viernes, 23 de marzo de 2012

DESTELLOS DE LUZ: PARA VIVIR UNA CUARESMA Y PASCUA DE LIBERACIÓN


Cuaresma, tiempo litúrgico de conversión que propone la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Tiempo de arrepentimiento y de cambio para ser mejores y vivir más cerca del Señor. 

LOS 40 DÍAS, SIGNIFICACIÓN BÍBLICA. 

La Biblia habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días de plazo que predica Jonás a los ninivitas para su conversión, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto…
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
La práctica Cuaresmal data del siglo IV, como un tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia. La práctica del ayuno y de la abstinencia, debe observarse con espíritu penitencial y de conversión.

LAS PRÁCTICAS CUARESMALES.


Las indica Jesús en el Evangelio leído el miércoles de Ceniza: oración, ayuno y limosna (Mt. 6,1-18). 
La oración no consiste sólo en repetir fórmulas, sino en «una plegaria que no sea de rutina, hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas. Conviene que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones». (San Juan Crisóstomo)
El ayuno, privación de cosas y entretenimientos (que pueden ser útiles y buenos en sí mismos), para dedicarnos a cosas más importantes; Jesús dijo: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4). El verdadero ayuno consiste en amar el alimento espiritual más que el corporal.
La limosna. La Iglesia ha considerado siempre que el ayuno sirve para comprender mejor el sufrimiento de los pobres y para darles a ellos el fruto de nuestras privaciones. La limosna ayuda a tener una relación correcta con las cosas (los bienes no son fines en sí mismos, sino sólo medios) y con las personas (todos somos responsables del bien de los demás y no podemos desinteresarnos de la suerte de los desfavorecidos).
Las tres prácticas (oración, ayuno y limosna) hay que vivirlas a la luz de la enseñanza de Cristo: «No hagáis el bien para que os vean los hombres» (Mt 6,1). Si no es así, no tienen valor religioso.
Que el Señor, después de servirle con fidelidad en la Cuaresma de esta vida, Él nos conceda participar un día en la Pascua del cielo.

La cuaresma, celebrada entre sangre y dolor, tiene que ser presagio de  transfiguración del pueblo, de una resurrección personal y comunitaria.
Para los que comen y viven bien, la cuaresma es un llamado a la austeridad, a desprenderse para compartir con los que tienen necesidad. Para los pobres, sin hogar y con hambre, la cuaresma es una motivación para darle un sentido de cruz redentora al sacrificio que se vive, pero no para un conformismo falso que Dios no quiere, sino para que, sintiendo en carne viva las consecuencias del pecado y de la injusticia, se estimule a un trabajo por una auténtica justicia social y un amor verdadero a los pobres. La cuaresma debe despertar el sentimiento de esa justicia social.
Vivamos la Cuaresma dándole a nuestros sufrimientos, a nuestra sangre, a nuestro dolor, el mismo valor que Cristo le dio a su situación de pobreza, de opresión, de marginación, de injusticia, convirtiendo todo eso en la cruz salvadora que redime al mundo y al pueblo. Y así, sin odios, como personas nuevas, vivir el espíritu de las Bienaventuranzas.

Permítanme dar unos destellos de luz, unas sugerencias para esta Cuaresma  y Pascua, haciéndolas un tiempo para:
1.     Encontrar y vivir lo esencial.
2.    Dejarse iluminar por la Luz verdadera.
3.    Dejarse guiar por el Señor: Camino, Verdad y Vida.
4.    Una urgente conversión integral.
5.    Cambiar de vida.
6.    Hacer la voluntad de Dios.
7.    Renovar la fe en la oración y la vida.
8.    Corresponder a la elección y al llamado del Señor.
9.    Caminar y convertirse obrando según el corazón de Dios.
10. Reconciliación con Dios y los hermanos.
11.  Confiar en los verdaderos y eternos valores.
12. Recordar la Palabra del Señor y llevarla a la práctica.
13. Amar a Dios con toda la mente, con todo el corazón, con todas las fuerzas y con todo el ser; y amar al prójimo como Cristo nos amó.
14. Hacer brotar desde el interior la vida que mana del Agua Viva.
15. Acoger, proteger y cuidar la vida.
16. Acompañar a Cristo en su Pasión, Muerte y Resurrección.

¡FELIZ CAMINO HACIA LA PASCUA DE RESURRECCIÓN!

La Pascua es grito de victoria, nadie puede apagar aquella vida que Cristo resucitó, y que ya la muerte ni todos los signos de muerte ni de odio contra él ni contra su Iglesia podrán vencer.
¡Jesús dio muerte a la muerte! Que así como lo acompañamos en una Pascua de Resurrección inacabable, también lo acompañemos en su cuaresma, en una Semana Santa, que es cruz, sacrificio, martirio, salvación, nueva vida… Y, como él, decir: “Dichosos los que no se escandalicen de mí y de mi cruz.”
La cuaresma es un llamamiento a celebrar nuestra redención en esa difícil y compleja realidad de cruz y de victoria. Nuestros pueblos que viven su cruz, tienen fe y esperanza cristiana, saben que detrás del calvario del Salvador está nuestra Pascua, nuestra resurrección, la esperanza del pueblo cristiano.

Bendiciones para tod@s.

P. Marco Bayas O. CM

No hay comentarios:

Publicar un comentario