Más
preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
Aunque
tu siervo vigila
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.
Preserva
a tu siervo de la arrogancia,
para que no domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
para que no domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
Que
te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
Señor, roca mía, redentor mío.
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
Señor, roca mía, redentor mío.
“¡El amor es una fuente inagotable de reflexiones:
profundas como la eternidad, altas como el cielo y grandiosas como el universo!”
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