A ustedes, a
quienes Dios conoció de antemano
y eligió y
santificó por el Espíritu
para obedecer a
Cristo Jesús
y santificarse por
su sangre.
(1 Pedro 1,2)
Quito, diciembre 24 de 2012
La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, sea siempre con
nosotros.
Hermanos y Hermanas en Cristo.
Quien suscribe, a ustedes
elegidos para esta hermosa tarea de compartir la Buena Nueva, desde el corazón
y la experiencia orante de María, en este su instrumento y areópago, la Radio.
Luego de saludarles y
desearles bendiciones, a vísperas de iniciar un nuevo año, permítanme realizar
unas breves reflexiones a modo de oración:
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la
eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este
año 2012 quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.
Gracias, Señor, por la
paz, por la alegría, por la unidad de mis hermanos; por esos ojos que con
ternura y comprensión me miraron; por esa mano oportuna que me levantó; por
esos labios cuyas palabras y sonrisa me alentaron; por esos oídos que me
escucharon; por ese corazón que tanta amistad, cariño y amor me dio.
Gracias, Señor, por el
“éxito” que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la comunidad y
momentos alegres que me descansaron.
Gracias, Señor… me cuesta decírtelo... por la enfermedad, por el
fracaso, por la desilusión, por el engaño, por la injusticia sufrida, por la
soledad, por el fallecimiento del ser querido. Tú sabes, Señor, ¡cuán difícil
fue aceptarlo…!
Gracias, Señor, por la fe que me has
dado en Ti y en la humanidad. Por esa fe que se tambaleó, pero que Tú nunca
dejaste de fortalecer, cuando tantas
veces encorvado bajo el peso del desánimo me hizo caminar en el sendero de la
verdad, a pesar de la oscuridad.
Gracias, Señor, por todo cuanto me diste en el año que termina: por
los días de sol y los nublados tristes, por las tardes tranquilas y las noches
oscuras.
Gracias, Señor, por la salud y por la enfermedad, por las penas y
las alegrías; por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias, Señor, por la sonrisa
amable y por la mano amiga, por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo
dulce. Por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de tantas
almas buenas.
Gracias, Señor, por la soledad,
por el trabajo, por las inquietudes, por las dificultades y las lágrimas, por
todo lo que me acercó a Ti.
Gracias, Señor, por haberme
conservado la vida y por haberme dado techo, abrigo y sustento.
Gracias, Señor, por la vida y el amor, por las
flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y
por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el
trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con
ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo
de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más
cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a
los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la
alegría.
Pero también, Señor, hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por
el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón
por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin
entusiasmo.
También por la oración que poco a poco fui
aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos,
descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.
En los próximos días iniciaremos un nuevo
año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento
estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la
alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
Quiero vivir cada día con optimismo y
bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis
labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
Abre en cambio mi ser a todo lo que es
bueno que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.
Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de
Ti.
Danos un año feliz y enséñanos a repartir
felicidad.
¿Qué me traerá el año que empieza? ¡Lo que Tú quieras Señor!
Te pido Fe para
mirarte en todo, Esperanza para no
desfallecer y Caridad para amarte
cada día más y para hacer que te amen los que me rodean.
Dame Paciencia y Humildad, Desprendimiento y Generosidad. Dame,
Señor lo que Tú sabes que me conviene y yo no sé pedir.
¡Que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la
mente activas y que me halle siempre dispuesto a hacer tu santa voluntad!
¡Derrama, Señor, tus gracias sobre todos
los que amo y concede tu paz al mundo entero!
Por último, Señor, ayúdanos a que el año
2013, con la ayuda de tu gracia iluminemos el mundo con:
La luz del
AMOR. No se puede vivir sin amor, hemos sido
creadas por amor y para amar. Amar es darse hasta el olvido de una misma. Amar
exige esfuerzo, renuncia y superación.
La luz de la
COMPRENSIÓN. Comprender requiere el
ejercicio de la paciencia repetida. Comprensión que llevará a la acogida
incondicional y al perdón auténtico.
La luz
del SERVICIO. Sólo la generosidad lleva al servicio. Ayúdame a servir con
amabilidad, delicadeza, cordialidad y gratuidad.
La luz de la
AUDACIA APOSTÓLICA. De los Santos
y Santas que nos han dejado en herencia. La de arriesgar por el bien de todos
lo que sea necesario.
La luz de la
GRATITUD. Apreciar todo lo que recibimos, empezando
por los pequeños detalles. La capacidad de valorar lo positivo y descubrir los
dones de la Providencia.
La luz de la
ALEGRIA. La que nace de un corazón que ama mucho
al Señor y nada ni nadie nos puede arrebatar. Hemos de irradiarla y contagiarla
a nuestro alrededor siempre, ya que la santidad salesiana consiste en “estar
siempre alegres”.
La luz de la
PAZ. Ser instrumentos de paz, no ser motivos
de discordia ni conflictos. Sembrar la paz. “Dichosos los hacedores de paz
porque serán llamados hijos de Dios”.
La luz de la
ESPERANZA. Aunque haya dificultades
debemos confiar en que el sol volverá a brillar. Podemos esperar siempre un
futuro mejor porque Dios guía la historia.
La luz de la
RESPONSABILIDAD. La
construcción del Reino nos pide hacer todo lo posible con nuestra razón y
nuestras fuerzas.
La luz de la
HUMILDAD. La humildad es andar en verdad. Se
manifiesta en actuar sin pretensiones ni arrogancia.
La luz de la
FE. Luz que alumbra nuestros corazones, que
ayuda a ver la realidad desde la mirada de Dios, que nos impulsa a buscar su
voluntad y realizarla como María.
La luz de la
PERSEVERANCIA. Es el gran secreto del
triunfo. Si somos constantes alcanzaremos la meta. Paso a paso se recorre un
gran camino. Cuando no puedan ser grandes serán pequeños, pero siempre en
dirección hacia la meta que es Cristo.
Termino esta
reflexión-oración con la fórmula de Bendición Irlandesa:
Que los caminos se abran a tu
encuentro,
que el sol brille sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
que el viento sople siempre a tu espalda.
Que guardes en tu corazón con gratitud
el recuerdo precioso
de las cosas buenas de la vida.
Que todo don de Dios crezca en ti
y te ayude a llevar la alegría
a los corazones de cuantos amas.
Que tus ojos reflejen un brillo de amistad,
gracioso y generoso como el sol,
que sale entre las nubes
y calienta el mar tranquilo.
Que la fuerza de Dios te mantenga firme,
que los ojos de Dios te miren,
que los oídos de Dios te oigan,
que la Palabra de Dios te hable,
que la mano de Dios te proteja,
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
otro te tenga, y nos tenga a todos,
en la palma de su mano.
que el sol brille sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
que el viento sople siempre a tu espalda.
Que guardes en tu corazón con gratitud
el recuerdo precioso
de las cosas buenas de la vida.
Que todo don de Dios crezca en ti
y te ayude a llevar la alegría
a los corazones de cuantos amas.
Que tus ojos reflejen un brillo de amistad,
gracioso y generoso como el sol,
que sale entre las nubes
y calienta el mar tranquilo.
Que la fuerza de Dios te mantenga firme,
que los ojos de Dios te miren,
que los oídos de Dios te oigan,
que la Palabra de Dios te hable,
que la mano de Dios te proteja,
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
otro te tenga, y nos tenga a todos,
en la palma de su mano.
Bendiciones abundantes en el Año
Nuevo.
“Cuando Cristo entró
en nuestro mundo, no vino a iluminar nuestros diciembres, vino a transformar
nuestras vidas”
P. Marco Bayas O. CM
Feliz año querido padre Marco.
ResponderEliminarAt.
Laura