FUENTE Y CUMBRE DEL PROYECTO DIVINO
Con
la celebración del Domingo de Ramos, los católicos damos inicio a la Semana
Santa o Mayor. Participamos activamente en las distintas celebraciones que
conmemoran estos Misterios; sin embargo, muchos aún ignoran el sentido y
significado de estos Días Santos y se pierden en el folclor y la
superficialidad. ¿Qué es lo que celebramos en la Semana Santa? ¿Por qué lo
hacemos así, y no de otra manera?
Todos
los años en el "Sacratísimo Triduo del Crucificado, Sepultado y Resucitado" o Triduo Pascual,
que se celebra desde la Misa Vespertina del Jueves o de La Cena del Señor hasta
las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, "en
íntima comunión con Cristo su Esposo", los grandes misterios de la
redención humana.
Meditamos
sobre el significado de los tres días más importantes de la Semana Santa: El
Triduo Pascual, con la intención de que, podamos vivir, de manera más
consciente y activa, cada una de las celebraciones.
1. Triduo
Pascual: Tres días, una realidad.
La
palabra «Triduo» sugiere la idea de preparación. Para vivir la fiesta de un
santo, nos preparamos con tres días de oración en su honor, o pedimos una
gracia especial mediante un triduo de plegarias de intercesión. Esta idea era
la que antiguamente se consideraba en el Triduo Pascual: Tres días de
preparación a la fiesta de Pascua que comprendía el jueves, el viernes y el
sábado de la Semana Santa. Se trataba de un triduo de Pasión.
Hoy,
en el nuevo calendario y en las normas litúrgicas propias para la Semana Santa,
el enfoque es diferente.
El
triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como parte esencial
de la Pascua; es decir, ya no es sólo el Triduo de la Pasión, sino también de
la Resurrección, abarcando así la totalidad del Misterio Pascual.
El
Calendario Litúrgico lo define de manera certera: «Cristo redimió al género humano
y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su Misterio Pascual:
Muriendo destruyó la muerte y resucitando, restauró la vida. El Triduo Pascual
de la Pasión y Resurrección de Cristo es, por lo tanto, la culminación de todo
el Año Litúrgico... Por lo que el triduo comienza con la Misa vespertina de la
Cena del Señor (Jueves Santo por la tarde), alcanza su cima en la Vigilia
Pascual y se cierra con las Vísperas del Domingo de Pascua».
a. Comunión con la Sagrada Escritura y
la Tradición.
La
unificación de la celebración Pascual está acorde con el espíritu del Nuevo
Testamento y con la tradición cristiana primitiva. Cristo, cuando aludía a su
Pasión y Muerte, nunca las disociaba de su Resurrección. El Evangelio del
miércoles de la segunda semana de Cuaresma, habla de ellas en conjunto: «Lo
condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de Él, lo
azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará» (Mt 20, 17-28).
Los
Padres de la Iglesia, como San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona,
concebían el Triduo Pascual como un todo que incluye el sufrimiento de Jesús y
su glorificación. Por tanto, la Pascua cristiana consiste esencialmente en una
celebración de tres días, que comprende las partes sombrías y las facetas
brillantes del Misterio Salvífico de Cristo.
Las
diferentes fases del Misterio Pascual se extienden a lo largo de los tres días,
como en una especie de tríptico: Cada uno de los tres cuadros ilustra una parte
de la escena; juntos forman un todo. Cada cuadro es en sí completo, pero debe
ser visto en relación con los otros dos.
b. Una buena enseñanza.
La
unidad del Misterio Pascual enseña que el dolor no sólo es seguido por el gozo,
sino que ya lo contiene en sí. Jesús mismo lo expresó: En la Última Cena dijo a
sus Apóstoles: «Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en
alegría» (Jn 16, 20). Tal pareciera que el dolor fuese uno de los
ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer
con dolores de parto expresa maravillosamente lo anterior: Su dolor,
efectivamente, engendra alegría, la alegría «de que al mundo le ha nacido un
hombre».
Las
realidades que nos rodean expresan, también, esta misma idea: Todo el ciclo de
la naturaleza habla de vida que sale de la muerte: «Si el grano de trigo, que cae en
la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto»
(Jn 12, 24).
La
vida es una extraña y compleja mezcla de dolor y alegría. Actualmente, muchas
personas tratan de huir del dolor y experimentar, como sea posible, placer y
gozo. Sin embargo, Cristo nos indica cuál es el camino: No es sufrir por
sufrir, pero tampoco es evitar el dolor a toda costa, porque el camino de la
Cruz es también el de la Resurrección; el del dolor, es el camino del gozo.
2. Jueves
Santo: Celebración de la Cena del Señor
El
Jueves Santo por la tarde inicia el Triduo Pascual con la celebración de la
Misa de la Cena del Señor.
En
recuerdo de aquella noche en que Jesús celebró con sus Apóstoles la Última
Cena, la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio Ministerial
y la institución del Mandamiento Nuevo, el del Amor.
a. Signos de la celebración de este
día
1º
El lavatorio de pies
Esta
antigua tradición se realiza como remembranza de lo que Jesús hizo con sus
Apóstoles el Jueves Santo (Jn 13,3-5).
Para
esto se seleccionan doce personas representativas de la comunidad, a fin de que
el sacerdote celebrante les lave los pies.
Este
gesto significa el servicio y el amor del Señor Jesús que ha venido «no
para ser servido, sino para servir» (Mt 20,28). San Juan ve este gesto
como la inauguración del camino Pascual de Cristo; donde en verdad mostró el
Señor su actitud de servicio: Fue en la Cruz. Allí no se despojó
del manto, sino de la vida misma, «se despojó de su rango» y demostró
que era «el que sirve» y el que se entrega por los demás, porque «no
hay amor más grande que el dar la vida por los amigos». Con el gesto del
lavatorio de los pies adelantaba, simbólicamente, lo que iba a hacer en la
Cruz.
Con
este gesto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: Servir. «Porque
os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como Yo he hecho con
vosotros» (Jn 13,15).
2º
El solemne canto del “Gloria”
Antes
de rezar la Oración Colecta, se canta, de manera solemne, el Himno de «El
Gloria», mientras se repican las campanas en el exterior y en el interior del
templo. El Canto anuncia que la Iglesia entra en un periodo de duelo por su
Señor, en la celebración de la Resurrección, se entona otra vez «El Gloria» y se repican de nuevo las
campanas. En este lapso, las campanas son sustituidas por matracas, y no se
recita este Canto.
3º
Adoración al Santísimo Sacramento
Este
día en el que se conmemora la institución de la Eucaristía, se hace una
adoración especial al Santísimo Sacramento. Una vez concluida la Misa del
Jueves Santo, el Santísimo Sacramento es trasladado a la Capilla del Santísimo,
o a un altar o “monumento”, previamente dispuesto. Esto ayuda a recordar a la
comunidad que siempre existe la reserva del Santísimo, que la Eucaristía es
también el Sacramento de la presencia real del Señor Jesús, y que por amor a
nosotros se quedó para ser el «Dios con nosotros» cumpliendo su
promesa: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»
(Mt 28, 20).
La
capilla debe estar adornada con flores y cirios para conservar el Pan Eucarístico
destinado a la Comunión del Viernes de La Pasión del Señor, porque en este día
no hay consagración.
b. Austeridad y recato
Tras
esta celebración, los altares son despojados de sus manteles, retiradas las
cruces o cubiertas con un manto morado. Las imágenes se revisten de un manto
morado como signo del luto que se guarda en la Pasión de Jesucristo y se
retiran las flores.
3. Viernes
Santo: Crucifixión y Muerte del Señor.
a. La
procesión del Viernes Santo
Este
día la Iglesia celebra la Muerte Salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de
la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del
mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del
Salvador (Jn 19,34).
Entre
las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, destaca el Vía Crucis.
La procesión se desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de
silencio y de oración, con la participación de numerosos fieles, sin embargo,
es necesario que estas manifestaciones nunca aparezcan ante los fieles, ni por
la hora ni por el modo de convocatoria, como reemplazo de las celebraciones
litúrgicas propias del día.
El
Vía Crucis, son verdaderas "representaciones sagradas", que con razón
se pueden considerar un ejercicio de piedad. Éstas hunden sus raíces en la
Liturgia. Algunas de ellas, nacidas en el coro de los monjes, mediante un proceso
de dramatización progresiva. Es deseable que las representaciones de la Pasión
del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de
piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el
espíritu religioso cuanto el interés de los turistas.
Este
es uno de los días más peculiares dentro del Año Litúrgico, es el único del año
en que no hay Sacrificio Eucarístico (Misa) para unirnos a la Pasión del Señor.
No hay Eucaristía, pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor,
una celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la
Comunión eucarística.
Es
una celebración sencilla, sobria, que se centra en la Muerte del Señor Jesús.
Su estructura pensada, equilibrada, con proporción entre la escucha de la
Palabra de Dios y la acción simbólica de la Adoración de la Cruz y su
veneración con el beso personal de todos los fieles. Debemos captar la dinámica
de esta celebración, y aprovechar espiritualmente toda su fuerza, pues en la
misma celebración:
Ø Proclamamos el Misterio de la Cruz,
en las lecturas de la Palabra.
Ø Invocamos la salvación del mundo
por la fuerza de esa Cruz.
Ø Adoramos la Cruz del Señor Jesús.
Ø Y participamos del Misterio de esa
Cruz, del Cuerpo entregado, comulgando de Él.
b. Signos de la celebración de este
día
1º
La postración
En
esta celebración no hay canto de entrada. El sacerdote, revestido de color rojo,
porque celebramos la Muerte martirial de Cristo, se postra en el suelo antes de
llegar al altar. Esta postración, que constituye un rito propio de este día,
significa tanto la humillación del hombre terreno, cuanto la tristeza y el
dolor de la Iglesia. El resto de los fieles se arrodillan a la postración del
sacerdote y se ora en silencio por unos instantes, recordando precisamente
nuestra «pequeñez» y el dolor por el sufrimiento del Señor.
2º
Lectura de la Pasión
El
Evangelio: La Pasión, según San Juan, constituye el centro de la celebración.
Por eso, se proclama entre varios lectores y el sacerdote hace las veces de
Jesucristo. Durante la lectura, cuando se dice: «E inclinando la cabeza, entregó
el espíritu», la asamblea se arrodilla y permanece en silencio; este
gesto simboliza la unión de la Iglesia, a los sufrimientos del Señor, y la
contemplación de este Misterio. No debe ser un tiempo muerto; debemos
trasladarnos a los momentos de la Pasión y meditar sobre ello.
3º
Oración Universal
La
Oración Universal o peticiones es solemne y de tinte clásico. Con la confianza
puesta en el Señor, que muere en la Cruz, que es nuestro Mediador y nuestro
Sumo y Eterno Sacerdote, pedimos al Padre la salvación para todo el mundo. Las
oraciones expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la
Cruz para la salvación de todo el mundo.
Actualmente
la Oración del Viernes Santo tiene cuatro intenciones por la Iglesia, otras
cuatro por los creyentes o no creyentes, y dos más por los gobernantes y los
que sufren de alguna manera.
4º
La adoración de la Cruz
Es
el gesto más representativo de este día. El sacerdote celebrante ingresará al
recinto sagrado con la cruz en alto, la irá descubriendo y entonará: «Mirad
el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo»,
a lo que los fieles responden: «Venid, y adoremos».
Después,
los fieles pasan, uno a uno, a adorar la cruz mediante un beso. Con este gesto,
reconocemos en el madero el instrumento de la salvación traída por Cristo y, en
Él, adoramos al Dios de la vida que sufrió una muerte cruenta por amor.
c.
Austeridad
y recato
Concluida
la celebración, los manteles se retiran del altar y todo adorno del templo,
como signo del luto de la Iglesia. Se consumen todas las Hostias Consagradas y
los sagrarios quedan vacíos (salvo las que se guardan para la Comunión de los
enfermos). Se espera desde ya la Resurrección del Señor.
4. Sábado
Santo: La Vigilia Pascual.
a. El
recuerdo de la Virgen de los Dolores
Dada
su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el
"recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad
popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre
a la Pasión salvadora del Hijo (Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a
diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:
-
Los Dolores de María, expresión intensa de dolor, la Virgen llora no sólo la muerte
del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo
y el pecado de la humanidad.
-
La "Soledad de María", en la que los fieles, con expresiones de
conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se
ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su
único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos.
–
“El Pésame”, en María se concentra el dolor del universo por la muerte de
Cristo; ella es la personificación de todas las madres que, a lo largo de la
historia, han llorado la muerte de un hijo. Este momento, no se debe limitar a
expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe
en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de
Cristo y la participación en el mismo de su Madre.
"Durante
el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su
Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el
ayuno su Resurrección".
b. La
"Hora de la Madre"
En
María está como concentrado todo el cuerpo de la Iglesia, por esto la Virgen
María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la representa la
tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto a la tumba de
su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección.
En
esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el ejercicio
de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa en el
sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus antepasados la
inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen, anticipando y
representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del Hijo sobre la
muerte.
Durante
todo el día permanecemos acompañando a María en su dolor y soledad, y en la
espera de la Resurrección del Señor. En la noche del sábado y la madrugada del
domingo, se realiza la celebración de la Vigilia Pascual.
c.
La
Solemne Vigilia Pascual
Según
una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, y la
Vigilia de esta noche santa en la que el Señor resucitó, se considera como «la
Madre de todas las Vigilias». Durante ésta, la Iglesia espera la
Resurrección del Señor y la celebra con los Sacramentos de la iniciación
cristiana. La celebración de la Vigilia Pascual se realiza durante la noche;
por eso se designa una hora para que la Vigilia no empiece antes del inicio de
la noche, ni tampoco que concluya después del alba del domingo.
Estructura
de la Celebración:
Primera
Parte: Encendido del lucernario y Cántico del Pregón Pascual;
Segunda
Parte: Liturgia de la Palabra, la Iglesia contempla las maravillas que Dios ha
hecho en favor de su pueblo desde los primeros siglos;
Tercera
Parte: Liturgia Bautismal;
Cuarta
Parte: La Iglesia es invitada a la Mesa, preparada por el Señor, memorial de su
Muerte y Resurrección, en espera de su nueva venida.
1º
Primera Parte: El Lucernario y el Pregón Pascual
La
Vigilia comienza fuera del templo, donde se ha preparado previamente una
fogata. Los fieles llevarán en las manos velas encendidas porque se asemejan a
quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando Él vuelva, los
encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa (Lc 12, 35-ss).
Ø Bendición del Fuego y del Cirio.
El
lucernario comienza con la bendición del fuego y del Cirio Pascual que
representa a Cristo, Luz que ilumina a las naciones, y es el único que ingresa
encendido al templo. El sacerdote, al bendecir el Cirio y marcarlo, reconoce a
Cristo como principio y fin, Señor del tiempo y de la historia.
Ø Procesión.
El
Cirio Pascual la encabeza, el pueblo va tras éste: Del mismo modo que los hijos
de Israel en el desierto, durante la noche, eran guiados por una columna de
fuego, así los cristianos siguen a Cristo Resucitado.
En
la puerta del templo, los fieles encienden sus cirios del fuego del Cirio
Pascual: Como símbolo de que la Pascua de Cristo tiene que ser también Pascua
nuestra, y que estamos llamados a participar de su Luz y de su Vida. La
procesión ingresa al templo aclamando: «Luz de Cristo. Demos gracias a Dios»,
y las luces del templo se van encendiendo progresivamente.
Ø Pregón Pascual.
La
primera parte de la Vigilia concluye con el Canto solemne del Pregón Pascual: El
Exultet (Alégrense) es un hermoso anuncio poético de lo será la fiesta
de esa noche. Una invitación a la alegría de todo el cosmos y de la comunidad,
porque es la noche de la vida y de la reconciliación definitivas.
2º
Segunda Parte: Liturgia de la Palabra
Las
lecturas tienen una profunda coherencia. Se presentan como una clave para
entender al Señor Jesús, su Misterio y la Historia de la Salvación en Cristo; hay
que proclamarlas muy cerca del Cirio Pascual, símbolo de Cristo.
En
la Vigilia Pascual, se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, que
recuerdan las maravillas de Dios en la Historia de la Salvación, y dos lecturas
del Nuevo y el anuncio de la Resurrección según los Evangelios sinópticos, y la
lectura apostólica sobre el Bautismo cristiano como Sacramento de la
Resurrección de Cristo. Las lecturas van acompañadas de un Salmo o cántico de
meditación que prolonga su idea central en clima de oración. Cada bloque de
lectura y canto concluye con una oración.
Estas
oraciones muy antiguas, tomadas del Sacramentario Gelasiano, datan del siglo
VII. La estructura de la Liturgia de la Palabra adquiere un carácter de
diálogo: Dios que toma la iniciativa en la Historia de la Salvación, nos revela
cuál es su plan de amor sobre nosotros, y cómo lo ha ido desplegando a través
de la historia. Y nosotros que acogemos su iniciativa salvadora, su Palabra de
vida y la meditamos en el corazón siguiendo el ejemplo de Santa María, la gran
cooperadora de los planes de Dios y la oyente por excelencia de la Palabra.
3º
Tercera Parte: Liturgia Bautismal.
Después
de escuchar la Palabra, se celebran los Sacramentos pascuales.
Se
bautizan a los adultos mayores, Catecúmenos, que no han recibido el Sacramento
y, a los niños, por el mismo sentido de la Resurrección. Si no se hay liturgia
bautismal, sólo se bendice el agua que se utilizará en la pila bautismal o en
los hogares de los fieles.
4º
Cuarta Parte: La Eucaristía Pascual.
La
comunidad cristiana, iluminada por la Palabra, rejuvenecida por el agua
bautismal, se sienta ahora a la Mesa festiva de la Pascua, en la que su Señor
la invita a participar de su Cuerpo y de su Sangre. Con la Eucaristía se
termina el ayuno cuaresmal: Jesús se da a sí mismo como Alimento de Vida Eterna
a su Iglesia.
La
Eucaristía es el punto culminante de la Vigilia. Todo hasta este momento debe
haber señalado a esta dirección, creciendo en intensidad.
Ø Canto de “El Gloria”.
Concluidas
las lecturas del Antiguo Testamento, y para subrayar el paso al Nuevo Testamento,
se entona el himno de «El Gloria» al tiempo que se hacen sonar las campanas, se
encienden los cirios del altar más numerosos que de costumbre y se colocan
flores en torno a éste.
Ø Letanía de los Santos.
Se
reza la letanía de los Santos, si va a haber Bautismo, invocando su protección
sobre los que se van a bautizar; se cantan de pie, no de rodillas.
Ø Bendición del Agua.
No
sólo se trata de bendecir agua, sino de bendecir a Dios por todo lo que en la
Historia de la Salvación ha hecho por medio de ella: la Creación, el paso por
el Mar Rojo, el Bautismo de Jesús en el Jordán; pedimos que hoy, a través del
agua, actúe su Espíritu de vida sobre los bautizados y la Iglesia.
En
esta celebración, recordamos nuestro Bautismo, de ahí que renovemos las
promesas bautismales con las velas encendidas. Luego, el sacerdote bendice a
los fieles con agua, como un gesto simbólico del Bautismo.
Termino
esta Catequesis, recordando a Juan Pablo II:
"El misterio de la
Cruz y de la Resurrección nos asegura, que el odio y la violencia, la sangre y
la muerte, no tienen la última palabra de las vivencias humanas. La victoria
definitiva es de Cristo y tenemos que volver a empezar desde Él si queremos
construir para todos un futuro de Paz, Justicia, y Solidaridad,
auténticas". (Beato
Juan Pablo II)
Después
de consolar a María, Jesús le da un mensaje para los Apóstoles. Y fue María
Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y a continuación
les contó todo lo que había sucedido Nos imaginamos la alegría con que María
pronunciaría estas palabras: ¡He visto al Señor! Es el gozo y
alegría de todo apostolado en el que anunciamos a los demás, de mil formas
distintas, que Jesús vive. No se nos ha concedido este gozo para que lo
ocultemos en el secreto de nuestro corazón, sino para enseñarlo, para
publicarlo a los cuatro vientos. Quien encuentra a Cristo en su vida, lo
encuentra para todos.
A
nombre de todos quienes hacemos la Familia de Radio María, en Ecuador:
¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN,
DIOS LES BENDIGA!
P.
Marco Bayas O. CM
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