viernes, 16 de noviembre de 2012

DOMINGO XXXIII ORDINARIO (Ciclo B) Evangelio Marcos 13,24-32



«Él está cerca, a las puertas…
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos »
La última palabra en la historia la tiene Dios

Introducción

Con el año litúrgico que termina, la Iglesia nos propone textos que hablan del fin del mundo. En un discurso de tipo apocalíptico, Jesús anuncia la venida del Hijo del Hombre al final de la historia.

Para que demos un nuevo impulso a nuestro seguimiento de Jesús, el evangelista que nos ha insistido en el “estar” con el Señor, nos coloca ahora frente al futuro de nuestra comunión plena con el Maestro.

Uno de los temas que llama la atención, cautiva y desconcierta, es la segunda venida del Señor, que ya no será en la humildad y el anonimato como la primera vez, sino con poder y con gloria, Él vendrá como Juez para llevar a su plenitud toda la creación, premiando a unos y castigando a otros, de acuerdo a la opción de vida asumida.

Ante la incertidumbre del tema y su utilización de manera fraudulenta y capciosa por muchas sectas, creando miedo y confusión, especulando sobre el cuándo será esa venida, aprisionando con el temor y el miedo, para captar adeptos… se hacen especulaciones basadas en la imaginación, en teorías o pseudo-revelaciones, el Señor cortó de raíz cualquier teoría o hipótesis sobre el cuándo sucederá el fin diciéndonos: “…pero de aquel día y de aquella hora, NADIE SABE NADA, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre…” (Mc 13,32). 

Destaco este aspecto, porque el interés no es saber cuándo llegará, sino la actitud y la disposición que cada uno de nosotros debemos tener en este tiempo de preparación y espera.

Por eso, la importancia de estar preparados, viviendo nuestra fe, haciendo vida las enseñanzas que el Señor nos dejó hasta cuando Él nos llame o venga. Siendo así, es indiferente que llegue hoy o mañana o cuando quiera, porque uno estará dispuesto y preparado. Esta es la actitud de todos los creyentes, vivir nuestra fe y esperar la venida del Señor…, estar preparados, vivir nuestra fe y buscar cada día obedecer al Señor Jesús.

En este año 2012, vuelve a resurgir la inquietud, se evoca un calendario Maya que afirma el final de los tiempos para el 21 de Diciembre. 

Esto plantea un tema de fondo: los cristianos, le damos más crédito a lo que dijeron los sabios Mayas o le creemos a Aquel que dio su vida en la Cruz, Resucitó y está vivo y nos dejó de manera clara y explícita, que esa fecha no la sabe nadie…
El tema de fondo es ¿a quién creemos?, ¿qué aspectos tenemos en cuenta para seguir a uno u otro? Para nosotros, el tema está resuelto desde el inicio: ¡NADIE LO SABE, SÓLO EL PADRE!
  1. Una primera aproximación al texto.
El capítulo 13 de Marcos es conocido como el “discurso escatológico” (del “fin”). Inicia con el anuncio que Jesús hace de la destrucción del majestuoso templo de Jerusalén (13,1-2). Los discípulos le preguntan cuándo sucederá esto (13,3-4). Y Jesús comienza la enseñanza a los cuatro discípulos que llamó el primer día, aunque la enseñanza se dirige a todos.

Jesús, al enseñar, va más allá del hecho de la destrucción del templo. Su mensaje se extiende hasta contemplar globalmente el futuro del mundo y de la historia. Didácticamente, su exposición alterna las referencias de lo que el futuro prevé a los discípulos y la actitud que ellos deben adoptar. 

Jesús va exponiendo gradualmente lo que sucederá: 

Ø    de manera general al mundo (13,1-8),
Ø    luego, de manera particular, a sus discípulos (13,9-13),
Ø    enseguida a Jerusalén (13,14-20) y,
Ø    luego, cómo concluirá la historia del mundo (13,24-27).
Ø    finalmente, el comportamiento que los discípulos deben tener frente a los hechos señalados (13,28-32).
Estas dos últimas partes las profundizamos e interiorizamos, este domingo.
  1. La pedagogía de la espiral aplicada al texto.
  1. Jesús y el fin de la historia (13,24-27)
En torno al tema, Jesús plantea:
Ø    qué es lo relativo e inconsistente en la historia (13,24-25) y
Ø    qué es lo verdadero, permanente, sólido e incontestable (13,26-27).
El fin de la historia del mundo está relacionada con la remoción de todo lo que hasta el momento ha estado fijo y con la venida del Hijo del hombre.
  1. La remoción de lo que parece sólido e incontestable (13,24-25)
Jesús dice: “las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas”. Lo que la cosmología hebrea llama “firmamento”, la cúpula celestial sobre la cual el Creador estableció un orden incontestable que ha regido la historia de la humanidad, sufre un cambio radical.

Todo lo que parecía fijo, llega a su fin: el sol y la luna, además de dar luz  y establecer el día y la noche, hacen posible la medida del tiempo gracias a su curso regular; las estrellas, símbolo de orden y de estabilidad en el universo.

Cuando estos elementos del cosmos son removidos del escenario, el hombre se siente perdido (¿Qué hora y qué día es? ¿Cómo andar en el desierto o navegar en el mar, sin estos puntos de referencia?

La remoción de estos símbolos de la estabilidad y del orden humano significa la inconsistencia de las realidades que caracterizan la historia.
  1. La última palabra sobre la historia humana y el cosmos la tiene Dios (13,26-27)
Entonces verán al Hijo del hombre...” (13,26). Aquél que asumió en su propio cuerpo los sufrimientos y las adversidades de la historia humana, el mismo que después de su resurrección se apareció a los discípulos, se manifestará al mundo entero en su verdadera dignidad.

El fin de la historia humana: la manifestación del Señorío de Jesús, el que venció el mal y lleva su victoria venciendo a todo lo que se opone a vida. En esta historia con tanto dolor y muerte, con los absurdos provocados por el mismo hombre, el final no será una catástrofe sino el triunfo de la vida.

Entonces... reunirá a sus elegidos” (13,27). Los discípulos que sufren por ser profetas ante las estructuras injustas, son perseguidos y maltratados; Jesús permanece fiel. Por eso la vida terrena de los discípulos no puede terminar de cualquier manera: su Señor los busca en todo lugar y los reúne. La comunión de vida con Jesús puede costar a los discípulos una muerte a veces cruenta, pero esta muerte los lleva la vida eterna con Jesús.
  1. La actitud de los discípulos, su fuerza de esperanza (13,28-32)
El mundo no siempre es lo que quisiéramos: hay guerras, hambre, desempleo, discriminación social, racial y sexual, marginación, abusos de poder, etc. Por eso ante la realidad presente los discípulos pueden caer en dos tentaciones: el aislamiento del mundo o la de la desesperación. Por eso Jesús propone:

Aprender la lección de la higuera (13,28-29). La imagen de la higuera, que con sus tiernas hojas que renacen después del crudo invierno, anuncia la llegada del verano, así el discípulo debe estar seguro de la pronta intervención de Dios y alimentar su esperanza a partir de los pequeños signos de bondad y de trabajo sincero por la vida que pululan escondidos por todo el mundo. ¡El mundo nuevo ha comenzado!

Confiar firmemente en su Palabra (13,30-31). Los que tienen las riendas del mundo pronuncian sus palabras y éstas determinan el curso de la historia, pero estas palabras son relativas, no tienen consistencia final ante la Palabra de Dios “que no pasará” ni sobre el mundo “que pasará”. La última palabra la tiene Dios en la venida del Hijo del hombre y esa palabra es la que determina en última instancia la vida del discípulo.

No hacer cábalas sobre el fin del mundo (13,32). Los cálculos sobre el día en que se va a acabar el mundo son pura fantasía humana. Sólo Dios Padre lo sabe. No hay que perder tiempo en lo que no podemos saber, sino invertir todas las energías en lo que sí sabemos: orientar la historia hacia la finalidad para la cual fue creada.

Lo que Jesús ha enseñado a sus discípulos debe ser puesto en práctica en el presente histórico. Pero una cosa es cierta: ¡el final, o mejor, la “finalidad” del discipulado es la plena comunión con el Señor glorioso!
  1. El fin leído desde la Tradición de la Iglesia.
Nadie conoce esa hora: ni los ángeles, ni siquiera el Hijo”. Jesús dijo esto para impedir que los discípulos siguieran preguntándole acerca del tiempo de su venida. “No os compete a vosotros conocer los tiempos y los momentos” (Hech 1,7). Él escondió esto para que fuéramos vigilantes y cada cual considerara que el hecho puede ocurrir en propios días.

En efecto, si hubiera sido revelado el tiempo de su venida, su adviento perdería interés y no motivaría la expectativa de las naciones y de los siglos. Por eso, se limitó a decir que vendría, pero no determinó el tiempo, y así, he aquí que en todas las generaciones y siglos se mantiene viva la esperanza de su llegada. De hecho, a pesar de que el Señor indicó los signos de su venida, todavía no se prevé su último plazo, porque a través de sus múltiples mutaciones, ellas ya se verificaron, pasaron y continúan verificándose.

En verdad, su última venida es semejante a la primera. Tal como lo esperaban los justos y profetas, porque pensaban que él se revelaría en sus días, así también los fieles desean acogerlo, cada cual en su tiempo, precisamente porque Él no indicó con claridad el día de su visita. Y esto es sobre todo para que nadie piense que ha sometido a plazos de tiempo a Aquél que tiene el libre dominio de los ritmos y de los tiempos”.
(San Efrén, el Sirio)
  1. Una reflexión pastoral.
En la red encontré la siguiente reflexión que la comparto:

Si hoy fuera el último día de mi vida:

Ø    Quisiera decirle a mi madre que no me alcanzó el tiempo para pagarle todo lo que me ha dado.
Ø    Le diría a mi padre que fue mi héroe desde niño y ahora en grande sé lo que se siente mantener una familia.
Ø    Quisiera ver como cae el amanecer sobre mi piel.
Ø    Quisiera abrazar a mis hijos y decirle que desde el cielo desde alguna estrella velaré por ellos.
Ø    Escucharía mi música favorita hora tras hora sin que nada me inquiete.
Ø    Diría cuánto te amo y que formamos una linda y gran familia.
Ø    Abrazaría a mi perro porque se de su lealtad, pero me alegraría de encontrar mis mascotas de la infancia.
Ø    Lucharía no con la muerte sino por la vida.
Ø    Pediría perdón a todos los que me aconsejaron con el corazón y no presté atención.
Ø    Daría las gracias a los que estuvieron a mi lado en días de dicha y de congoja.
Ø    Pediría perdón a todos los que lastimé con mis actitudes si darme cuenta. 

Pues, “perdonar, es poner a un prisionero en libertad, y descubrir que el prisionero… eres TÚ”.
Ø    Recordaría con lágrimas aquel cumpleaños de mi niñez, cuando mi abuelo me abrazó y me dijo cuánto me amaba y extrañaría.
Ø    Soñaría en el reencuentro con mis seres queridos.
Ø    Jugaría como lo hacía hace años.
Ø    Sería difícil decir cuánto extrañaré a mis amigos.
Ø    Viviré hoy, como si fuera el último día de mi vida, gozaré el tiempo a cada instante, a cada hora, completaré tareas, amaré a mi prójimo, sonreiré, complaceré mis ansias de vivir en plenitud.

Después de meditar en esos anhelos, pregunto, ¿por qué hacer eso sólo en el último día de tu vida, si se puede aprovechar y empezar ahora y prolongarlo cada día de nuestra vida?

"Vive cada día como si fuera el primero, el único y el último, porque quizá lo sea" se dice como algo positivo, como frase motivacional. Es común ver en algunas películas que cuando un grupo de personas saben que van a morir en unos pocos minutos, por una bomba o algo así, uno de ellos agarra a una mujer y la besa…

En una serie se vio lo siguiente: cuando los miembros del pueblo supieron que iban a morir por un meteorito que caería y que no tenían escapatoria porque el puente de salida se había derrumbado, se muestra una escena donde está la iglesia y la cantina una junto a la otra, y los fieles salen de la iglesia y se meten a la cantina y los borrachos de la cantina salen y se meten a la iglesia. ¿Así pasa en la vida real? se actuaría de manera no adecuada.

"Vive como si fueras a vivir mil años pero sé consciente de que eres mortal", los te quiero  no se guardan, no se piensan, ni se postergan, hay que erradicar  "el si hubiera…"; las personas amadas mueren cuando dejamos de recordarlas,  tenemos un mundo de recuerdos únicos, incomparables e inolvidables  del tiempo compartido: en vida,  todo en vida, siempre en vida.

Recordar que vamos a morir es una herramienta importante que ayuda a tomar las grandes decisiones de la vida. Recordar que vamos a morir es la mejor forma de evitar la trampa de pensar que tenemos algo que perder.

La Muerte es el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio, retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Vive, y hazlo hoy, porque el mañana no está garantizado.

Tu tiempo es limitado, no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto. No dejes que los ruidos de las opiniones de los demás acallen tu propia voz interior. Ten el coraje para hacer lo que te dicen Dios y tu corazón… No hay razón para no seguir al corazón.
La única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.

¿Cómo quieres vivir los próximos años?, ¿qué tienes que hacer hoy para vivir como quieres vivir en los próximos años?... ¿lo harás? Tu vida siempre comienza HOY.
“El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”

P. Marco Bayas O. CM

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