viernes, 2 de noviembre de 2012

DOMINGO XXXI ORDINARIO (Ciclo B) Evangelio Marcos 12,28-34




Jesús le contestó: 
“El 1º Mandamiento es,
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu inteligencia
y con todas tus fuerzas”…
y a tu prójimo como a ti mismo”.
 




En los domingos anteriores, en la respuesta de Jesús a los Saduceos, Fariseos y Maestros de la Ley, Jesús dejó en claro lo fundamental: ¿Quién es Dios? y ¿Cuál es su relación con nosotros?  El énfasis lo ponía en la obra de Dios al servicio de la vida.

Profundicemos ahora, en el Evangelio de Marcos con algunos “destellos de luz” y la pedagogía de la espiral, para reflexionar y aplicar la Palabra de Dios en el día a día de nuestra vida.

1.        La pregunta del Maestro de la Ley (12,28)

Este domingo la situación se invierte: ¿Qué es lo que Dios quiere que hagamos para entrar en una justa relación con Él?  La respuesta es clara y tajante, la prioridad evangélica es ¡amar! 

La pregunta en cuestión es: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Es decir: ¿Qué es en última instancia lo más importante para Dios? ¿En qué debemos concentrar todas nuestras fuerzas?

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la Ley judía incluía 613 mandamientos: 365 prohibiciones y 248 mandamientos positivos. 

Los Escribas los clasificaban entre mandamientos “ligeros” y “pesados,” los primeros menos importantes que los segundos.  Examinaban cada ley en minucioso detalle, y diseñaban reglas complejas para ayudar a la gente a comprender como se debe obedecer cada ley en toda situación posible.

2.        La profunda respuesta de Jesús (12,29-31)

Jesús recurre a la cita de Deuteronomio 6,4-5, en la cual está consignada que la primera y más importante tarea de un israelita es la de amar a Dios sin división –porque es el Dios único- y con todas las fuerzas que disponga.
Los judíos llaman a estas palabras el “Shema” que significa, “oír”.  Se recitaba en la sinagoga y en las oraciones diarias, los judíos piadosos hicieron de este texto una oración y la recitaban tres veces al día: de mañana, a medio día y por la noche. Es una de las Escrituras guardadas en filacterias, un pequeño contenedor llevado por la persona, conteniendo dicha Escritura, y que sirven de continuo recordatorio.

Era tan conocida entre ellos como hoy entre nosotros lo es el Padre Nuestro. Al recitar el Shema, Jesús remite a La Thora, al centro de la fe y la práctica judía y lo utiliza para presentar el mandamiento de amar a Dios: “Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los sacrificios y víctimas”.

¿Cómo hacer posible esta tarea? ¿Qué entienden las Escrituras por corazón, por alma, inteligencia y por fuerzas? ¿Cómo vamos a amar a Dios con el corazón sino sabemos cómo amar con el corazón?

Comenta un Santo Padre: «Observemos cómo enumera todas las fuerzas del alma: pone en primer lugar la del alma animal diciendo: "Con toda tu alma". A ella pertenece la ira y el deseo, los que quiere que sacrifiquemos al divino amor. Hay otra fuerza que se llama natural, a la que corresponde la nutrición y el desarrollo, y que toda entera debemos dar también al Señor. Por esto dice: "Con todo tu corazón". Hay una fuerza racional, que se llama mente, y que debemos dar también toda entera a Dios».

En el corazón, el alma, la inteligencia y las fuerzas se resumen todo nuestro ser. El alma representa la parte espiritual, el corazón la parte natural, la inteligencia la parte racional y espiritual, y las fuerzas toda nuestra voluntad.

3.        El Supremo Testimonio del Amor de María.

La Virgen María se convierte en un icono, amó al Señor con todo su ser:
Con todo su corazón: toda su naturaleza alabó a Dios en todo momento y con su cuerpo lo glorificó como ninguna criatura lo ha hecho desde entonces.
Con toda su alma: con ella proclamó las grandezas del Señor y su espíritu se alegró en Dios su Salvador.

Con toda su inteligencia: «hágase en mí según tu palabra», dijo María al recibir el anuncio del ángel.

Con todas sus fuerzas: porque María dio gloria a Dios como pudo darle.
María es el límite humano del amor a Dios, ninguna criatura podrá amar más que María, ninguna criatura podrá dar más gloria a Dios que su Madre. María es la perfección del amor humano hacia Dios porque verdaderamente lo amó con todas sus fuerzas.

Esta pedagogía vivida por María, debemos asumirla todos. Así, se habla de “la fuerza” en general: “Con todas tus fuerzas”; pero antes se especifica, el amor se ejerce con todas las facultades humanas:

1º  Con todo tu corazón”: con todo tu querer, con tu voluntad. El amor es decisión. Jesús dice que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón. Todos tenemos un corazón que palpita y bombea la sangre en nuestros cuerpos. Pero el corazón del que habla Jesús no es sólo el músculo orgánico; sino la voluntad propia – la parte de su mente que toma decisiones. Si amamos a Dios con nuestra voluntad, vamos a pedirle a Dios que nos muestre su voluntad y le vamos a obedecer.

2º  Con toda tu alma”: con todas tus fuerzas vitales. El amor es impulso vital. El alma de la persona se refiere a quién es, sus sentimientos y emociones, sus gustos y sus disgustos. Así que si amamos a Dios con toda nuestra alma, nos van a gustar las cosas que le agradan a Dios y no nos van a gustar las cosas que desagradan a Dios.

3º  Con toda tu mente”: con toda tu inteligencia. El amor es inteligente. La mente de una persona es su vida de pensamiento, lo que piensa, cómo entiende las cosas. Quien ama a Dios va a pensar cosas que agradan a Dios. Ellos van a buscar la sabiduría y el entendimiento que Dios da.

El segundo mandamiento es de amar a nuestro prójimo como así mismo, ¡eso puede ser difícil! Esos dos mandamientos son fundamentales. Entre más amamos a Dios, más vamos a amar a la gente a quienes Dios creó. Jesús fue hasta la Cruz para mostrarnos cuanto nos ama. Necesitamos aceptar su amor. Cuando lo hacemos, ¡podemos experimentar el amor maravilloso de Dios y compartirlo!

A Jesús sólo le preguntaron por el primer Mandamiento, pero Él menciona Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, colocando el segundo en equivalencia con el primero: No existe otro mandamiento mayor”, dice en singular.

4.        La respuesta fervorosa del Doctor de la Ley.

El Doctor concuerda con Jesús y saca las conclusiones: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que amar a Dios y amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». O sea, el Mandamiento del Amor es más importante que los mandamientos relacionados con el culto y los sacrificios en el Templo. Esta afirmación venía ya de los profetas del Antiguo Testamento (Os 6,6; Sal 40,6-8; Sal 51,16-17).

5.        El Reino como recompensa del Amor.

Jesús confirma la conclusión del Doctor y dice: “No estás lejos del Reino de Dios!” Éste consiste en reconocer que el amor hacia Dios es igual que el amor al prójimo. Si Dios es Padre, todos somos hermanos y hermanas y tenemos que demostrarlo en la práctica, viviendo en comunidad. "¡De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas!" (Mt 22,4) Los discípulos y las discípulas deben fijar en la memoria, en la inteligencia, en el corazón, en las manos y en los pies esta primera ley del amor: ¡sólo se llega a Dios a través del don total al prójimo!

6.        La conclusión (12,32-34)

Es tan importante lo que Jesús dice que el Escriba lo repite casi en los mismos términos (12,32-33). El hecho que le agregue que este amor “vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (12,33), indica que:

1º Este es el valor número uno sobre el cual se deben ordenar jerárquicamente todos los demás;

2º Por ser oblativo, de ofrenda del propio ser, supera toda la espiritualidad sacrificial del Antiguo Testamento.

Las palabras finales del Escriba hacen suponer que está asumiendo un compromiso con lo que está diciendo y que está en plena sintonía con Jesús. Por eso su declaración final lo coloca en la categoría de los discípulos: No estás lejos del Reino de Dios (12,34).

Amar significa salir de la pasividad, de la indiferencia, de la comodidad, de la superficialidad, de la desconfianza, de manera que todo nuestro ser tienda activa, fuerte y decididamente a Dios, con una motivación despojada de cualquier mezquindad, con interés profundo, pronto y vivo. Cuando esto vivimos, “El Reino de Dios está cerca” (Marcos 1,15)

7.        Reflexión Para Vivir.

Al igual que el Doctor de la ley, mucha gente quiere saber hoy lo que es más importante en la vida de fe. Algunos dicen que es ser bautizado; otros que  rezar; otros que ir a Misa o participar del culto dominical; otros amar al prójimo; otros se preocupan con las apariencias o con los cargos eclesiales.
Para ti, ¿qué es lo más importante en la religión y en la vida? ¿Cuáles son las dificultades para poder vivir aquello que consideras lo más importante?
Jesús dijo al doctor: “No estás lejos del Reino de Dios”. Hoy, ¿estoy más cerca o más lejos del Reino de Dios que el doctor elogiado por Jesús?

El amor no es un mandamiento, es una necesidad. La Historia de la Salvación es la Historia del Amor de Dios y cada uno de nosotros somos un milagro, el milagro del amor.

Nuestro Dios no es un tirano ni un legislador de minucias, no es amante de la obediencia ciega. El amor hace sus elecciones y el creyente elige amar a Dios, amor que no es tan espontáneo y tan sensible como amar a las criaturas, pero que también tiene sus expresiones y manifestaciones sensibles, cultuales, y hasta sus éxtasis.

Cuando el amor y la ley entran en conflicto, el amor tiene que tener la última palabra. 

Cuando el amor a Dios y el amor al prójimo entran en aparente conflicto, elige al prójimo y acertarás.

Para el que ama no hay mandamientos, hay entrega y dedicación.

Dios y el hombre, dos amores muy distintos pero complementarios, dos caras de la misma moneda, la del amor. Con esta moneda se compra todo, el cielo aquí y el cielo allá, se agrada a Dios y se construye la paz del mundo y se establecen unas relaciones justas entre los seres humanos. Separar lo que Dios ha unido es muy peligroso.

Terminamos orando el Salmo 18

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.

Aunque tu siervo vigila
para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón.
Señor, roca mía, redentor mío.

“¡El amor es una fuente inagotable de reflexiones: profundas como la eternidad, altas como el cielo y grandiosas como el universo!”

P. Marco Bayas O. CM

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