se parece
a la semilla que crece por sí sola
y a un grano de mostaza”
DÍA DEL PADRE
En el mes del Sagrado Corazón de Jesús, el Señor,
comienza a desentrañarnos los Misterios del Reino, a la luz del Evangelio,
quiero proponer unos “destellos de luz”, para acoger, meditar y vivir la
Palabra.
- Todo se los decía por medio de Parábolas (4,34)
"Parábola" proviene del hebreo mashal, y puede
tener los siguientes significados: proverbio, enigma, símbolo, seudónimo,
motivo, ejemplo, refrán, comparación, adagio, dicho agudo, cuento corto,
fábula, figura, revelación, argumentación, disculpa, objeción y metáfora.
La parábola bíblica abarca las áreas de comparación,
ilustración y ejemplificación.
El Nuevo Testamento da el mensaje definitivo de Dios a
la humanidad en Jesús. Él mismo es la gran Parábola
de Dios en su obra, palabra y vida.
Jesús al enseñar por medio de las parábolas pretende:
- Actualizar las verdades eternas de Dios,
- Ofrecer pistas sencillas de reflexión,
- Ilustrar las realidades de Dios con un lenguaje sencillo,
- Dar enseñanzas comprensibles de moral,
- Asumir compromisos para la vida práctica diaria,
- Motivar para ser, pensar, vivir y obrar, según el corazón de Dios.
- enseñanza para crecer en sabiduría (pedagogía);
- consejo o advertencia qué no se debe olvidar (meditación);
- invitación y provocación a buscar las respuestas verdaderas (interpelación)
- símbolo por descubrir y con el cual sintonizar (enseñanza);
- verdad para aprender a calibrar y comprobar (aceptación).
Por
esta razón, las Parábolas de Jesús:
- Son un lenguaje en imágenes y un instrumento útil para expresarse, relacionarse e involucrarse en la vida de los demás, como Dios en la nuestra;
- Son una proyección del ser humano, dicen lo que es y quiere, sus metas y aspiraciones; logros y fracasos; riquezas y debilidades;
- Son recursos para recrear, trabajar y redimir al mundo en que hemos sido colocados;
- Son un vehículo para transmitir la verdad de Dios, no como regla, sino con la fluidez y belleza poética de la comparación y el proverbio, el encanto de la motivación, el tino de la sugerencia y el alcance de la provocación que lleva al compromiso.
- Las Parábolas del Texto.
En las parábolas, Jesús se
revela como "Sabio". Los Libros Sapienciales descubren el sentido
de la vida y explican muchos “porqués” de la existencia humana: nacimiento,
muerte, enfermedad, sufrimiento, crecimiento, matrimonio, familia, comunidad,
etc.
El tema central de las
parábolas de los Evangelios es el Reino de Dios. Jesús, como buen
sabio, nos descubre el misterio del Reino, plan o proyecto de Dios sobre la
humanidad.
a. El grano germina y crece sin que él sepa cómo (v.
27)
El Reino de Dios, sembrado en el campo de la
humanidad, en el corazón de la historia, tiene la fuerza y la vitalidad
suficientes para ir creciendo y creciendo.
Crece lentamente, sin que
nadie lo pueda detener ni impedir. Primero un tallo, luego la espiga, después
el trigo abundante ...
Los comienzos son sencillos
y ocultos. La fuerza interna de la semilla
impulsa el crecimiento en una planta con sus frutos.
Sin que él sepa cómo. Las
cosas del Reino y de Dios no se miden con nuestras medidas. En nuestra sociedad
rige este criterio: "tanto vales cuanto produces". Así quedamos
equiparados a las máquinas, ni más ni menos.
Se insiste
en el dinamismo del Reino de Dios: la semilla depositada en tierra tiene vigor
para crecer; a pesar de las dificultades del entorno, Dios mismo está actuando
y su acción es invencible: “La
semilla germina y va creciendo sin que el labrador sepa cómo”.
El Reino de
Dios no llega de repente, sino que va creciendo a partir de unos comienzos
ocultos. Y siempre por obra divina.
El principal Trabajador del
Reino es el mismo Dios. Jesús dijo: “Mi
Padre no cesa nunca de trabajar; por eso, yo trabajo también en todo tiempo”
(Jn. 5, 17). El hombre es colaborador en la siembra. Debemos comprender cómo
los valores del Evangelio crecen en la historia humana. La fuerza, oculta pero
efectiva, del Evangelio ha vencido injusticias, maldades y pecados.
Cada uno, repasando su
propia historia, percibirá que el Señor ha hecho maravillas a lo largo de su
vida, dando el crecimiento a la semilla de la fe, que el bautismo sembró en
nuestra conciencia.
b. El grano de mostaza (v.
31)
La simiente de mostaza es mínima, como un
punto de aguja. Sin embargo, está dotada de fuerza interior, que le hace
crecer, desarrollar y dar cobijo a los pájaros.
La pequeñez y la humildad son virtudes exaltadas en
los Evangelios. Hay que aprender a valorar tantas actividades, pequeñas y
silenciosas, frente a tantas noticias, grandiosas en apariencia.
Esta
parábola pone de relieve el resultado impresionante a que ha dado lugar una semilla
insignificante.
¿Qué pueden valer nuestros
pequeños servicios ante las grandes obras de la técnica moderna y de las
grandes empresas? ¿Qué valgo yo en esta sociedad, donde se privilegia lo
espectacular?
Esta parábola es una invitación
a sembrar pequeñas semillas de una humanidad nueva. Jesús no habla de grandes
proyectos. El Reino de Dios, su proyecto de salvación, es algo humilde y
modesto en sus orígenes.
En nuestra vida espiritual,
no soñemos con acciones elocuentes o grandiosas. En la sencillez de la vida,
pongamos mucho amor, para que el Reino vaya creciendo entre nosotros.
Hay que vivir con gozo el
momento presente. No soñar con un futuro prometedor. Sembrar y sembrar cada
día, sin cansancios. Tener en cuenta las ocasiones actuales para realizarlas
con la mayor entrega y generosidad. La siembra producirá sus frutos. Nos toca
sembrar.
- Para Meditar en la Palabra de Dios:
Enseñanzas y lecciones de
las dos Parábolas:
- No somos los protagonistas en el crecimiento del Reino de Dios. Sino que el mismo Dios es el autor y motor de todo. Los creyentes, somos sólo colaboradores (primera parábola). Lo mismo sucede en el crecimiento espiritual del cristiano.
- Dios actúa en la historia de la humanidad, a pesar de que las apariencias digan lo contrario. La salvación se va realizando día a día. No hay marcha atrás (segunda parábola).
- Padre, Tú eres el que hace crecer la semilla de nuestras buenas obras, haz que siempre creamos que Tú eres el protagonista de nuestro crecimiento y de nuestra felicidad.
- Jesús en las Parábolas.
Jesús es la gran semilla,
sembrada en la tierra de la humanidad que va produciendo abundantes frutos.
Todos nosotros pese a nuestra limitación humana, por haber recibido esa semilla,
estamos capacitados para realizar obras de amor, justicia, solidaridad y
servicio.
Por eso, llenos de júbilo
podemos repetir con el Salmista: “Cantaré eternamente las misericordias del
Señor” (Sal. 89, 2).
- El anuncio del Reino de Dios.
Jesús proclamaba la Buena Nueva de
Dios: “El tiempo se ha cumplido y el
Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc. 1, 15). Cristo, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos. Y lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo,
Jesucristo. Esta reunión es la
Iglesia, que es
sobre la tierra el germen y el comienzo de este Reino.
Todos estamos llamados
a entrar en el Reino. Para
entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús. El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue
enviado para “anunciar la Buena Nueva a los
pobres”. Los declara Bienaventurados porque
de “ellos es el Reino de los cielos”; a los “pequeños” es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que
ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz
comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación; se
identifica con ellos y hace del amor
activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino.
En el
Padrenuestro Jesús nos hace exclamar: “¡Venga a nosotros tú Reino!” Ese Reino está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo
encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la
Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la
Eucaristía está entre nosotros.
“El
Reino de Dios es
justicia y paz y gozo en
el Espíritu Santo” (Rm 14, 17).
Discerniendo según el Espíritu, los
cristianos debemos hoy más que nunca distinguir
entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la
promoción de la sociedad en las que
están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre
a la vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las
energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia, a la paz y a
todos los valores del Reino.
Cristianos, no hay lugar para el
desánimo. El árbol seco puede reverdecer. El camino se abre al caminar. La
semilla sembrada, en el corazón y en la sociedad, es el mismo Evangelio, que
dará fruto a su tiempo.
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿En qué medida? No
sabemos. ¿Por qué no fiarse de Dios Amor? La obra es suya y sólo quiere nuestra
colaboración humilde, confiada y generosa.
Cristo
es el Reino. A manera de una semilla de mostaza,
ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Creció y llegó a ser el
árbol de la cruz que cubre la tierra entera. Después de que hubiera sido
triturado por la Pasión, su fruto produjo bastante sabor para dar su buen gusto
y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de
mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan
toda su potencia cuando la semilla es molida. De igual modo, Cristo quiso que
su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quede escondida... Cristo es rey,
porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el Reino, porque en él
reside toda la gloria de su reino.
6.
Nuestros Compromisos:
a. Creer en el valor de lo pequeño: La imagen de la semilla de mostaza es útil para
mostrar algo que parece insignificante. La pregunta lógica es: ¿de esto tan
pequeño puede brotar algo de calculable importancia? La primera impresión
parece irse por lo negativo. Pero el Reino es precisamente así: siempre
comienza por acciones pequeñas, muchas veces casi invisibles y por lo tanto
sumamente frágiles. Una comunidad en estado de discernimiento debe saber
detectar la fuerza de lo pequeño que está brotando dentro de ella. Se trata de
acciones, de iniciativas, de personas concretas que hay que valorar.
b. Creer que se podrá transformar el mundo: Cuando se hacen análisis de la realidad en función de
la pastoral, con alguna frecuencia se escuchan suspiros desconsolados de este
tipo: ¿pero qué vamos a lograr nosotros frente a tan grandes desafíos? Y
entonces el escepticismo, uno de los pecados más graves en la pastoral, nos
invade y se paralizan muchas acciones, la capacidad de inventiva y de riesgo. El
Reino puede llegar con su capacidad penetrante a todas las realidades humanas,
aún las más escondidas y difíciles, para realizar su obra.
Terminemos orando
por los Padres que hacen de su vida una permanente construcción del Reino:
Señor, te agradezco por el padre y la madre que me diste y que tanto
admiro.
Haz que siempre los
ame más y que ellos se sientan amados.
Auméntales las alegrías
y no permitas que yo, para ellos, me convierta en un peso. Ayúdame a aliviar
sus horas de cansancio y preocupaciones,
para
que pueda servirles de "Cirineo".
No dejes que los desengaños les hagan decaer o que el desánimo les domine.
Ayúdales a enfrentar, con renovado coraje, sus responsabilidades
y a actuar
frente a ellas de la mejor manera posible.
Que ellos sean
firmes y severos cuando sea necesario, sin dejar de ser buenos.
Que no se
pierdan en la impaciencia, sino que sepan perdonar mis flaquezas.
Que yo no repare en sus
defectos, Señor, sino en sus cualidades
y que
sepa no sólo admirar sus buenos ejemplos, sino también imitarlos, especialmente
cuando a mi vez tenga mis propios hijos.
Consérvalos, Señor, en tu amor y que nuestra familia,
viviendo ahora
unida bajo tus cuidados y bendiciones,
pueda
también vivir unida en el cielo, para cantar tu nombre,
¡Oh Padre de los padres!.
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