viernes, 16 de agosto de 2013

XIX DOMINGO ORDINARIO Evangelio: Lc. 12,35-40

XIX DOMINGO ORDINARIO
Lecturas CICLO C
Evangelio: Lc 12,35-40

“¡Estén preparados y con las lámparas encendidas”
“Dichosos los servidores que el Señor al venir encuentre despiertos”.

Lucas 12,35-40: En aquel tiempo dijo Jesús: “Tengan puesta la ropa de trabajo y sus lámparas encendidas. Sean como personas que esperan que su patrón regrese de la boda para abrirle apenas llegue y golpee a la puerta. Felices los sirvientes a los que el patrón encuentre velando a su llegada. Yo les aseguro que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentar a la mesa y los servirá uno por uno. Y si es la medianoche, o la madrugada cuando llega y los encuentra así, ¡felices esos sirvientes! Si el dueño de casa supiera a qué hora vendrá el ladrón, ustedes entienden que se mantendría despierto y no le dejaría romper el muro. Estén también ustedes preparados, porque el Hijo del Hombre llegará a la hora que menos esperan”.
Introducción
“Estad preparados, porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre” (Lucas 12,40).
El discípulo de Jesús, educado en la libertad de corazón frente a los bienes materiales, tiene que ser educado también en la espera del último día.
El texto de hoy, se refiere a un patrón ausente, es la sensación de la aparente ausencia del Señor. Esto supone una prueba muy grande para el discípulo. Es como si se reviviera el dolor interno que suscita la pregunta que viene fuera: “¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42,4).
“¿Dónde está Dios?”:
Ø  Cuando miramos alrededor percibimos muchos valores en nuestra sociedad, pero también vemos como suceden tantas cosas negativas que suscitan preguntas sobre el sentido de la vida… entonces…
Ø  Ante las guerras e injusticias, ante las enfermedades incurables, ante las crisis de los valores familiares, si falta el empleo y lo esencial para una vida digna… entonces…
Ø  Cuando “los señores del mundo” intervienen de manera decisiva en nuestras vidas y orientan los destinos. Frente a todas estas fuerzas evidentes para nuestra experiencia, corremos el riesgo de pensar que Dios está lejano y que es débil… entonces…
El camino es largo. Es posible que no lleguemos a encontrar los alicientes que deseamos y corramos el riesgo de cansarnos y de caer en tibieza espiritual. El paso siguiente es el progresivo olvido de nuestras responsabilidades con Dios y que hagamos del capricho el principio inspirador de nuestra vida.
Este peligro es grande, en la primitiva Iglesia se advertía: “No os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia”, sino más bien “poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la revelación de Jesucristo” (1 Pedro 1,15).
Jesús responde a una pregunta implícita: ¿Cómo vivir durante el tiempo de la espera del día final?, o, ¿Qué deben hacer los servidores del Señor durante esta ausencia?
La respuesta no se hace esperar; liberados de la excesiva preocupación por lo inmediato, los discípulos no pierden tiempo dejándose llevar por el relajamiento y el acomodo, sino que invierten su tiempo trabajando en los asuntos de su Señor y siempre preparados para servirlo cuando aparezca.
La lección se da a través de una nueva enseñanza por parábolas. Para ello:
1º Enuncia lo fundamental de la enseñanza con un doble mandato (12,35).
2º Profundiza en la enseñanza con dos parábolas:
Ø  La parábola del “patrón que está para volver de una fiesta de bodas” (12,36-38). Describe a los discípulos como sirvientes esperando el regreso de su señor por la noche y les promete una recompensa inimaginable: el patrón al servicio de sus sirvientes.
Ø  La parábola del “ladrón” o del “responsable de una casa pronto para atrapar a un ladrón” (12,39-40).
Las dos parábolas son complementarias: la primera acentúa lo positivo y la segunda lo negativo. Con la pedagogía de la espiral, analicemos.
1.  Introducción a las parábolas: el discípulo siempre debe estar dispuesto a servir.
El pasaje inicia con un mandato a los discípulos para estén prontos para el servicio: “Estén ceñidos vuestras cinturas y las lámparas encendidas” .
Jesús no requiere sólo comportamientos individuales, en sus palabras se acentúa el plural comunitario.
a.  Primera imagen de servicio: “Estén ceñidos vuestras cinturas”.
Es una manera de decir, “anden en ropa de trabajo”. Cuando la gente estaba en su casa habitualmente usaba la ropa de manera más holgada, por el calor o para sentirse más cómoda, por eso no llevaban el cinturón; esto se hacía, con mayor razón, para dormir.
El cinturón era un aderezo que, al ceñir y recoger la larga túnica contra el cuerpo en la cintura, facilitaba los desplazamientos: correr o caminar con mayor destreza en un viaje; recordemos la instrucción para la pascua: “ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies y el bastón en vuestra mano” (Éxodo 12,11).
También para cierto tipo de trabajos, como el de un pastor, que necesita moverse mucho e inclinarse, tienen túnica corta recogida con un cinturón. Los esclavos, para realizar sus oficios, acostumbraban levantar el pliegue de sus túnicas hasta la cintura y sostenerlas allí con la ayuda de un cinturón. El servicio de la mesa requería vestirse de esta manera, etc.
Jesús aplica la imagen a los servidores, la idea es simple y concreta: hay que estar siempre preparados para trabajar. Un discípulo del Señor nunca necesita que le digan que haga algo o que sea más disponible para el servicio, porque él siempre tiene puesto el cinturón, está listo para trabajar.
b.  Segunda imagen de servicio: “Estén encendidas vuestras lámparas”
El texto dice que las lámparas están “ardiendo”, o sea, irradiando luz por toda la casa. Es una imagen de disponibilidad para el servicio a cualquier hora. Pero no sólo eso, el “arder” insinúa también el calor de la acogida en la casa.
Tener las luces encendidas, es señal de actividad nocturna en una casa o al menos de disponibilidad para ello.

Como lo deja entender la parábola siguiente, el patrón necesitaba de luz para poder entrar de improviso en su casa a altas horas de la noche, sus servidores se la proporcionarán.
Para Lucas, los que velan por la noche son los que mejor están preparados para percibir la llegada del Señor. Señal de esta vigilia son las luces encendidas de la casa.
Con esta introducción se vislumbra el sentido de lo que viene. Durante la larga noche de la espera, el creyente se mantiene activo y bien dispuesto para el servicio mayor que le ofrecerá personalmente al Hijo del hombre en su segunda venida.
  1. La parábola del patrón que vuelve de la boda (12,36-38)
Jesús expone ahora una parábola que profundiza el sentido de la actitud que acaba de recomendar, “sean como...”, “sean así...”.
La parábola describe lo que sucede en dos tiempos:
1º el tiempo de la espera mediante la disposición para el trabajo por parte de los servidores y
2º el tiempo de la llegada del patrón y de la recompensa de los servidores.
  1. El tiempo de la espera: el oficio de los servidores.
“Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante, al instante le abran”.
El servicio de espera es parecido al de un portero. El patrón está participando en una fiesta de matrimonio, no es él quien se casa sino un invitado. El regreso se prevé para ese mismo día. Lo importante es la actitud de los servidores: estarán listos para abrir la puerta en preciso instante en que llegue y toque la puerta.
Cuando nos detenemos en los verbos “llegue”, “llame”, “al instante le abran”, de alguna manera viene a la mente el conocido pasaje: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta...” (Ap 3,20).
Con la palabra “esperar” pensamos en aquellos que fueron modelo espera de la primera venida del Mesías. Lucas nos da ejemplo concreto en los personajes israelitas que saben “esperar” manteniéndose buenos y justos, y después de un largo adviento en sus vidas, al llegar a la ancianidad, ven recompensada su esperanza:
Ø  el anciano Simeón, quien “esperaba la consolación de Israel”;
Ø  la anciana Ana, quien “hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Israel”;
Ø  José de Arimatea, miembro del Consejo de Ancianos, quien “esperaba el Reino de Dios” (23,51).
Ellos son modelo de espera de la primera venida, con la rectitud de vida y con el servicio que inmediatamente le prestan al Mesías, nos dicen cómo debe ser el comportamiento en la espera de la segunda venida.
  1. El tiempo de la llegada: la bienaventuranza de los servidores.
La parábola da un salto a lo que se prevé que suceda si el patrón “los encuentra despiertos”. La fatiga de la espera se ve premiada por el gesto inaudito del patrón, la bienaventuranza: “Dichosos los servidores que el señor al venir encuentre despiertos”. Notemos el esquema:
Ø  “Dichosos”,
Ø  “Al venir...” “...encuentre despiertos”,
Ø  “Yo os aseguro que se ceñirá... les servirá”.
Ø  “Que venga...” “...si los encuentra así”.
Ø  “Dichosos”.
  1. ¿Por qué felicita a los siervos?
Porque están preparados, ellos han estado “vigilantes”, despiertos, no se han dormido.
Para Lucas la “vigilancia” indica prontitud para la acción. Es todo lo contrario a la pereza o al sueño mismo por causa de la debilidad, de la pereza o del acomodarse en los propios intereses.
La segunda vez que la parábola repite la bienaventuranza, la felicitación se incrementa: “Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!” (12,38). Lucas sigue la costumbre judía de dividir la noche en tres vigilias, los romanos la dividen en cuatro Mc 13,35; Lucas se refiere a una noche que se va prolongando. Así es la vida espiritual, entre más avanza la demanda de esfuerzo es más seria, no existe la ley de inercia.
En la noche se puede perder el impulso espiritual y caer en la tentación del descuido. Entre más se camina mayor es el peligro pero también mayor la bienaventuranza.
  1. ¿Cómo los felicita?
Jesús dice: “Yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá”.
Se invierten los papeles: la venida del Señor es la venida del Servidor por excelencia. Se realizan tres gestos:
1º El patrón “se ciñe”: hace el mismo gesto que se pidió que hicieran los servidores.
2º El patrón “los sienta” en la mesa de la casa, que en esta cultura no es el lugar de los empleados sino de los patrones.
3º El patrón comienza a “servirlos” personalmente.
El último verbo, “servir”, en griego “diakonéō” resume todo. Lo que el patrón hace está en completa sintonía con los comportamientos habituales y las enseñanzas de Jesús: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”. ¿Qué mayor honra podría haber? ¡Jesús servidor de los servidores!
  1. Parábola del ladrón (12,39-40)
Es la otra cara de la moneda. La primera parábola tenía un carácter positivo de promesa, ahora se examina la consecuencia negativa del quedarse dormido, del no “estar preparado”, podría haber un daño en la casa.
En esta brevísima parábola, Jesús es comparado con un ladrón. La imagen podría parecer atrevida, pero es oportuna para el caso. Si el responsable de una casa está advertido de que esa misma noche va a ser robado, tomaría las precauciones del caso.
La comparación nos permite ver otros aspectos relacionados con la “espera”, que no se habían dicho:
1º Si la parábola anterior destacó el hecho de la tardanza, es importante también recordar la inminencia de la llegada;
2º Si la venida del patrón traía un beneficio, ahora la venida del ladrón puede traer un perjuicio: la propiedad sufre daño y el ladrón abre un hueco en la pared;
3º Si la venida del patrón era previsible, se sabe que es durante la noche pero no la hora; la del ladrón no, se sabe que viene pero no avisa cuando, su llegada es aún más incierta y sorpresiva; por eso no se habla de “día” sino de “hora”, indicando con ello que los cálculos de probabilidad son aún más inciertos, “en el momento en que menos penséis”;
4º Si en la primera parábola se habla de quien está “al servicio de...”, en ésta el implicado es una persona interesada en la seguridad de su propiedad, el sentido de pertenencia debe ser aún mayor.
La preparación constante para el momento último también debe ser una característica distintiva del discípulo de Jesús.
Aunque es verdad que un discípulo nunca estará lo suficientemente preparado, como se deja sentir en la presunción de Pedro, quien a la hora de la Pasión dice: “Señor estoy preparado para ir contigo hasta la cárcel y la muerte”, pero se olvida de su debilidad.
Jesús vendrá por segunda vez, pero hay formas concretas de su visita que ya están ante nuestros ojos y que nos piden una actitud de apertura, acogida, prontitud para la respuesta y disponibilidad para el servicio.
Cuando se habla de “juicio” mucha gente siente miedo o banaliza el tema. No debemos temer que el Señor venga, sino de no estar debidamente preparados.
  1. Vigilantes a la espera del Maestro.
El evangelio habla de nuestra relación con el Señor: con la lámpara del corazón ardiendo y siempre con la mejor disposición para servir al Maestro.
La constante vigilancia y la constante prontitud que con tanta fuerza hoy se nos inculca, indica una orientación viva e intensa hacia el Señor. Aunque Él esté lejano de los ojos, debe estar siempre en nuestra mente, en nuestro corazón y también en nuestras manos servidoras.
No perdemos de vista que de diversas formas el Señor “ausente” continúa presente. El Señor viene en el Pan y el Vino eucarísticos, su Cuerpo y su Sangre, en su palabra, en los necesitados, en sus servidores, en los testigos de Jesucristo que han plasmado su imagen en el encuentro vivo con Él.
Hay que despertar para lo esencial. Como indican las parábolas, los discípulos son servidores que permanecen unidos de manera dinámica a Él en la fidelidad y el sentido de responsabilidad. Entonces, nuestro buen Señor podrá llegar en cualquier momento porque estamos despiertos y listos para servir al Hijo del Hombre que se puso al servicio del mundo entero.
  1. Terminamos en espíritu de oración.
PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS
Padre, Me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que fuere, Por ello te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo.


Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, Te la entrego Con todo el amor de que soy capaz, Porque te amo y necesito darme, Ponerme en tus manos sin medida, Con infinita confianza, Porque Tú eres mi Padre.
¡Oh Señor, ven pronto ilumina la noche!
a ti anhelo como los moribundos anhelan a ti
haz comprender a mi alma
que todo lo que sucede
es por voluntad tuya
y que nada de lo que tu permites
Es sin consolación.
Oh, Jesús, Hijo de Dios,
Tu que callabas en presencia de tus acusadores
frena mi lengua
hasta que encuentre aquello que deba decir y como decirlo.
Muéstrame el camino y disponme a seguirlo.
peligroso es dudar y riesgoso proseguir.
responde a mi súplica y muéstrame el camino,
vengo a Ti como el herido va al médico en busca de ayuda.
¡Da, oh Señor, paz a mi corazón!
Amén.

“Quien se preocupa mucho de su cuerpo y poco de su alma, acaba por caer en los brazos del demonio.”
“Salvando tu alma, serás feliz para siempre; pero, si la pierdes, lo pierdes todo: alma, cuerpo, cielo, Dios, que es tu supremo fin...  y esto, por toda la eternidad.”
P. Marco Bayas O. CM


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