Lucas
4,1-13: “En aquel tiempo, Jesús, lleno de Espíritu Santo, se
volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante
cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo
de ellos, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”.
Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de
pan vive el hombre”.
Llevándole a una altura le mostró en un instante
todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: “Te daré todo el poder y la
gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien
quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya”.
Jesús le respondió: “Está escrito:
Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto”.
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del
Templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios,
tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para
que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en
piedra alguna”.
Jesús le respondió: “Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios”.
Acabada toda tentación, el diablo se
alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Iniciamos
nuestro itinerario cuaresmal: un camino largo de 40 días y que nos lleva hacia
el gozo de la Pascua del Señor. La Iglesia, nuestra Madre, nos acompaña y nos
sostiene con su gracia en este caminar.
El
Miércoles de Ceniza, San Pablo nos invitaba: “Déjense reconciliar con
Dios” (2 Cor 5,20). Así como
este grito tocó el corazón de los discípulos del Señor en Corinto, así debe
llegar a nuestro corazón. Esta súplica se fundamenta en la buena y gozosa
noticia que trae vida nueva: “Dios nos ha reconciliado consigo por medio
de Cristo” (v.18).
El
llamado a la reconciliación es una ocasión de gracia:”En el tiempo de la
gracia te escuché, en el
día de la salvación vine en tu ayuda’. Fíjense en el tiempo de la gracia que es propiamente
este, y este es el día de la salvación”.
Debemos
tomar conciencia de nuestro pecado, y de que somos pecadores; y arrepentirnos
con sinceridad de nuestras culpas; implorar con una gran humildad y confianza
el perdón del Señor, para que alcancemos de Dios “rico en misericordia”
(Ef 2,4) la reconciliación y la paz.
Esto sucede
de manera privilegiada en el Sacramento de la Penitencia y Reconciliación, hay
que redescubrir y vivir en este tiempo su fuerza liberadora: “No hay paz sin justicia y no hay justicia
sin perdón”.
- Las Tentaciones de Jesús en el desierto, un reto cuaresmal.
Cuando
Jesús comenzó su actividad pública, fue conducido al “desierto”. Entrelazado
con el Bautismo, el episodio de las tentaciones nos presenta a Jesús lleno del
Espíritu Santo y vencedor del demonio.
El
tiempo en el “desierto” tiene dos connotaciones:
v Es un tiempo de
proximidad con Dios,
v Y es un tiempo de
prueba.
Para
celebrar la Pascua, el nuevo éxodo, los miembros de la Iglesia somos invitados
a entrar con Jesús en su experiencia del desierto, para con él y en él, vencer
la prueba, de purificarnos y profundizar su fidelidad al Padre.
- Análisis del texto con la pedagogía de la espiral.
- La tentación y la victoria sobre ella.
Dos
veces en el texto, al comienzo (4,2) y al final (4,13), se repite la palabra “tentación”.
“Tentar” es poner a prueba, probar la fidelidad.
Quien
“tienta” es el “diablo”, (del griego “dia-blos”)
“el que separa”, aquel que se “atraviesa” en el designio de Dios, el
opositor del plan de Dios que se incuba de muchas formas en el corazón humano y
en las estructuras sociales para hacer desgraciada la vida.
Lo
fundamental no es que Jesús haya tenido tentaciones, sino que las venció. Esta
es la Buena Nueva: su victoria es también la nuestra. El Evangelio contempla a
Jesús y piensa también en los futuros discípulos que pasarán por las mismas
pruebas, así le sucede a Pedro: “Mira que Satanás ha solicitado el poder
cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca”
(Lc 22,31).
La
victoria final sobre el mal se dará en la Pasión, por eso se dice: “El
diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno”. El relato de las tentaciones
pide desde el principio clavar la mirada en el misterio de la Cruz y en el
camino que hay que recorrer para alcanzar su victoria pascual.
- La acción del Espíritu Santo en la lucha contra la tentación.
Analicemos
primero los detalles: el relato de las tentaciones de Jesús en Lucas
comienza con una breve introducción (4,1-2) que presenta:
v La acción del
Espíritu en Jesús: “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del
Jordán...”
v El escenario: “y
era conducido por el Espíritu en el desierto...”
v El tiempo de las
tentaciones: “durante cuarenta días...”.
v Lo que sucedió en
ese lugar y tiempo: “siendo tentado por el diablo”.
v El ayuno de Jesús
y su consecuencia: “no comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos,
sintió hambre”.
Analicemos
también las afirmaciones y sintamos su fuerza:
1º Lucas muestra
cómo el Espíritu Santo caracteriza la personalidad de Jesús: Él está “Lleno
de Espíritu Santo” (4,1). Recordemos la unción recibida en el Bautismo
(Lc 3,21-22), Jesús es “el Señor del Espíritu” que hace la voluntad del Padre.
2º El Espíritu Santo
guía a Jesús “al” y “en” el desierto: “y era conducido por el Espíritu en
el desierto” (4,1). Esto significa preparación para el ejercicio del
ministerio encomendado por Dios:
v El desierto es el
espacio geográfico-espiritual donde madura y crece el líder para enfrentar
después duras pruebas. Moisés y Elías, líderes de Israel, maduraron en el
desierto, también Juan Bautista y Jesús
pasan por el desierto.
v Madura no sólo el
líder sino todo el pueblo. El “desierto” recuerda la experiencia del pueblo de
Israel en el éxodo durante los cuarenta años en que probó a Dios y Dios lo
probó a él. Israel no salió bien librado de la prueba, cayó en pecado (Núm
14,22). Donde Israel cayó, Jesús obtiene la victoria.
v Lo vivido en la
preparación es lo mismo que se vivirá en la misión. La experiencia del desierto
es el comienzo mismo de la misión.
El
Evangelio invita a recorrer los pasos del éxodo como modelo de tiempo de
formación personal y comunitaria. Los pasos del líder serán también los del
pueblo. Las pruebas de Jesús son las pruebas del misionero: “Confortando
los ánimos de los discípulos, exhortándoles
a perseverar en la fe y diciéndoles: ‘Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios’” (Hechos 14,22).
Como Jesús
combatió su fidelidad, así combatirá su discípulo su fidelidad y vencerá, no
por sí mismo, sino aprendiendo de Jesús sus “no” al tentador y sus “sí”
al proyecto del Padre.
- Análisis de las tres tentaciones a las que es sometido Jesús.
- Los tres terrenos favoritos utilizados por el adversario.
Después
de cuarenta días, se expone la fragilidad de Jesús, “sintió hambre”, aparece el
motivo de la tentación: “Si eres Hijo de Dios… no tienes por qué
pasar trabajo, no tienes por qué sufrir”.
La
frase “Si eres Hijo de Dios”,
aparece dos veces y enmarca el combate del diablo con Jesús, es la frase
amenazadora del adversario que quiere convencerlo de las contradicciones de
Dios.
1º
¿Cuáles son los espacios de la prueba y de la tentación?
La
tentación es ante todo la puesta a prueba de Jesús como “Hijo de Dios”. El diablo intenta apartar a Jesús de
su profunda comunión con Dios que genera justicia y fraternidad.
En el
fondo se pone a prueba:
v La solidez de su
relación con un Dios “Papá”. En la primera y en la tercera tentación el diablo
le dice a Jesús: “¡Demuestra que eres hijo predilecto del Padre!”. Jesús coloca
en primer lugar el valor de la fidelidad a su Padre y lo confirmará con su
obediencia hasta el final.
v Al servicio de qué
y de quién está Jesús. En la segunda tentación, aparece el tema de la
adoración. Sus adversarios lo acusan de estar al servicio del diablo
(11,14-23), Jesús demostrará que su obra es contra él y que su poder sobre el
mal proviene del Espíritu Santo que guía su vida y su misión (11,20).
2º La cuestión de fondo:
¿Vale la pena vivir según los proyectos de Dios? o ¿existen mejores propuestas?
No se
trata de mostrar quién gana luciendo su habilidad para citarla, ni de una
competencia para ver quién sabe más la Biblia. Lo que está en juego es la
validez de la propuesta de Dios. Así vemos que:
- Cuando Jesús cita la Palabra de Dios. Los tres pasajes del Antiguo Testamento, siempre del libro del Deuteronomio (8,3; 6,13.16), lo hace con dos finalidades:
Ø para mostrarle al
diablo que Él es obediente a Dios en la Escritura y
Ø para indicar que
la vida del hombre de Dios debe seguir algunos principios claros expresados en
el querer de Dios que ha sido revelado en el Antiguo Testamento.
- Cuando el adversario cita la Palabra de Dios. El diablo se apoya en la Escritura para pedir una prueba de que ella efectivamente se cumple, que Dios no deja a los suyos a la deriva. Por eso la tercera es la tentación de un hombre que vive de la Palabra. En es el caso del discípulo que trata de vivir todos los días de “las palabras llenas de gracia que salían de la boca” de Jesús (4,22), de su mensaje de esperanza. Cuando uno no ve la realización concreta de estas Buenas Nuevas de Jesús, comienza la desconfianza en Dios y se llega incluso a la deserción del camino cristiano: “viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven” (8,12).
3º
Las caminos por los que transita la tentación.
De
dónde provienen las tentaciones. Cada una de las tres pruebas por las que
pasa Jesús nos da una pista para comprender nuestras propias pruebas:
v Las necesidades
vitales simbolizadas en el pan (4,3-4)
La
primera tentación la necesidad de alimento. Tras cuarenta días de ayuno, sintió
hambre y la tentación de satisfacerla con su poder divino; le bastaba gritar a
las piedras para que se convirtieran en manjar. Pero resistió su hambre y se
negó a satisfacerla milagrosamente; sabía que a Dios, su Padre, debía la vida y
era a Él a quien competía su custodia.
En la
cotidianidad humana, el alimento como necesidad básica, es el mínimo necesario
para la subsistencia y su consecución es causa de desasosiego, de angustia
permanente, de aquí se derivan otros tantos problemas.
Cuando
Jesús afirma que “no sólo de pan vive el hombre” (Deut 8,3), está
poniendo en primer plano esta convicción: que la vida del hombre es mucho más
que el esfuerzo por solucionar las necesidades inmediatas, el “vivir para
trabajar”; la búsqueda primera y fundamental del corazón humano debe estar en
el saber apoyarse, como Jesús lo hizo, en un Dios que es Padre, que nunca
abandona a sus hijos en sus necesidades.
Aprendamos
de Jesús, a poner en las manos del Padre nuestras necesidades y a esperar de Él
su bendición; para los hijos de Dios nada, ni la urgencia más irresistible, es
preferible a la voluntad del Padre.
v La necesidad de
“status” y fama simbolizada en la exhibición de poder (4,5-8)
La
segunda prueba de Jesús es más actual y peligrosa, tener todo el poder del
mundo, si renegaba de su Padre y Dios. La negativa de Jesús es tajante: sólo
Dios puede exigir un servicio exclusivo. Sólo al Padre se le debe obediencia
filial; nada es preferible a Dios, ni siquiera un poder grande que nos
asemejara a Él. Tener a Dios como Padre es contar con su poder.
Quien
tiene solucionado el problema del pan, está expuesto a la tentación de pensar
que la realización de la vida está en el “poder”, en el esplendor externo de la
“gloria”, para recordar que él es más que los demás.
La
búsqueda de la gloria, del poder y la riqueza contradicen el señorío de Dios, Él
es el absoluto, además “no se puede
servir a dos señores” (16,13). Nadie es más libre que quien tiene a un sólo
Señor que servir.
El
delirio de grandeza carcome el corazón, daña las relaciones y aliena los
compromisos. Esto sucede en la vida del discípulo que pierde de vista su mayor
valor o tesoro, el don del Reino que el Padre da a los que se reconocen pobres.
Este criterio pone en crisis las motivaciones humanas porque “donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (11,34).
Cuando
en el corazón del discípulo se infiltran otros intereses, éste no llegará a la
madurez cristiana (8,14). El camino de la gloria no es el del dominio y la
riqueza sino el de la cruz y del servicio (24,26).
v La necesidad de
tener todo bajo control, incluso a Dios (9-12)
La
tercera prueba es la más sutil y grave. Jesús, Hijo de Dios, cuenta con la
protección de su Padre. ¿Para qué sirve un Padre que no puede salvar a su hijo?
De poco sirve un Dios que no ayude a los suyos. La confianza de Jesús pudo
llevarle a la temeridad: la vida del hijo no puede arriesgarse sólo porque se
está seguro de estar al cuidado del padre. Para autentificarse como hijo no hay
que poner a prueba al propio Padre.
Esta
tentación muestra una relación equivocada con Dios. La raíz de la misma no es
ni la carencia de pan ni la abundancia de poder, sino la relación con Dios que
se apoya en una falsa visión de Él.
Las dos
primeras pruebas enfocan el señorío del Dios “Papá” misericordioso en la propia
vida. Pero se puede manipular su bondad, poniendo a prueba la veracidad de su
Palabra mediante peticiones que violan las leyes naturales.
El
adversario usa la casuística, con la cita del Salmo 91 le pide a Jesús que se
ponga en una situación de peligro para ver si es verdad que Dios manda sus
ángeles para protegerlo. Es un reto a Dios Padre y a su Palabra: “ya que Dios
nos promete el pan de cada día, no trabajemos para ver si es verdad que nos ama
y nos sostiene”.
El
escenario de la última prueba es Jerusalén, esto no es casual; allí Jesús será
llevado al patíbulo y necesitará la protección de Dios. Allí Jesús enseñará con
su gesto de abandono lo que es la confianza en Dios Padre, y no bajarán los
ángeles a librarlo de la pena, allí se ve la manera concreta de vencer la
última tentación.
- La Pedagogía de Jesús para vencer las tentaciones.
Jesús
enseñó a sus discípulos, al dirigirse en oración al Padre, no a ser librados de
la tentación; sino a “no caer” en ella (Lc 11,4), a vencerla.
En las
respuestas de Jesús a Satanás, está la clave de la victoria:
v Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.
Jesús
vence la prueba al mirar en lo fundamental. Hoy nos dice: ”Lucha por no
reducirte a tus necesidades, conserva el espacio para la dimensión más profunda
de la vida, para que transciendas, para que puedas saltar hacia lo que es
infinito y verdaderamente llena de plenitud la existencia”.
v Está escrito: ”Adorarás al Señor tu Dios y sólo
a él darás culto” .
Al
adversario se lo vence postrándose en adoración. Hoy nos dice: “Adora a
Dios; la verdadera adoración te libera de los ídolos, pon en su sitio lo que no
es fundamental, capta el justo valor que tiene cada cosa en tu vida. Así tu
corazón se convertirá en una fuente de amor: tu relación con los otros no será
nunca más un asunto de dominio o de posesión. Ni dominarás ni serás dominado,
porque el Dios cercano que Jesús nos vino a anunciar exige, por amor a ti, que
él sea el único, el único que te da vida y paz”.
v Está dicho: “No tentarás al Señor tu Dios”.
La
frase “tu Dios” evoca el compromiso de la Alianza: “Vosotros
sois mi pueblo, yo vuestro Dios”. La adoración es la relación profunda
de comunión con Dios; cuando esta relación se fortalece, se comprende mejor lo
que podemos esperar de Dios y no se manipula su imagen. Hoy nos dice: ”En la
adoración de Dios comprenderás la grandeza de su amor por ti. Allí encontrarás
un Dios fiel, un Padre a quien le importas mucho y que te salvará, librará y no
te dejará caer en las trampas de la vida, sino que se relacionará contigo
quedándose siempre a tu lado, tierno y amante.
No olvides que eres su “Hijo”.
- La Cuaresma, Tiempo para escuchar al Maestro: “no nos dejes caer en la tentación”
En el relato de las
tentaciones Jesús actúa como Maestro. La enseñanza proviene de su mismo
comportamiento en el combate contra el mal, su comportamiento es modelo para
nuestro combate cotidiano con la tentación.
En el
bautismo hacemos promesas de vencer al maligno y a sus tentaciones con la ayuda
de la gracia divina, ¿es esto verdad?...
a.
Dios no tienta a nadie a hacer el mal.
Sant
1,13-15: “Que nadie, al ser
tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por
el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado
cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo
ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado,
da a luz la muerte.”
La
tentación a hacer el mal, proviene de nuestra propia concupiscencia, o sea,
nuestras propias pasiones.
b.
Vivimos en un mundo lleno de pecado.
Necesitamos
cuidarnos de no volver a caer en él. Esto no podemos hacerlo por nuestras
fuerzas, necesitamos la ayuda Divina todo el tiempo, por eso oramos: “No
nos dejes caer en la tentación”.
c.
Dios nos somete a pruebas para purificarnos, no a tentaciones para hacer el
mal.
¡Cuántas
veces estamos tan ocupados sólo en nuestras propias cosas, que no hay tiempo
para Dios! Entonces el Señor “aprieta el zapato”, o permite la adversidad para
así captar la atención de la persona. Es en los problemas y en la adversidad,
donde con más frecuencia clamamos a Dios. Por eso la oración de “no nos dejes caer en tentación”,
si la hacemos de corazón, nos mantiene alerta buscando al Señor.
¡Estar vigilantes! porque, mientras
las culturas y las costumbres cambien, el demonio también cambiará sus
tácticas, sólo que siempre están los mismos elementos: el poder, el
conocimiento y el placer. Hay otras tentaciones:
La tentación de la competencia. Hay la
sensación de que Dios nos niega la autodeterminación, se llega a pensar que, si
aceptamos su voluntad, nos negamos dignidad, derechos y libertades. Parece que
Dios es un competidor más, cuando, en realidad, Él es nuestra plenitud y
perfección.
La tentación del consumismo: el
querer tener, tener y tener, lo que ofrece una falsa tranquilidad y seguridad
en nuestras vidas. De una manera ciega, nos aferramos tanto a esto, que en ello
depositamos la esperanza y el futuro, como queriendo construir un castillo de
ladrillos eternos; cuando, en realidad, las cosas son simples y frágiles
medios. Muchas veces nos quedamos con las creaturas y no con el Creador.
La tentación del temor y la cobardía.
Estamos tan acomplejados de ser cristianos, que hoy parece estar fuera de moda.
¡Nada de eso! Somos creyentes, testigos de Cristo hoy. Entonces, ¿por qué
acomodarnos al estilo imperante del mundo?, ¿por qué mezclarnos entre los que
viven “modernamente” una indiferencia religiosa, diciendo: “Yo no creo en
nada”?
Si decimos: No nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal, es porque Dios permite la existencia del mal,
porque es allí, en el libre albedrío, donde
demostramos nuestro amor y opción por él. Además, ante el Padre tenemos un
gran intercesor que dice: “No te pido que
los retires del mundo, sino que los preserves del maligno” (Jn 17, 15).
- Contemplemos a Jesús y la victoria del Nuevo Adán.
El primer Adán fue expulsado del paraíso hacia el
desierto, el segundo Adán, Cristo, volvió del desierto al paraíso.
La condenación fue revocada y los beneficios de
Dios fueron reintegrados en sus designios.
Adán fue plasmado con la tierra virgen, Cristo
nació de una Virgen.
Adán fue hecho a imagen de Dios, Cristo es la
propia imagen de Dios.
Adán fue puesto por encima de todos los
animales, Cristo está por encima de todos los seres vivientes.
Por una mujer vino la perdición, por medio de
una Virgen vino la sabiduría y salvación.
La
muerte vino por medio de un árbol, la vida por la cruz.
“El ayuno de los cristianos no consiste principalmente en
abstenerse de ciertos alimentos; en vano se privaría al cuerpo de una parte de
su alimentación si el espíritu no renuncia a toda iniquidad y si no sabemos
poner freno a nuestra lengua para impedir que se hiera a la caridad” (San León Magno)
P.
Marco Bayas O. CM
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