VII DOMINGO DE PASCUA
Lecturas CICLO C
Evangelio: Lucas
24,46-53
Solemnidad de la
Ascensión del Señor
“Alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los
bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo”
Lucas
24,46-53: En
aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito que el Cristo
padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su
nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando
desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar
sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la
ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto”.
Los
sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que,
mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos,
después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban
siempre en el Templo bendiciendo a Dios”
Introducción.
Siguiendo la cronología
de los Hechos de los Apóstoles (1,3), celebramos 40 días después de la Pascua, la
Ascensión de Jesús. El día 40 fue el jueves, por razones pastorales la
celebración se traslada al domingo.
Luego que el Señor Jesús se apareció a sus
discípulos fue elevado al cielo. Este acontecimiento marca la transición entre
la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre; y
la posibilidad de que la humanidad entre al Reino de Dios como lo anunció
Jesús. La Ascensión del Señor se integra en el Misterio de la Encarnación, es
su momento conclusivo.
La obra de Jesús ha
llegado a su cumbre. La obra que comenzó en el corazón del Padre, culmina en
él. El “Cielo” al que sube Jesús es el mismo Dios. Y subido al cielo, “está sentado a la derecha del Padre”, donde
es constituido Señor y Cabeza de todas las cosas (Ef 1,23).
La Oración Colecta de
esta Solemnidad dice: “Llena, Señor,
nuestro corazón de gratitud y de alegría por la gloriosa Ascensión de tu Hijo,
ya que su triunfo es también nuestra victoria; pues a donde llegó él, nuestra
cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar nosotros, que somos su cuerpo”.
La Ascensión de Jesús
expresa su victoria y soberanía en el tiempo y en el espacio, porque en su
subida al cielo, donde no hay espacio ni tiempo, él llena de sí mismo a todo el
universo. Aquél que bajó del cielo por su encarnación e introdujo en la carne
humana la gloria de la divinidad (Jn 1,14), subiendo al cielo introduce a la
humanidad en la divinidad.
Jesús con un gesto y
sin palabras, nos indica el fin último de la historia humana y de la creación.
Nuestra meta es Cristo, constituido por su resurrección como nuestro “cielo”, Él
es la plenitud de la vida del universo.
Desde nuestra
experiencia bautismal (Ef 4,1-13), y desde la unidad de la fe de nuestras
comunidades, hoy proclamamos con gozo el doble misterio:
1º el de Jesús y
2º el nuestro.
En esta fiesta proclamamos
que Jesús es el “Señor”, el “hombre perfecto”, el “principio y cabeza” de lo
creado. El proyecto salvador de Dios sobre el mundo se ha realizado en el Cuerpo
de Cristo.
Jesús es nuestra
esperanza, nuestro presente y futuro, en Él nos aguarda un futuro glorioso que
se anticipa hoy en el gozo de la comunidad y en la responsabilidad histórica
que tenemos en el mundo.
1. El contexto del acontecimiento.
Con este pasaje,
termina solemnemente el “gran día” pascual. Desde la mañana del primer día
habían sucedido una serie de encuentros en los que fueron apareciendo los
elementos esenciales del mensaje pascual:
Ø
“¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”
(Lc 24,5-6), escuchan las mujeres frente a la tumba vacía.
Ø
“¡Es
verdad! El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”
(24,34), proclamaban esa misma tarde en Jerusalén los apóstoles.
Ø
Los peregrinos de Emaús cuentan “lo que había pasado en el camino y cómo le
habían conocido en la fracción del pan” (24,35).
Jesús en el momento de
la despedida, con palabras y con el gesto de la bendición, retoma lo esencial de
su misión y la de los discípulos. Ya no estará presente en medio de ellos en
forma visible; se hará presente en sus caminos; será el huésped de honor en sus
cenas; su voz se escuchará en la interpretación de las Escrituras puesto que en
Él han alcanzado la plenitud.
- La estructura del pasaje de la Ascensión.
El Evangelio recoge
las últimas palabras de Jesús a sus discípulos y el evento excepcional de su
exaltación al cielo. Hay mucha solemnidad, las palabras y los gestos permanecerán
en la memoria de los discípulos. En el texto distinguimos cuatro partes:
Ø
La entrega del kerigma misionero (24,46-48)
Ø
La promesa del Padre (24,49)
Ø
La exaltación de Jesús al cielo, bendiciendo con
sus manos (24,50-51)
Ø
Y el bellísimo epílogo festivo del Evangelio
(24,52-53)
Con la estructura anterior
y con la pedagogía de la espiral, reflexionamos:
- El kerigma misionero: el poderoso anuncio que salva al mundo.
“Y les dijo: Así está escrito que el Cristo
padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su
nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando
desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas”.
El kerigma,
anuncio-proclamación, es el núcleo de la predicación cristiana en los tiempos
apostólicos. La Iglesia no se inventó un mensaje, lo recibió del mismo Jesús.
Ø
El Mensaje (24,46-47)
·
El anuncio de la Muerte y Resurrección de Jesús (24,46)
Con la muerte y
resurrección de Jesús se completa el contenido del mensaje que los apóstoles
deben proclamar a todos los pueblos: “Así
está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al
tercer día…” (24,46). El camino salvífico de Jesús ha sido recorrido en su
totalidad, por esta vía “entró en su
gloria” (24,26). Todos estamos invitado a recorrerlo, mediante el
itinerario de la conversión.
·
El anuncio en el “nombre” de Jesús (24,47)
“Y
se predicará en su nombre…”. Testimoniándolo a Él,
a través de su obra y de todo su camino hasta la Cruz y la Resurrección.
·
El anuncio de la eficacia del perdón (24,47)
“…la
conversión para perdón de los pecados”. Mediante la actitud de
apertura al Dios misericordioso que nos busca con afán, se cruzan los caminos
de Dios con los caminos de vuelta a casa trazados por Jesús a lo largo del
Evangelio, el poder de la muerte y resurrección de Jesús alcanzan el perdón a
todos. El amor del Crucificado y Resucitado se hace presente por el don de su
Espíritu.
·
El anuncio para todos los pueblos (24,47)
“…a
todas las naciones”. Desde Jerusalén se irradia la Palabra de Dios a
todas las naciones. Mediante el perdón de los pecados, Jesús atrae a todos a la
comunión con Dios y genera el proyecto de fraternidad y solidaridad que orienta
al mundo. Nadie puede ser excluido del anuncio ni nadie podrá autoexcluirse.
Ø
Los portadores del mensaje: son
ante todo “testigos” (24,48)
Jesús dice: “Vosotros sois testigos de estas cosas”. El
anuncio debe partir de testigos. Jesús Resucitado hace de sus discípulos,
testigos cualificados. En el encuentro con Él y su regreso a los cielos se
completa la serie de acontecimientos que deben testificar: “Conviene que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el
tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan
hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con
nosotros de su resurrección” (Hechos 1,21-22)
El mensaje cristiano no
se fundamenta en especulaciones ni en ideas u opiniones personales, sino en
acontecimientos históricamente documentados y en las instrucciones que dio el
mismo Jesús, las cuales quedaron grabadas en la memoria de las primeras
comunidades.
El testimonio
sólo puede provenir de quien ha hecho el camino con Jesús y de quién habiendo
comprendido su obra, puso su mirada en su destino. Son testigos que han abierto
los ojos y han visto en medio de la oscuridad de la Cruz el camino que conduce
a la gloria del Padre. Los evangelizadores serán ante todo testigos, dignos de
confianza y auténticos servidores de la Palabra. Su testimonio tendrá que
llegar hasta los confines del mundo.
- La promesa del Padre (24,49)
“Mirad,
yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte
permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto”
La promesa de Jesús, es
el “cumplimiento” de la promesa del Padre.
Ø
La promesa del Padre.
La promesa es el
Espíritu Santo, a lo largo de los Hechos de los Apóstoles así se entiende (Hech
1,4; 2,33; Gál 3,14; Ef 1,13).
Jesús, con anterioridad,
les había prometido a sus discípulos la presencia del Espíritu en los momentos
difíciles de la misión. En el Antiguo Testamento hay referencias a la “promesa”:
Joel 2,28-29; Is 32,15; 44,3; Ez 39,29.
Ø
Revestidos con poder.
Los discípulos no
estarán en capacidad de llevar adelante la misión, la tarea de la
evangelización que hace presente el “perdón”, si no son “revestidos de poder desde lo alto”. Este “poder” es la fuerza del
Espíritu Santo que ungió a Jesús (Lc 3,22 y 4,18); lo impulsó en el combate con
Satanás (4,1-2) y en su misión de misericordia (4,14-15).
El Espíritu Santo
fortalecerá y habilitará a los evangelizadores para que anuncien con valentía,
convicción y fidelidad la obra de la muerte y resurrección de Jesús, en la cual
se alcanza el perdón de los pecados (Hech 2,22-36).
El ser “revestidos” es
significativo porque el Espíritu “dota” de fuerza y “sostiene” la valentía y la
convicción con que se da el testimonio.
- La exaltación de Jesús al cielo, con las manos extendidas bendiciendo (24,50-51)
Jesús realiza las
últimas dos acciones sobre sus discípulos:
1º los “saca”, recuerda lo relacionado al éxodo, y
2º los “bendice” con las manos en alto, la última
acción de Jesús ante sus discípulos reviste un colorido litúrgico.
Jesús se despide con
los brazos en alto, en actitud de bendecir: “y alzando sus manos, los bendijo”
(24,50). Es la última imagen del Maestro, que queda impregnada en la retina de
los testigos oculares del Evangelio.
Jesús sintetiza toda su
obra en una “bendición”. Así sella el gran “amén” de su obra en el mundo. La
bendición de Jesús permanecerá con los discípulos, los animará a lo largo de
sus vidas y los sostendrá en todos sus trabajos.
Ø
“Y sucedió que, mientras los
bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (24,51).
Jesús se separa
de sus discípulos. Lucas nos describe la manera como se da la partida de Jesús:
es “llevado” o “conducido” hacia el cielo. Este instante de la vida de Jesús,
se da gradualmente (Hechos 1,9-10).
Jesús “ha sido exaltado a la derecha del Padre”,
como plenitud de su obra en el mundo. Se coloca del lado de los discípulos, ellos
lo ven hasta el último instante y son testigos de su obra coronada por su
“Señorío” en el cielo.
- Un final festivo (24,52-53)
“Ellos,
después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban
siempre en el Templo bendiciendo a Dios”
El evangelio de la
“Ascensión” termina con la primera alabanza dirigida a Jesús por parte de su
comunidad. En la conclusión encontramos:
Ø
Unas acciones
Ø
Un lugar
Ø
Un ambiente
1º Unas acciones: Cuando
Jesús desaparece de la vista de los discípulos, la mirada del lector del
evangelio se concentra en el comportamiento de los discípulos acabados de
bendecir. Como Jesús, los discípulos reaccionan con gestos litúrgicos. Ellos:
Ø
Se postraron ante Jesús.
Ø
Volvieron a Jerusalén.
Ø
Permanecieron en el Templo bendiciendo a Dios.
2º Un lugar: Los
discípulos no se van para sus casas sino al Templo. Jesús había dicho a
propósito: “¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?” (2,49). Refiriéndose a su dedicación total a
la obra de la salvación.
En el Evangelio de
Lucas, el tema del Templo, es fundamental: comienza con una escena en el Templo
(la oración de Zacarías y del pueblo; 1,8-10) y termina en el mismo Templo (la
oración festiva de los discípulos; 24,52-53) no ya para pedir sino para
agradecer.
El Templo representa no
sólo la presencia fiel del Dios de las promesas sino, en la persona de Jesús, su
completa realización.
3º Un ambiente: Los
discípulos no están tristes ni nostálgicos. Tampoco pasan la página de la
historia como si nada hubiera sucedido. Tienen muy presente a la persona de
Jesús: a Jesús lo adoran, al Padre lo bendicen y entre ellos se festejan con una
alegría cuyo espacio propio es la vida de la comunidad y la oración.
Después que los
discípulos experimentaron en Jesús Resucitado, para ellos no hay sino una sola
reacción adecuada: la alabanza festiva y llena de gratitud para con Dios.
La celebración de la
Ascensión del Señor debe llevarnos a darle una mirada retrospectiva a nuestro
camino con Jesús para agradecer y alabar a Dios por todo lo que ha hecho por
nosotros, pero también debe orientar nuestra mirada hacia delante: hacia el
futuro de la evangelización y el compromiso con la transformación del mundo,
porque la obra salvífica de Jesús continúa en el mundo a través de nuestro
testimonio.
El Señorío de Jesús
permanece en el centro de todo: su exaltación atrae al mundo hacia su destino
final y al mismo tiempo hace bajar todas sus bendiciones. Un nuevo proyecto de
humanidad ha sido inaugurado, Jesús:
Ø
confirma a sus discípulos como sus testigos,
Ø
promete el poder de lo alto,
Ø
se despide de sus discípulos bendiciéndolos,
Ø
y los discípulos pronuncian el gran “Amén” del
Evangelio en una alabanza continua en la comunidad reunida en el Templo.
Las oraciones de esta solemnidad piden que
permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada
simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas. Esta es la vida en
la Iglesia, comprometida en la acción y constante en la contemplación.
Porque Cristo, levantado en alto sobre la
tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres; resucitando de entre los muertos
envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su
Cuerpo que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación; estando
sentado a la derecha del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los
hombres a su Iglesia y por Ella unirlos a sí más estrechamente y,
alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre, hacerlos partícipes de su vida
gloriosa.
Instruidos por la fe acerca del sentido de nuestra
vida temporal y con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra
que el Padre nos ha confiado en el mundo y conseguimos nuestra salvación.
Luchemos por ser perfectos
y buenos para ir al Cielo con Jesús. Él vivió como todos su proyecto y lo fue
perfeccionando día a día. Su proyecto no terminó con la Muerte, sino que siguió
con su Resurrección y su Ascensión.
La plenitud sólo se
alcanza al final y es un don de Dios. Jesús ha ascendido al Cielo y nos espera
en la meta. Nosotros debemos trabajar para cumplir con nuestra misión en la
tierra. Hay que vivir como Él, amar como Él, buscar el Reino de Dios.
Debemos anunciar el
Evangelio con la palabra y con la vida, de modo que se haga viable la ascensión
de toda la humanidad, mirando más al suelo que al cielo, mirando más al prójimo
que a las nubes, pisando tierra con realismo y no embobados por una religión
alienante. La ascensión de Jesús infunde un nuevo brío y nos capacita para
enfrentarnos a toda fuerza diabólica y destructiva del ser humano con la fuerza
del Evangelio. Si nos abrimos a este mensaje, entonces sí que ascenderemos
todos como seres humanos y como cristianos en el movimiento irreversible de Cristo
hacia el Padre.
- Terminamos en espíritu de oración.
CONTIGO SUBE EL MUNDO
CUANDO SUBES.
Contigo sube el mundo cuando subes,
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
Cuanto la lengua a proferir no alcanza
tu cuerpo nos lo dice, ¡Oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
tu cuerpo nos lo dice, ¡Oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
Cuanto el amor humano sueña y quiere,
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
Lo que fue, lo que existe, lo que viene,
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
Cautivos de tu vuelo y exaltados
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza,
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza,
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén
La Ascensión de
Cristo al Cielo nos mueve a buscar siempre las cosas esenciales, que son
invisibles a los ojos del cuerpo, y que son aquellas cosas que no pasan y que
no mueren: "Aspirad a las cosas de arriba donde está Cristo... gustad las
cosas de arriba, no las de la tierra", (Col 3,1-2)
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