sábado, 23 de marzo de 2013

VI DOMINGO TIEMPO DE CUARESMA DOMINGO DE RAMOS (CICLO C) Evangelio: Lucas 22,14-71.23,1-56

La Pasión del Señor
Catequesis sobre el Domingo de Ramos y la Pasión del Señor 

Evangelio según san Lucas 19, 28-40. (El texto evangélico de la Misa es el de la Pasión, éste es el de la bendición de las palmas)

Introducción
Tiene sentido celebrar el Domingo de Ramos si estamos dispuestos a perseverar con esas mismas palmas hasta el Domingo de la Resurrección, recorriendo la procesión que pasa por el triduo pascual, aprendiendo que la verdadera palma de la victoria es la de la Cruz.
Comenzamos la Semana Santa, “en ella se han verificado para nosotros dones inefables: se ha concluido la guerra, se ha extinguido la muerte, se ha cancelado la maldición, se ha removido toda barrera, se ha suprimido la esclavitud del pecado. En ella el Dios de la paz ha pacificado toda realidad, sea en el cielo sea en la tierra”. (San Juan Crisóstomo)
 
En el Domingo de Ramos  o “de la Pasión del Señor” la liturgia nos propone la “procesión de los ramos”, en la cual se proclama el pasaje de la entrada de Jesús en Jerusalén. Luego, en la Eucaristía, se proclama la Pasión de Jesús.
  1. Algunos Significados:
a.  Domingo de Ramos.
 
El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la Pasión.
En este día, se entrecruzan dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria y festiva liturgia de la Iglesia Madre de la Ciudad Santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén; y la austera memoria – anamnesis – de la Pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgias de Jerusalén y Roma, juntas en nuestra celebración.
En la Eucaristía dominical se subrayan dos momentos: la procesión de entrada y la proclamación de la Pasión.
 
La procesión, con cantos en honor de Cristo que empieza su subida a la Cruz, hoy, de manera especial, el sacerdote visibiliza al Cristo que entra en Jerusalén, dispuesto a dar cumplimiento pleno a su misión. Todo está centrado en Cristo. Lo aclamamos en tono de victoria: él entra en su semana decisiva como el Siervo que se entrega, pero la terminará resucitado por el Espíritu a una nueva existencia.
 
La bendición de los ramos continúa siendo para mucha gente el elemento más típico de este domingo. Conviene hacer comprender que la verdadera importancia recae en los gestos comunitarios de aclamación en honor de Cristo Rey, más que en el hecho de la bendición y, menos aún, en los ramos, o palmas en sí mismos.
 
Hay que hacer vivir la actitud de homenaje a Cristo Rey, que se dispone a entrar de una manera decidida y voluntaria en el camino que le llevará, primero, al sufrimiento y a la muerte, y, después, al triunfo y a la vida.
 
b.  Domingo de la Pasión.
La lectura solemne de la Pasión de Cristo constituye el otro polo de la celebración de este domingo.
Todos los relatos evangélicos de la Pasión sobrecogen por su sobriedad, sinceridad y emoción contenida. De hecho, constituyen el punto álgido del Evangelio: algunos exegetas dicen que cada uno de los evangelios no es más que un relato de la Pasión precedido de una introducción, más o menos larga.
Estos relatos no son una mera crónica de los hechos ocurridos; hablando con propiedad, la resurrección no es objeto de un relato, sino de un anuncio. Eso no introduce ninguna exterioridad entre las dos caras del acontecimiento pascual. Al contrario, se da una interpenetración entre el relato de la pasión del Resucitado y el anuncio de la resurrección del Crucificado.
Efectivamente, la pasión es narrada por unos testigos que creen en la resurrección y que justifican el anuncio que hacen de ella mediante el relato de los sufrimientos de Jesús. Únicamente los testigos de la pasión pueden convertirse en los apóstoles del mensaje de la resurrección.
  1. En la entrada triunfal a Jerusalén: La oración de los discípulos ante el “Rey” (Lucas 19,37-40)
Lucas es el evangelista de la oración. La entrada de Jesús a Jerusalén se realiza en medio de la celebración festiva de “la multitud de los discípulos”. Notamos tres detalles que la caracterizan:
1º El sentimiento de alegría: “Llenos de alegría”.
2º Las forma como la expresan: “A grandes voces”, es decir, gritos.
3º El contenido: “Se pusieron a alabar a Dios”.
Veamos aspectos sobresalientes del contenido de la oración.
  1. Una oración que da testimonio.
La oración de los discípulos intenta resumir lo que han visto a lo largo de su caminar con Jesús; esta oración es un testimonio del ministerio de Jesús: “¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!” (10,23-24). El primer testimonio de los discípulos en los Hechos de los Apóstoles consistirá en proclamar a todo el mundo “las maravillas de Dios” (Hechos 2,11).
Es un reconocimiento agradecido a Dios Padre como fuente de la obra realizada por Jesús. Ya antes se había dicho que en Jesús “Dios ha visitado a su pueblo” (7,16). Ahora se alaba a Dios con mayor precisión “por todos los milagros que habían visto” (19,37).
  1. Una oración que aclama al Mesías.
Lucas nos dice con qué palabras se expresaba la alabanza de los discípulos: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas” (19,38; omite la aclamación “Hosanna” incomprensible para un lector no judío). Como puede verse, dos aclamaciones que se han juntado:
 
1º Bendito el que viene… Salmo 118,26, frase bien conocida en la liturgia del Templo de Jerusalén. Con esta aclamación se recibían a los gozosos peregrinos en el momento de su ingreso al Templo.
En labios de los discípulos aparece una palabra que no estaba en el texto original del Salmo: ¡Rey!, “Bendito el Rey que viene...”. Para los tiempos mesiánicos Zacarías 9,9 había profetizado: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey...”. Antes de la entrada a Jerusalén, Jesús enseñó la parábola de uno que había viajado a recibir la investidura real (19,15). Así Jesús anunció la llegada próxima de su reinado (19,11) y también el rechazo que recibiría (19,27).
 
2º Paz en el cielo… La segunda parte de la oración retoma el canto de los ángeles en la noche de la navidad (2,14). La alabanza referida dos veces hacia lo alto (“en el cielo... en las alturas”) es un grito de gratitud a Dios por la venida del Rey-Mesías a quien se le había llamado “Príncipe de la Paz” (Isaías 9,5).
La primera vez fueron los ángeles, ahora son los discípulos. Con la aclamación de los discípulos la oración se vuelve circular: primero la aclamación venía del cielo hacia la tierra, ahora va de la tierra hacia el cielo.
Notemos un detalle, un pequeño cambio en el texto: ya no es “paz en la tierra” sino “paz en el cielo”. No es que el cielo necesite paz, sino que es de allá que proviene y allá es celebrada.
La “paz” es signo de la salvación de Dios, ésta ha sido enviada desde el cielo en la persona de Jesús, a Jerusalén, quien de hecho la rechazará (“¡Si tú también conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculta a tus ojos”, 19,42).
Durante la pasión de Jesús, Herodes y Pilatos harán las paces (23,12) y desde la Cruz de Jesús hará la reconciliación entre Dios y los hombres. Esto se recordará en la predicación misionera: “Él ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos” (Hechos 10,36).
  1. Una oración imposible de callar.
El fervor de los discípulos escandaliza a los fariseos. La reacción negativa, “Maestro, reprende a tus discípulos” (19,39), deja ver la importancia de esta escena de oración:
1º La aclamación es un reconocimiento de Jesús como el Mesías enviado por Dios. Es lógico que aparezcan adversarios que no estén de acuerdo.
2º La aclamación de los discípulos parece extravagante para este grupo piadoso: demasiada explosión de sentimientos les parece inadecuada.
Pero Jesús considera que la advertencia es inaceptable: “Os digo que si éstos callan gritarán las piedras” (19,40). Jesús admite la verdad de la aclamación mesiánica. Además, con este dicho que nos recuerda otro de Habacuc 2,11, Jesús deja entender que la alabanza es incontenible, quien experimenta la salvación no puede guardar silencio.
  1. El camino de siervo sufriente y del mártir hasta la Cruz (Lucas 22-23)
Lucas denomina el evento del Calvario “el espectáculo” (23,48), término que en este contexto significa: el evento digno de ser contemplado y absorbido largamente mediante un diálogo de confrontación.
  1. El complot contra Jesús (22,1-6)
El relato de la Pasión comienza con un preludio que nos inserta enseguida en el drama. Satanás vuelve al ataque y se activan las fuerzas hostiles que tienen interés en la muerte de Jesús.
  1. La última pascua (22,7-20)
Después de los preparativos por parte de los discípulos para el banquete (22,7-12), se prosigue con la celebración pascual misma (22,14-38).
Lucas destaca el ritual de la cena pascual judía a lo largo de la cual el cabeza de familia hace circular varias copas. Hace un signo sobre el pan, el cual permanece como “Recuerdo mío” (22,19). En las palabras de Jesús sobre la copa (22,20) se cumple la profecía de Jeremías 31,31.33.34
  1. El Testamento de Jesús (22,21-38)
Lucas enriquece la cena pascual con el discurso final de Jesús a sus discípulos:
1º Partiendo del gesto de infidelidad de un miembro de la comunidad, Jesús indica cuál debe ser el comportamiento de la comunidad cristiana que permanece fiel a Él.
2º Desea que el poder no se ejerza a la manera de los paganos. No hay necesidad de títulos. Los reyes paganos se hacen llamar “benefactores”, pero no son el modelo de los discípulos de Jesús. Ellos deben imitar a Cristo quien se hace servidor de todos. Él, quien tiene una dignidad real y quien dispone de un Reino, se pone en medio de los suyos como el que sirve.
3º Jesús desea que los discípulos compartan su vida futura: la plenitud del Reino. Pero para ello hay que perseverar, como el Maestro, en las pruebas.
4º En medio de la infidelidad del discípulo, Jesús pone en primer lugar su propia fidelidad: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca”. Jesús anuncia las sacudidas que va a sufrir Pedro, antes de su caída. La conversión de Pedro será ganancia: para el fortalecimiento de toda la comunidad.
5º Los discípulos vivirán dentro de poco la misión, y se encontrarán como Jesús en la Pasión, con la hostilidad del mundo y evangelizarán un mundo de violencia. Llegan tiempos difíciles, el camino será peligroso y, en consecuencia, tendrán que protegerse.
  1. La angustiosa oración en el monte de los Olivos (22,39-46)
La atmósfera se pone oscura cuando Jesús y sus discípulos se dirigen hacia el monte de los Olivos, donde la angustiosa oración de Jesús le hace contrapunto al momento de violencia que viene con el arresto.
Lucas destaca que Jesús ora y hace orar conforme a la enseñanza que había dado a los discípulos (Lc 11,2-4). Retoma dos peticiones del Padre Nuestro.
Al comienzo y al final del episodio, Jesús pide a sus discípulos que oren de manera que no caigan en la tentación. Al Padre le dice: “que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Dios acoge su oración y le envía un ángel para que lo reconforte. Lo mismo que Dios ya había hecho con el profeta Elías (1ª Reyes 19,4-8).
  1. El beso del traidor (22,47-53)
Viene la tropa a capturar a Jesús, pero la atención se fija en el traidor, uno de los Doce, y sobre la actitud de Jesús quien pone en práctica lo que ha dicho en el Sermón de la llanura: “Amad a vuestros enemigos”. Al contrario de lo que hacen Judas, quien le entrega a la muerte; como los discípulos, quienes reaccionan con violencia, el comportamiento de Jesús en este momento es el verdadero modelo de los cristianos.
  1. La caída de Pedro (22,54-62)
En el patio de la casa del sumo sacerdote, en presencia del mismo Jesús, como lo deja entender el versículo 61, Pedro niega ser discípulo, pertenecer a su comunidad  y haber hecho camino con Él desde Galilea. Las tres formas concretas de la vinculación con Jesús, Pedro las declara inexistentes: “¡No le conozco!... ¡No lo soy!... ¡No sé de qué hablas!”. Pero la mirada del Señor y el recuerdo de sus palabras producen la conversión de Pedro.
  1. El rostro cubierto (22,63-65)
Los captores, golpean a Jesús y se burlan de él. Al contrario de Pedro, ellos no afrontan la mirada de Jesús: cubren su rostro pidiéndole que juegue con ellos el conocido juego de “la gallina ciega”.
  1. Jesús ante el Sanedrín (22,66-71)
La mañana del viernes comienza con un primer interrogatorio ante la máxima autoridad judía. En la anunciación, el ángel del Señor le había anunciado a María que Jesús era Hijo de Dios en cuanto Rey-Mesías, pero también de manera particular, en cuanto participaba de la santidad de Dios. Lo mismo sucede aquí. La revelación se hace en dos momentos. Jesús, en primer lugar, deja entender que Él es mucho más que un Rey-Mesías temporal. A partir de la misteriosa figura del Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo, anunciada por el profeta Daniel, enseguida hace entender que Él es el Hijo de Dios. Ante el Sanedrín finalmente no se realiza un proceso judicial: no hay testigos ni acusaciones ni sentencia.
  1. Jesús ante Pilatos (23,1-7)
Esta vez sí hay proceso judicial. La acusación se basa en motivos políticos: “pervierte al pueblo prohibiendo pagar impuestos y diciendo que es el Cristo Rey”. Pilatos afirma por primera vez que Jesús es inocente: “Ningún delito encuentro en este hombre”.
  1. De Pilatos a Herodes (23,8-12)
En lugar de tratar a Jesús como uno de su jurisdicción y de hacerle justicia, Herodes se comporta de forma indigna. Al final le rinde aunque de manera involuntaria, un homenaje revistiéndolo con un manto real.
  1. De Herodes a Pilatos (23,13-25)
Pilatos afirma por segunda vez que Jesús es inocente, esta vez coincidiendo con la opinión de Herodes. Con todo, hace flagelar a Jesús con intención de soltarlo después. Esto no satisface a los jefes ni al pueblo, que interviene aquí por primera vez. Una ironía trágica: aquellos que habían acusado a Jesús de subversión son los mismos que solicitan la liberación de un verdadero subversivo, pidiendo la muerte del inocente.
Después de afirmar por tercera vez que Jesús es inocente, Pilatos termina cediendo ante la presión popular. Para Lucas, los principales responsables de la muerte de Jesús son los sumos sacerdotes y los jefes del pueblo. Se destaca la ausencia de los fariseos. Según el testimonio de Lucas, ellos no son enemigos mortales de Jesús.
  1. Jesús carga la cruz (23,26-32)
La narración llega al dramatismo durante el camino de la Cruz. Llevando la cruz detrás de Jesús, Simón de Cirene se convierte en modelo del discípulo que toma la cruz. El pueblo también sigue a Jesús, contemplándolo a su paso. Se destacan la actitud de las mujeres y las palabras que Jesús les dirige a ellas. En términos proféticos Jesús anuncia la caída de Jerusalén.
  1. Una muerte ejemplar (23,33-34)
Hasta el fin, Jesús práctica lo que ha enseñado: el amor a los enemigos y el perdón de las ofensas. Al ser crucificado dice: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
  1. La muerte de un rey (23,35-43)
Los jefes de los judíos, los soldados romanos y uno de los malhechores desafían a Jesús para que se salve a sí mismo. Jesús no lo hace. Él es “Salvador”, pero no ejerce su poder para provecho propio. Por decisión personal, introduce en el paraíso a un pobre hombre que pone su confianza en Él. La salvación no será solamente al final de los tiempos, cuando vuelva. Jesús, desde la cruz, anuncia el “hoy” de la salvación.
  1. La muerte del Hijo (23,44-46)
Las últimas palabras de Jesús en la cruz son una oración expresada en un grito de confianza. Inspiradas en el Salmo 31,6, evocan sus primeras palabras en el Templo de Jerusalén, cuando cumplió sus doce años. Jesús llama a Dios “Padre” suyo y en sus manos deposita toda su vida, en Él concluye su camino y a Él le entrega su causa.
  1. Después de la muerte de Jesús (23,47-56)
Comienza una serie de reacciones frente a la muerte heroica de Jesús. Se da una alusión continua a “ver” al crucificado:
1º El centurión romano “ve” y da su testimonio: la muerte de Jesús es una injusticia. Jesús es el inocente ajusticiado profetizado por Isaías como “Siervo de Yahvé” (Isaías 53,11-12; Hechos 3,14; 7,52; 22,14).
2º El pueblo “ve” y comienza a convertirse, reconociendo su culpabilidad (23,48).
3º Los amigos que lo acompañado desde Galilea “ven”, pero de lejos (23,49). Viene entonces la sepultura (23,50-54). No todos los miembros del Sanedrín son enemigos de Jesús: José de Arimatea, “persona buena y justa”, le rinde los últimos homenajes a Jesús ofreciéndole una digna sepultura.
4º En el momento final, las mujeres “ven” todo hasta el último instante posible (23,55-56). Su fidelidad las lleva más lejos que al resto de la comunidad. Ellas, las testigos de la sepultura de Jesús, serán igualmente las primeras testigos de la resurrección.
La “visión” del Resucitado no se puede desconectar de la “visión” del Crucificado. La contemplación de las actitudes de Jesús en su Pasión y Crucifixión es el preludio de la “conversión” pascual que está a punto de suceder. El final es tranquilo y lleno de suspenso: una extraña calma que interroga el corazón. La serenidad orante del final abre las puertas a una gran expectativa que tendrá respuesta.
  1. ¿Qué significado tiene esta celebración en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi Rey…”
Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el Rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero.
  1. ¿Por qué el olivo?
El Olivo, árbol característico y propio de la zona donde vivió Jesús. El oró y meditó en el huerto de los olivos (Lc 22,39-46). Aparece también en el Antiguo Testamento, en el relato del Diluvio y el arca de Noé (Gn, 8, 11). Por ello el pueblo de Jerusalén celebró la entrada de Jesús saliendo a su encuentro y homenajeándolo en aquél entonces como un Rey con palmas, cantos y levantando ramos de olivo a su paso.
  1. ¿Para qué se guardan los ramos una vez bendecidos?
Muchos responderían que por tradición, rutina, costumbre, o incluso por el valor simbólico que se le suele atribuir a este elemento una vez bendito. Y algunos porque esperan un efecto mágico de él. Sin embargo, la Iglesia nos enseña que éste es un sacramental, es decir, un signo sagrado instituido, cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida. (CIC 1677). Llevarlo a casa y compartirlo con los demás, es un signo visible de Dios, de su bendición, protección y presencia en nuestra vida cotidiana.
  1. ¿Qué deberíamos hacer entonces con los ramos bendecidos?
Sería oportuno colocar el ramo bendecido en un sector adecuado del hogar, ámbito de trabajo, esparcimiento, espacios de formación o reunión…, y acompañarlo con alguna estampa, frase, tarjeta, señalador, visible, de modo que al observarlo recordemos que hemos participado de la procesión y celebración de Ramos en la que alabamos a Jesús y por lo tanto, queremos continuar alabándolo y seguir sus pasos durante todo el resto del año.
Otra práctica linda es compartir el olivo bendito con familiares, amigos, vecinos, enfermos, vecinos y con quienes se encuentran privados de asistir a las celebraciones por razones de salud, avanzada edad, etc.
  1. Domingo de Ramos: ¿Principio o fin?
Para algunos, el Domingo de Ramos y la bendición de éstos, son un fin en sí mismo, lo consideran el elemento convocante y el momento más importante del año como para concurrir a la Iglesia y no volver hasta el año siguiente.
Sin embargo, no podemos quedarnos en el inicio del camino: la Iglesia nos enseña que esta celebración es “la puerta” de la Semana Santa, la cual culminará en la celebración del Triduo Pascual con la gloriosa Resurrección del Señor, y por lo tanto, deberemos vivirla intensa y adecuadamente, y ayudar a nuestros hermanos a tomar conciencia de ello.

Es fácil gritar alabanzas y aclamar a Jesús cuando todo el mundo que nos rodea está gritando también. Pero cuando los líderes de nuestra sociedad expresan algo de mala voluntad contra él, también a nosotros nos resulta fácil condenarlo”

 "Temo a Dios, y después de Dios temo principalmente al que no le teme."

P. Marco Bayas O. CM

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