lunes, 17 de septiembre de 2012

DOMINGO XXIV ORDINARIO Ciclo B Evangelio Marcos 8,27-35


“Tú eres el Mesías…
El Hijo del Hombre
tiene que padecer mucho…”
“¡Apártate de mi vista, Satanás!
Tú no piensas como Dios,
sino como los hombres.
Seguimos profundizando el Evangelio de Marcos. Algunos “destellos de luz”, para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.
En el evangelio de hoy aparece el primero de los tres anuncios de la pasión: Jesús sabe perfectamente a qué ha venido y no se resiste.

1. La pregunta de Jesús acerca de su propia identidad (8,27-30)
Marcos inicia su Evangelio presentando a Jesús como el Cristo e Hijo de Dios (1,1). En Cesarea de Filipo, por primera vez, Jesús pregunta expresamente, la gente, quién sostiene que “él es”, es decir, cuál es la comprensión de su persona. Los discípulos interrogados son sus compañeros de camino e interlocutores.
El diálogo tiene una estructura: dos preguntas de Jesús y dos respuestas de los discípulos. Al final de este intercambio, Jesús obliga a los discípulos al silencio riguroso sobre lo que se refiere a su persona.

2. El mensaje se da en un lugar concreto: Cesarea de Filipo
Jesús se encamina hacia las aldeas en torno a Cesarea de Filipo que condensan en sí: paganismo, culto del emperador y poder romano. En esta región, existía una serie de santuarios dedicados a divinidades helenísticas. Aquí Herodes el Grande había construido un Templo para el Emperador Augusto. Su hijo Filippo había continuado la construcción de la ciudad, que antes, en honor del dios Pan, se llamaba Paneas, y ahora la había llamado Cesarea, para demostrarle al emperador Augusto su devoción.
Fuera de Galilea éste no era un lugar neutral, sino una especie de señal pagana y romana. Aquí es donde Jesús interroga a sus discípulos.

3. El Diálogo: Las Preguntas de Jesús y las Respuestas de los Discípulos
Las preguntas son planteadas mientras van caminando, sin testigos. Se demuestra lo delicada, estrecha y confiada que es la relación entre Jesús y sus discípulos.
  1. Primera pregunta:
El tema de la identidad de Jesús ya apareció antes (1,1.11.24; 3,11; 4,41; 5,7), era un tema del que la gente hablaba (6,3.14-16).
La enseñanza y las obras del poder de Jesús produjeron una profunda impresión (1,22.27): la gente reflexionaba y se pregunta quién era Jesús. Él, por primera vez, se interesa expresamente en las opiniones de la gente. Los discípulos tenían las suyas. Son las mismas que ya llegaron a oídos de Herodes Antipas (6,14-16):
Ø  Unos creen que Jesús es Juan Bautista resucitado de entre los muertos; el pueblo cree que es un verdadero profeta (11,32).
Ø  Otros ven en él a Elías, el gran profeta que había sido arrebatado al cielo (2 Rey 2,11) y volverá para preparar el día del Señor (Mal 3,23; Mc 9,11-13).
Ø  Otros creen que simplemente es un profeta.
Para todos Jesús es verdadero profeta: uno mandado por Dios y difusor con autoridad de la palabra y la voluntad divina.
  1. Segunda pregunta (8,28)
Jesús pasa por alto estas opiniones e interpela con otra pregunta. Parece que la primera pregunta es preparación y provocación. Después de escuchar a la gente el Señor pasa al “vosotros”, los que están conmigo, llegó el momento de responder.

Simón, quien recibió de Jesús el nombre de Pedro (3,16), entra en escena solo y activamente, respondiendo en nombre de los otros: “Tú eres el Cristo” (8,29). Con el “Tú eres”, se responde sobre la identidad de Jesús. El título “Cristo” (o Mesías) significa “el Ungido”. La unción era un acto decisivo en la entronización del Rey (1 Sm 10,1; 16,13; 1 Re 1,39). El “Ungido” es el Rey (15,32).

Pedro expresa la importancia que Jesús tiene para el pueblo de Israel. Lo reconoce como el Rey de las promesas mesiánicas (11,1-10; Zc 9,9); el Rey Pastor de su pueblo (6,34; 14,27; Zc 13,7).

Con esto se aclara la diferencia entre las opiniones de la gente y la confesión de Pedro. La gente ve a Jesús como un profeta, uno entre muchos. Pedro reconoce a Jesús como el único, el último y el definitivo Rey; después de él no vendrán más (12,1-12; Heb 1,1-2).

4. Jesús impone guardar silencio sobre su identidad: 8,30

La orden es enérgica: “no le digan a nadie”. NO porque sea falso el reconocimiento de Pedro, sino porque aún es incompleto. Jesús es el Cristo; así fue afirmado en 1,1; y él mismo retoma este atributo: 9,41; 12,35. Lo que falta es que los discípulos deben aprender a aceptar que también Jesús es el Cristo Crucificado (1 Cor 1,23).

Así en el proceso judicial de Jesús ante Pilatos, se le llama el “Rey de los Judíos”, es lo que se escribe y se coloca sobre la Cruz (15,26) y motivo de burlas (15,21).

Jesús no rechaza el título de Mesías, el esperado de Israel, lo es; pero pide a los que ya lo reconocen que guarden silencio ya que el pueblo podía tomar a Jesús como Mesías político, o para evitar la animadversión de los jefes religiosos antes de tiempo.

5. Lo esencial en el Diálogo.

La pregunta de Jesús tiene dos características fundamentales: se encuentra en el centro del Evangelio y es única.

Las dos están orientadas a los discípulos. Con base en lo que Jesús ha realizado hasta ahora, ellos aprenden que él es el Cristo, y con esta certeza lo acompañan a Jerusalén. Si es el Cristo, Jesús viene por encargo de Dios y es el último y definitivo Rey y Pastor del pueblo, por medio del cual Dios da la plenitud de vida.

La pregunta es única en el ámbito bíblico, nadie antes o después de él ha hecho semejante pregunta. Como pregunta, exige respuesta, esto presupone inteligencia y comprensión. Jesús exige a sus discípulos que, sobre aquello que la gente dice de él, tomen posición frente a su obra y a su persona.

Para el discípulo es esencial saber a quién está siguiendo; de esto depende la naturaleza y el significado de su seguimiento. Cuanto más los discípulos toman conciencia de quién es su Maestro, y de su originalidad, tanto más fuerte se hace la exigencia de permanecer junto a él y de seguirlo. 

6. La revelación del Camino de Jesús y de los discípulos (8,31-35)
Luego de descubrir la identidad de Jesús, se pasa al tema del seguimiento. En las tres escenas de la transfiguración, del diálogo en el descenso del monte y la expulsión del demonio, encontramos las dificultades teóricas y prácticas de esta propuesta para los discípulos. 

a. Jesús anuncia su destino (8,31-33) 

Con la fórmula “y comenzó a enseñarles”, Jesús comunica a los discípulos cuál es el camino que les espera. Pedro se opone apasionadamente y con una intensidad similar es reprendido por Jesús. Con la pedagogía de la espiral resulta la siguiente estructura:

b. Las palabras “abiertas” de Jesús (8,31-32)
Ø  Introducción del discurso: Jesús comunica abiertamente a los discípulos una enseñanza con autoridad. La primera enseñanza de Jesús en la sinagoga había sido calificada así (1,21-22). 
Ø  La profecía de la pasión, muerte y resurrección: Jesús habla del Hijo del Hombre, refiriéndose a sí mismo, él debe sufrir, ser reprobado, morir y resucitar después de tres días. El título de “Hijo del Hombre” tiene la connotación del justo sufriente.
Quienes lo “reprueban” son los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas. Es una manera de referirse al Sanedrín: el organismo más alto del pueblo de Israel. Ellos juzgan a Jesús y lo rechazan, y su muerte proviene de su condena. Pero la muerte no es la última palabra en el camino de Jesús: después de tres días resucitará. Es decir que Dios ejercitará su poder para vencer la muerte y Jesús entrará en vida eterna e imperecedera de Dios.
Ø  La enseñanza de Jesús sobre el Proyecto del Padre: Jesús instruye a sus discípulos sobre su propio destino de forma clara y abierta. La posibilidad de cambiar las cosas como el Padre las ha establecido, está descartada, de ahí la fuerte reacción de Pedro.

c. Las Palabras y actitudes de Pedro (8,32)
Pedro toma aparte a Jesús y le regaña. En otras palabras, “Pedro se puso ante Jesús y comenzó a hacerlo retractarse de lo que había dicho”. 
Pedro está molesto y desilusionado; acaba de reconocer a Jesús como el Cristo, el Rey Pastor definitivo, y le escucha decir a este Cristo que Dios ha establecido para él mucho sufrimiento y una muerte violenta. Las palabras en torno a la resurrección parecen no escucharse, se apagan por el peso brutal de los acontecimientos que vienen. Surge el escándalo de la cruz: ¿Cómo puede dar plenitud de vida este hombre que ha sido destinado a una muerte violenta?
Marcos describe en el cara a cara de Jesús y Pedro la confrontación entre las planes humanos y el proyecto de Dios y como tratan de anularse el uno al otro y Jesús establece la primacía de los designios de Dios.

d. Jesús responde y reprende a Pedro (8,33)
Jesús no se confronta en privado con Pedro. Se vuelve hacia los discípulos, los involucra en el hecho y le grita fuertemente a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás!”. Jesús da una orden a Pedro y lo define como tentador.
Jesús no rechaza a Pedro, lo reenvía al lugar que le corresponde: “Venid detrás de mí” (1,17). Así comenzó la relación de Pedro con Jesús. La tarea del discípulo es seguir al Maestro, permitiéndole a él que indique el camino. Pedro hace lo contrario, se pone delante de Jesús para apartarlo de un camino que considera equivocado. Pedro quería hacerse maestro del Maestro. Jesús le recuerda que es discípulo. 
La orden es una segunda llamada, Jesús subraya el camino establecido por Dios. Quien quiera apartarlo de él, dejándose determinar por los impulsos y deseos humanos, se pone contra Dios y se pone del lado del tentador, pues su tarea es separar de la voluntad de Dios para seguir otros caminos. 

7. Condiciones y finalidad del seguimiento (8,34-35) 
Después de anunciar el camino que le toca recorrer, Jesús expone el camino que les espera a los discípulos. Después de haber mandado a Pedro a su lugar de discípulo muestra lo que el seguimiento presupone y las consecuencias que trae consigo. Entonces se afirma: 
1º Que el seguimiento no puede ser parcial, sino total (8,34).
2º Que éste es el único camino para alcanzar la plenitud de vida (8,35.38).
3º Qué éste es el fundamento de todo y se da una sola vez (8,36-37).
4º Jesús les predice a algunos que verán el Reino de Dios en su venida con poder. El auditorio tiene una novedad. Convocando no sólo a los discípulos sino también al pueblo, Jesús deja ver claramente que sus palabras no valen solamente para un grupo restringido sino para todos. 

a. El seguimiento debe ser total (8,34)
Quien quiere seguir a Jesús, no puede hacerlo sólo en tiempos y en ámbitos parciales, sino que debe orientarse hacia él de manera estable y total. El verdadero seguimiento se dará si la comunión con Jesús es total y esta sobre todo lo demás. El propio yo, deseos e impulsos deben frenarse ante la comunión con Jesús. Incluso la muerte violenta, la muerte de cruz, debe ser aceptada para seguir a Jesús. 
Las palabras de Jesús son toda una propuesta de vida:
Ø  Seguir, es una propuesta libre.
Ø  Negarse a sí mismo, como la primera cara de la moneda.
Ø  Tomar la propia cruz, la segunda cara de la moneda.
Ø  Seguir, se presenta ya como una obligación e imperativo.
El llamado al seguimiento es claro, es propuesta y es exigencia. Las dos exigencias planteadas tienen contenido profundo:
1º Negarse a sí mismo: Es decirse “no” a sí mismo e implica el rechazo, la ruptura consigo mismo, el abandono de todo aquello que fundamenta la propia existencia e identidad. La “anulación” de sí mismo, está íntimamente unida al hecho de cargar la cruz. Hay una invitación a la experiencia de la “ruptura interior” a fin de conseguir una verdadera fidelidad al Maestro.
2º Tomar la propia cruz: La negación de sí mismo y la ruptura interior no son un fin, su finalidad es asumir una nueva lógica: la lógica de la Cruz. Al respecto se han dado tres explicaciones:
  1. Es una anticipación profética de la muerte en cruz por parte del mismo Jesús. La crucifixión era la pena conocida en la época, como atestigua Flavio Josefo; la expresión sería entonces anterior a la muerte de Jesús.
  2. Es asumir los sufrimientos, los procesos, las humillaciones que la fe cristiana puede implicar en la vida del creyente. Esta expresión habría nacido al día siguiente de la muerte de Jesús, bajo la pluma del mismo Evangelista, San Marcos, para sostener que los fieles viven en una situación de tensión y de contraposición.
  3. Es una invitación a la radicalidad, implica la posibilidad de asumir radicalmente la lógica de la Cruz, vergonzosa y humillante asumida por el Maestro. La expresión sería fruto de la experiencia post-pascual.
Si todavía la cruz nos echa para atrás es porque no hemos descubierto en ella la sabiduría y el amor del Padre. Jesús veía en ella la mano del Padre y por eso puede exclamar: «Sé que no quedaré avergonzado». Y esta confianza le lleva a clamar y a invocar al Padre en su auxilio.

b. El seguimiento radical conduce a la plenitud de vida (8,35)
La expresión “perder la propia vida” puede tener dos matices: 
1º El de la muerte definitiva;
2º El de “sacrificar” progresivamente la vida. 
La comunión con Jesús es vida y lleva, a través de la muerte, a la plenitud de vida. Todo lo dicho hasta ahora clarifica tres conflictos suscitados: 
1º Lo que Dios quiere y lo que los hombres quieren (8,33);
2º Lo que el yo quiere y lo que exige el seguimiento de Jesús (8,34);
3º Lo que corresponde al uso desenfrenado de las potencialidades de la vida y lo que se requiere, ante la fe en Jesús y en su Evangelio (8,35).
En estos conflictos está por una parte Dios Padre, Jesús y su anuncio, y por el otro la gente, el propio yo y la vida terrena. Sólo quien tiene fe decidida en Dios, en Jesús y en su palabra, tiene vida.
  1. La Obediencia de la Fe.
En la revelación, Dios invisible habla a la humanidad, movido por su gran amor, la respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela.
La Sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que se revela.
Obedecer en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. Abraham es el modelo de fe que nos propone la Sagrada Escritura y la Santísima Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
  1. María: «Dichosa la que ha creído»
La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que nada es imposible para Dios y dando su “Fiat”: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Por su fe todas las generaciones la proclaman Bienaventurada (Lc 1,48). Durante toda su vida, y hasta su última prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el “cumplimiento” de la palabra de Dios. Por esto, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.

8. La opción fundamental en el camino de Jesús y en el discipulado.
La tarea principal de los discípulos era entender quién es Jesús. Lo que sucede ahora en Cesarea de Filipo trae aclaraciones esenciales y está caracterizado por su claridad:
Ø  Jesús plantea a sus discípulos la espinosa pregunta acerca del conocimiento de su identidad, y recibe de Pedro una clara respuesta.
Ø  Les hace saber cómo seguirá su camino, según la voluntad de Dios: sus enemigos prevalecerán, lo condenarán y lo matarán, pero después de tres días resucitará. Estas noticias hacen que los discípulos se precipiten en una profunda y larga crisis.
Ø  Pedro manifiesta su radical rechazo, y con claridad y decisión Jesús lo remite a su puesto.
Ø  Jesús expone lo que el seguimiento requiere y ofrece: encuentra su cumplimiento como comunión con Jesús en la Gloria del Padre suyo.
Así Jesús aclara que él es realmente el Cristo, el rey y pastor por medio del cual Dios da la plenitud de vida, y muestra de qué manera sucederá.
El discípulo no sólo debe confesar rectamente su fe en un Mesías crucificado y humillado, sino que debe seguirle fielmente por su mismo camino de donación, de entrega y de renuncia. Todo lo que sea salirse de la lógica de la cruz es deslizarse por los senderos de la lógica satánica. 
¿Acepto la cruz que aparece en mi vida? ¿O me rebelo frente a ella? Al fin y al cabo, nuestra cruz es más fácil: se trata de seguir la senda de Jesús, el camino que Él ya ha recorrido antes que nosotros y que ahora recorre con nosotros. Pero es necesario cargarla con firmeza.
La cruz de Jesús supuso humillación y desprestigio público, y es imposible ser cristiano sin estar dispuesto a aceptar el desprecio de los hombres por causa de Cristo, por el hecho de ser cristiano.
«El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y por el evangelio, la salvará». El valor supremo de la vida física está en sacrificarla para adquirir la Vida; en la jerarquía cristiana de valores, la vida del alma vale el sacrificio de todos los demás bienes.

9. Las Características de la Fe.

La fe es necesaria para la salvación, lo afirmó el Señor, «el que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer se condenará» (Mc 16,16).
La fe es una virtud sobrenatural infusa por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha revelado, no por la evidencia de esas verdades, sino por la autoridad de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Consiste en la respuesta afirmativa, consciente y libre, del hombre a Dios.

Los cristianos creemos aquellas verdades reveladas por Dios, contenidas en la Palabra de Dios –la escrita en la Biblia y la transmitida en la Tradición– y que son propuestas por el Magisterio de la Iglesia como divinamente reveladas. Las principales verdades de nuestra fe se encuentran resumidas en el Credo.

A Jesús le interesa nuestra “opinión”, es decir, nuestra fe. Las modas no tienen ningún valor. Pedro reconoce a Jesús como Mesías, pero no capta el misterio de su Cruz. Si no se mira hacia la Resurrección, la Cruz es un absurdo. La fuerza de la resurrección de Jesús transforma todas nuestras cruces en la suya.

10. “Si alguien quiere venirse conmigo..., que tome su cruz y me siga”

El amor a la Cruz, ¡La Cruz de Cristo! ¿Qué más se puede pedir y decir? Sólo sé que tengo un tesoro que por nada ni por nadie cambiaría..., mí cruz..., la Cruz de Jesús.
Esa Cruz que es mi único descanso... Ojalá todos amaran la Cruz de Cristo...

Hermano, ama con locura lo que el mundo desprecia porque no conoce; adora en silencio esa Cruz que es tu tesoro sin que nadie se entere. Medita en silencio a sus pies, las grandezas de Dios, las maravillas de María, las miserias de la humanidad... Sigue tu vida siempre en silencio, amando, adorando y uniéndote a la Cruz...

Termino estas reflexiones, recordando la Palabra:
Porque el lenguaje de la Cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es poder de Dios. Ya lo dijo la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios y haré fracasar la pericia de los instruidos. Sabios, entendidos, teóricos de este mundo: ¡cómo quedan puestos! ¿Y la sabiduría de este mundo? Dios la dejó como loca. Pues el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios cuando ponía por obra su sabiduría; entonces a Dios le pareció bien salvar a los creyentes con esta locura que predicamos. Mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan el saber, nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura! Pero para los que Dios ha llamado, judíos o griegos, este Mesías es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,18-24)

En cuanto a mí, no quiero sentirme orgulloso más que de la Cruz de Cristo Jesús, nuestro Señor. Por él el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gál 6,14)

"Destruyó el odio en la cruz, y habiendo reunido a los dos pueblos, los reconcilió con Dios por medio de la misma cruz" (Ef 2,16)

Que el Señor siga bendiciéndonos. 

¡Casi todos vienen a mí para que les alivie la Cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla!
P. Marco Bayas O. CM

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